El candidato puntero bajo presión

La elección presidencial en México

Con la encuestas de opinión en su contra Andrés Manuel López Obrador tiene que definir de manera específica que tipo de cambio representa

La multitud de esta pequeña población del estado de Guerrero, una de las entidades estatales más pobres de México, está compuesta en su mayoría por personas de edad media usando sombreros tradicionales. La multitud está partida a la mitad por un par de cordones, los cuales abren el camino a Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial del partido de centro-izquierda, el Partido de la revolución democrática (PRD). Voltea a izquierda y derecha. Parece ser que se encuentra en el lugar preciso donde quiere que le vean –en el centro. Estrecha manos y palmea espaldas con la sonrisa practicada de un hombre en campaña, pero no es una natural. El seccionado discurso es competente, pero es el contenido, más que la forma de la oratoria, el que arranca aclamaciones de la multitud. El reducirá el salario del presidente a la mitad y el de otros funcionarios también. Los ancianos, los niños y los discapacitados recibirán una pensión mensual. Con cada nuevo compromiso la multitud grita: “Ob-ra-dor”.
Con esta promesas, el señor López Obrador se encumbrado en las encuestas de opinión durante muchos meses. Pero con diez semanas por delante para las elecciones del 2 de julio, su ventaja parece reducirse. Dos de las recientes encuestas ubican a Felipe Calderón, aspirante del conservador Partido Acción Nacional (PAN) al que pertenece Vicente Fox, a sólo cuatro puntos de distancia. En el tercer lugar, obstaculizado por escándalos, aparece Roberto Madrazo miembro del antiguo partido hegemónico, el Partido revolucionario Institucional (PRI).
Así que la larga campaña se acerca su etapa decisiva con el señor López Obrador a la defensiva. Reflejando una indeterminada posición, se ha negado a participar en el primero de dos debates, a celebrarse el 25 de abril, pero se espera que participe en el segundo.
Por ahora, al menos, la elección sigue siendo para el señor López Obrador. No obstante, no parece claro que tipo de presidente será. Se encuentra apoyado por muchos mexicanos pobres, quienes aprecian su retórica populista. El mismo tipo de retórica que ha inspirado el miedo y odio de mexicanos más ricos, quienes no creen en la insistencia de este candidato “a respetar los índices macroeconómicos” y sus propiedades.
Su registro como gobernante de la Ciudad de México durante 2000-2005 tiene el mismo tipo de opiniones encontradas. Varios escándalos por corrupción golpearon a su administración –pero tuvieron poco impacto en su imagen pública. Eso fue debido en gran parte a que, al igual que Calderón, es visto como una persona honesta. Conduce un auto barato y vive en un apartamento de clase media. “Su austeridad es sincera” comenta Sergio Aguayo, un analista político mexicano.
Pero no transformó la capital, como su retórica de campaña sugiere. El crimen continuó en la Ciudad de México, y si no estaba enterado de la corrupción en el gobierno de la ciudad, debería haberla sabido, señaló Soledad Loaeza, una politóloga del Colegio de México.
El punto central de la campaña del señor López Obrador es que el sistema político mexicano necesita un cambio. El no presenta este asunto como un asunto de ideología, pero lo exhibe como una cuestión de sentido común para acabar con la corrupción y los privilegios. En esto, su campaña no es distinta a la del señor Fox, quien acabó en el año 2000 con el poder que ostentó el PRI durante siete décadas con el lema “¡Cambio!”, pero falló en entregar mucho de éste.
El señor Aguayo dice que más que cambiar el sistema político, la política transformó a Fox: “Fox se convirtió en uno de ellos. Psicológicamente quería vencer al PRI, no destruir al sistema”. Por el otro lado, el señor López Obrador aparentemente quiere alterar las cosas. Pero ¿Cómo? Ha ido más allá de su partido al implementar “Las redes ciudadanas”. Esto podría transformar al PRD, formado por renegados del PRI y pequeños grupos de izquierda, en una moderna agrupación social-demócrata –o convertirse en promotor de la personalidad alrededor de López Obrador, comentó Aguayo.
El candidato ha conformado un equipo de respetados asesores. Pero algunos dudan que los escuche. De acuerdo con Luis Rubio de CIDAC, un instituto de investigación, el problema radica en una frase acuñada por Winston Churchill, “no es que sea ignorante, es que sabe muchas cosas que no son verdad”. Por ejemplo cortando los salarios de funcionarios del alto rango no servirá para pagar los programas sociales (pero podría impulsar la corrupción y la mediocridad). La solución de López Obrador para los problemas energéticos de México es permitir que PEMEX, la ineficaz empresa paraestatal, gaste más, en vez de consentir la intervención de capital privado. Por toda discusión en cuestión de reformas, el evitará si puede, abrir el gobierno, indicó Aguayo.
La característica que podría definirse como la fortaleza –o debilidad- de López Obrador es la creencia de que puede cambiar el sistema del cual es un producto. El pasó sus años de formación política como un operativo del PRI y fue leal a dos de sus más populistas presidentes. Muchos mexicanos piensan que la victoria de López Obrador podría presagiar el regreso del PRI bajo un disfraz.
Otros temen que podría llevar a México por la senda de Hugo Chávez en Venezuela. Calderón ha elevado suposición en las encuestas de opinión después que lanzó una campaña mediática atacando a López Obrador y señalándolo como un agente del caos chapista. El antiguo gobernante parece más un pragmático que un ideólogo. En eso, se asemeja más al presidente de Brasil, Inacio Lula da Silva. Algunas de sus metas –detener los monopolios y sus íntimas relaciones entre la política y los negocios- son buenas.
Pero sus discursos son constantemente agresivos y divisivos. Parece que no se ha hecho ningún favor al comparar de forma repetida al señor Fox, quien todavía es respetado por los mexicanos, con una chachalaca, un ave particularmente ruidosa.. Su demagogia populista, sus orígenes políticos y sus remendados resultados como gobernante son todas ellas razones para desconfiar de López Obrador. Es claro que los mexicanos quieren un cambio. Mientras que López Obrador acumula presión en la última etapa de la campaña, se verá con claridad si representa un cambio para bien o para mal.

Vía: Revista The Economist

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