Los motivos de la conducta

La actuación de la policía en los hechos del 4 de mayo en Atenco, revela también la violencia y corrupción que imperan al interior de los cuerpos policiacos, situación en la que no se ha atrevido a meter mano ningún gobierno. Hay una especie de guerra entre la policía y los ciudadanos, dice la antropóloga Elena Azaola, quien ha estudiado el fenómeno a fondo y advierte que la policía es un reflejo de su sociedad.
“Policía”, el sólo oír esta palabra me dejaba un mal sabor de boca… consideraba que estos personajes sólo se dedicaban a robar y/o a extorsionar a las personas que tenían la mala fortuna de caer en sus manos. Seis años después de estar del otro lado, no ha cambiado mucho mi concepción de la policía, justificaciones sobran, unas muy válidas, otras no tanto, lo cierto es que la policía no funciona como debiera…
Esto es lo que le dice a Elena Azaola uno de los más de 400 policías con los que convivió a lo largo de los últimos 4 años. La investigadora deja que hable el villano favorito de México. Y ese villano favorito no tiene una sola voz. Tiene muchas voces. Cada una de ellas relata algo, un infortunio, una queja, una justificación, un trauma, una frustración.
Imposible no hacerlo: Frente al espejo, el policía se mira y reconoce el espanto. Su propio espanto.
“La policía según su propio discurso”, se llama el capítulo II del libro de próxima aparición Imagen y autoimagen del policía, escrito por la doctora en Antropología Social y al cual ha tenido acceso MILENIO Semanal para mostrar apenas unos de tantos testimonios directos recopilados por Azaola en el interior del complejo mundo policiaco.
¿Cómo veían a la policía antes de haber ingresado a la institución y cómo la ven, o se ven a sí mismos como policías, ahora?, lanza como pregunta la investigadora. Y las respuestas van llegando.
En mi época de estudiante, blasfemábamos en contra del sistema gubernamental diciendo de los policías que eran unos gorilas, analfabetas, lacayos del gobierno, seres sin sentimientos y arbitrarios. En la actualidad he observado que no se puede generalizar, ya que existen compañeros muy brillantes con amplios conocimientos técnicos y culturales, con una gran ética y categoría humanista, con gran habilidad y entrega en el servicio, así como también existen policías carentes de escrúpulos y educación, que se escudan en el uniforme para hacer de las suyas, denigrando el uniforme que portan.
Otra voz —algo nostálgica— dice: Mi padre es diferente. Gracias a él yo podía confiar en todo aquel uniformado que perteneciera a nuestra policía, pues me mostró siempre el lado bueno de su profesión. Desafortunadamente, hasta que trabajé en un sector vi de cerca la prepotencia, la violencia innecesaria, el tráfico de influencias y otras cosas de algunos compañeros. Indiscutiblemente, la imagen que tenía de la corporación, cambió mucho.
La experiencia que han ganado en las calles, como muchos de ellos afirman, no sólo está provista de prepotencia, violencia innecesaria y tráfico de influencias. También hay alcohol y drogas.
* La otra preocupación que tengo es que en las filas exista tanto consumo de alcohol y drogas como de éxtasis, crac, cocaína y pastillas psicotrópicas. Sin embargo, es algo que muchos vemos y lo callamos…
* Con ciertos compañeros empecé a deformar mi función como policía granadero pues, al ser algunos drogadictos como yo, lo único que hacíamos en la calle era extorsionar, chantajear, vejar y abusar de la ciudadanía al fabricarles delitos o faltas administrativas, todo producto de mi drogadicción y de mi corrupción con premeditación, alevosía y ventaja. He violado los derechos y garantías de los ciudadanos, todo con el fin de tener dinero que según yo era para mi familia y, sin embargo, sólo me sirvió para romperme mi puta madre y fugarme de la realidad en el infierno de las drogas y a lo largo de estos poco más de 9 años que llevo en la corporación, puedo decir que he sido un elemento negativo, nocivo e indeseable como servidor público…
La corrupción… otro reflejo que es reconocido, que es criticado, que —a su manera— es justificado.
