El “Día sin inmigrantes”, un bumerán

Por George W. Grayson

La semana pasada, el llamado “Día sin inmigrantes”, se revirtió como un bumerán a causa del intenso patriotismo que los ciudadanos estadunidenses comparten con sus contrapartes del sur del Río Bravo. Los patrocinadores de la reciente manifestación han perdido el piso en el Capitolio.
El 14 de febrero de 1979, el presidente Jimmy Carter pagó una visita de Estado a José López Portillo. Una de las varias actividades que realizó en su breve estancia en la antigua capital azteca sucedió en el Palacio de Bellas Artes. El cavernoso edificio se saturó de dignatarios mexicanos y estadunidenses.
Como era apropiado en una ceremonia binacional celebrada en México, los participantes primero cantaron el Himno Nacional del país anfitrión, y luego siguió el himno de Estados Unidos.
Mientras los mexicanos entonaron orgullosamente el primer verso de su himno, muchos tuvieron dificultad para recordar las palabras de las estrofas subsecuentes. En contraste, los estadunidenses —posiblemente con la ayuda de una hoja con la letra distribuida antes— cantaron vigorosamente los cuatro versos de “Bandera de estrellas brillantes”.
El disgusto de los mexicanos fue palpable. Su orgullo estaba herido. Ahí estaban los estadunidenses —en presencia del jefe del Ejecutivo mexicano— actuando como si estuvieran en casa. El episodio fue sólo uno entre muchos factores que hicieron de aquel encuentro López Portillo-Carter uno de los menos exitosos en la historia de la diplomacia México-EU.
Así como el acto de febrero de 1979 resultó un “tiro por la culata” a causa de las sensibilidades nacionalistas, la manifestación del primero de mayo se revirtió sobre sus organizadores. Varios factores contribuyeron a este efecto adverso.
Primero: los ciudadanos promedio estadunidenses recularon ante las escenas, televisadas de costa a costa, de los manifestantes ondeando banderas mexicanas mientras marchaban por las calles de Los Ángeles, Houston, Chicago y otras ciudades. Igualmente ofensiva fue la ubicuidad de las consignas escritas en español.
Segundo: los estadunidenses tomaron a ofensa la noticia de que una versión del himno “Bandera de estrellas brillantes”, en español, se había preparado con anticipación a las marchas. Aun el presidente Bush, quien con frecuencia inserta frases en español en sus discursos hacia la comunidad hispana, expresó su estridente oposición a esa versión en español.
Mark Krikorian, director ejecutivo del Centro de Estudios sobre Inmigración, subrayó el desacato que, por ejemplo, sentirían los franceses si La Marsellesa fuera traducida a un idioma extranjero.
Tercero: el llamado a los estudiantes mexicoamericanos a participar en el boicot, en vez de asistir a clases, sorprendió a muchos observadores como algo bizarro, especialmente en vista de que los niños de los inmigrantes mexicoamericanos (al contrario de sus predecesores de Irlanda, Italia, China y otras naciones), terminan menos grados de educación escolar que sus padres y abuelos.
Cuarto: muchos líderes afroamericanos se enfadaron cuando los organizadores de los sucesos del lunes compararon su manifestación con las marchas encabezadas por el fallecido Martin Luther King. El líder negro, señalaron, perseguía derechos civiles para hombres y mujeres cuyos ancestros habían sido traídos desde África como esclavos, y mantenidos en cautiverio hasta su emancipación en los años de la década de 1860.
En contraste, muchos de los activistas del primero de mayo se han colado en Estados Unidos de forma ilegal, provenientes de una nación rica en recursos, cuyos políticos toleran una extendida corrupción mientras rehúsan proveer servicios de salud de calidad y oportunidades educativas para los oprimidos de su nación. ¿Por qué —se preguntan— deben los pobres en Estados Unidos ver sus dólares de impuestos desviados para ayudar a los inmigrantes ilegales procedentes de un país donde las élites —que viven principescamente— prefieren usar sus fronteras como válvula de escape antes que asumir sus obligaciones con su propia gente?
Finalmente, los anglos en Estados Unidos con frecuencia no distinguen a las personas provenientes de diferentes naciones latinoamericanas. Lamentablemente, el “Día sin Mexicanos” coincidió con la nacionalización realizada por Evo Morales del sistema de gas natural de Bolivia. Aunque esta acción no tiene absolutamente nada que ver con México, refuerza el estereotipo de que los latinos son impredecibles y radicales.
Más que alentar la aprobación de una reforma más liberal de inmigración, las manifestaciones del primero de mayo endurecen la mano de los Senadores y Representantes de Estados Unidos que favorecen medidas enérgicas para finalizar la inmigración ilegal, para acabar con los “coyotes” que facilitan su entrada al país, y con los empresarios estadunidenses que violan la ley para contratarlos.
Luego de las manifestaciones, un nuevo sondeo de Zogby con votantes probables, que utilizó un lenguaje neutral (evitó palabras como “amnistía” o “inmigrante ilegal”), encontró que los estadunidenses prefieren, en una relación de dos a uno, que la Cámara de Representantes refuerce su propio proyecto por encima de la propuesta del Senado, que intentaba legalizar a los inmigrantes ilegales y aumentar ampliamente la inmigración ilegal.

Vía: Revista Milenio

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