En cuanto uno pisa un sector, le piden dinero para todo: por el uniforme, por la libreta, para que no lo manden a uno a tal lado o a tal tarea y, sobre todo, por una patrulla… Desde que uno entra, es una pedidera. Yo doy el dinero, si lo tengo, porque uno obtiene un beneficio. Antes nadie podía denunciar y, si lo hacía, te ponían el dedo y te apuntaban. Eran arrestos de 15 días los que te daban. Pero yo estaba en la policía porque había dinero para mí y alcanzaba para mi superior; era un beneficio para mí. Entonces, el que soporte todas esas violaciones como los arrestos y las consienta, es porque le está conviniendo... En todos los niveles hay consentimiento.
Personajes sempiternos, clandestinos, inamovibles, son los que integran una extraña hermandad todopoderosa que mira pasar una y otra administración sin inmutarse.
Los mandos superiores son parte de un grupo de poder, de la llamada Hermandad corrupta que no deja que los jóvenes con preparación académica puedan ocupar los puestos de mando, pues a ellos no sólo les ha costado años de servicio, sino también dinero, y no les parece que uno ascienda sin haber pagado el precio. Son dueños de esta secretaría y entre ellos se van rolando los sectores con la ayuda de un padrino (Jefe Halcón). Ha habido jefes de sector que han sido removidos por corruptos pero, en lugar de sancionarlos, sólo los cambian de sector.
El bautismo de un policía en la corrupción —le dicen a Azaola— no necesariamente es algo que se festeja.
La disciplina debe llevarse a cabo, pero lo que rompe la cadena de mando es la corrupción pues ya no podemos ver igual a nuestros jefes después de haberles dado dinero y después de que nos lo han aceptado. Si yo voy a aplicar un correctivo a alguien por no cumplir con su trabajo y si el jefe ya recibió dinero de él, ya no le va a poder aplicar el correctivo porque el subalterno ya no lo va a respetar, por eso se pierde la cadena de mando, por la corrupción.
El policía reta. Se defiende. Incluso pregunta: ¿Sabe por qué es la inseguridad? Y responde diciendo lo que parece obvio a lo largo del estudio antropológico de Azaola: Porque los policías tenemos miedo de nuestra propia seguridad. Ellos también son seres inseguros, pues.
Una vez, por agarrar un fallucazo, me fui al reclusorio, ¿se imagina?… La mafia es una red. Si todo policía que fuese castigado estuviera aparte, sería distinto porque ahorita nos meten con los mismos que detenemos. Estaba yo con un miedo que no le platico, si nosotros también somos seres humanos…. Yo pienso que los derechos humanos deben ser de todos, no sólo de los delincuentes. ¿Por qué no actúa el policía? Por temor, por pensar en su familia. Queremos que, cuando se nos arraigue, que sea en un buen lugar... Por eso el policía tiene miedo de actuar, porque si va a la cárcel, ni quién lo defienda… Para nosotros las penas son más altas, el ciudadano te puede golpear y no le pasa nada, pero si lo hacemos nosotros, la pena es doble. ¿Cómo podemos dar seguridad si el policía no la tiene?
Las interminables jornadas de trabajo a las que se someten (83 por ciento de los entrevistados por necesidad económica, no por gusto) no son reconocidas económicamente como para permitirles mantener a sus familias dignamente.
*Me paro a las 4, paso lista a las 6, hago mi junta de coordinadores hasta las 9:30. El resto del día trabajamos y nos toca sólo dormir 4 o 5 horas pues llegamos a nuestras casas a las 11 o 12 de la noche. El fin de semana estamos francos pero hasta las 10 u 11 de la mañana. Este ritmo es nuestra droga… nos hace sentir activos.
*A los policías judiciales les pagan más del doble que a nosotros: 5 mil pesos a la quincena. En cambio, aquí en la preventiva, el policía primero recibe 2 mil 500 pesos a la quincena, el policía raso 700 pesos y el que le sigue mil 200 pesos a la quincena.
La inconformidad llega hasta la cama del hospital que los aguarda.
Desde el 68 a los policías nos maltratan mucho en el ISSSTE, por eso se necesitan clínicas para policías. Podría hacerse también un panteón con los recursos que tenemos en la caja porque, cuando muere un policía, a nuestras familias les hacen dar vueltas y vueltas para que les den el pago de marcha.
Y si el policía deja de mirarse al espejo para voltear a ver al ciudadano, viene una queja más. Esta, quizá, la más honda.
* Las ventajas que tenemos hacia la sociedad son casi nulas porque al policía lo pitorrean, lo manejan como policía panzón, mosquiento, cuete, con un garrote… así lo dibujan siempre. Es el representante digno de la sociedad cochina, corrompida, es el mal ejemplo. En otros lados lo respetan y entonces aquí sí tenemos ganas de vengarnos de esa sociedad porque nosotros somos representantes de esa sociedad y me ponen con una representatividad así… de vergüenza.
*Los medios de comunicación invaden y perjudican nuestra esfera moral, presentándonos como objetos de la risa de nuestros conciudadanos, mostrándonos como entes ligados a la corrupción y borrando de tajo el esfuerzo que yo y muchos miles de compañeros hacemos por borrar la mala imagen que arrastramos de otras generaciones.
Pero el rechazo y los reclamos tocan la fibra más íntima del policía cuando alcanzan incluso a su familia y aquellos con los que convive.
* Los familiares de mi novia no aprobaron por completo nuestra relación desde que supieron que mi profesión era la de policía. Según ellos, éramos unos rateros, prepotentes, que abusábamos de nuestra autoridad, siendo que así como hay malos elementos, también habemos buenos que queremos salir adelante.
* Es vergonzoso cuando nos paramos, por ejemplo, en la fiesta del día del padre en la escuela de nuestros hijos y que les digan: “¿Tu papá es policía? ¿y roba?…”. Eso preocupa: que avergüencen a nuestros hijos.
Calificaciones y desconfianza
La institución Fundar, Centro de Análisis e Investigación, bajo los auspicios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), realizó un estudio sobre los abusos de poder y maltratos de la policía en el Distrito Federal. La investigación basada en encuestas concluye que de dos millones 300 mil contactos de la ciudadanía con la policía y los agentes encargados de la procuración de justicia, en un millón 170 veces hay algún tipo de abuso (51 por ciento).
Los más frecuentes son solicitud de dinero (29 por ciento), los insultos o tratos humillantes (10 por ciento), amenazas concernientes al levantamiento de cargos falsos (7 por ciento), amenazas para obtener información o una confesión (5 por ciento) y amenazas de posible daño físico (5 por ciento). Adicionalmente, uno de cada 20 abusos es de maltrato físico (70 mil contactos).
La información fue obtenida de la Oficina de Información Pública de la Subprocuraduría de Atención a Víctimas de Delito y Servicios a la Comunidad del DF. Fundar establece que del millón 680 mil contactos directamente con la policía, en 790 mil casos está involucrado un oficial de tránsito; le sigue la policía preventiva con 590 mil y la policía judicial con 150 mil.
La policía preventiva, agrega, es la corporación que con mayor frecuencia recurre al maltrato físico (un poco más de uno de cada 10 contactos), y comenta que las principales razones por las que existe desconfianza en la autoridad es porque: Son corruptos, siempre demandan dinero, sólo cumplen sus obligaciones si se les paga, roban a la gente, son cómplices de los delincuentes, no resuelven ningún problema, no atienden las denuncias, son arrogantes, son personas violentas, no inspiran confianza, detienen a los inocentes y no a los delincuentes.

Vía: Revista Milenio

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