El amor también es una adicción
0 Comments Published by Unknown on martes, julio 31, 2007 at 2:53 p.m..Vínculo a la nota original
De acuerdo con expertos de EU, los efectos del amor son similares a los causados por la adicción al alcohol o las drogas, y que incluso un recién enamorado produce niveles de serotonina 40 % más bajos que lo normal, al igual que quienes sufren de trastornos obsesivo compulsivos.
Redacción / El Economista.com.mx
La ciencia está comenzando a analizar los mecanismos internos del cerebro cuando estamos enamorados y desde distintas perspectivas, estudiando sistemas neurológicos, mensajeros químicos y la biología de las recompensas.
En 2000, dos científicos de Londres seleccionaron a 70 personas que se encontraban en las primeras etapas de enamoramiento y observaron sus cerebros a través de equipos de resonancia magnética. Las imágenes que obtuvieron son, según se cree, las primeras imágenes de la ciencia del cerebro enamorado.
Así vieron que la sensación de estar enamorado es algo muy parecido a la adicción al alcohol o las drogas. Todos los animales se aparean. El sistema más primitivo del cerebro, que tienen hasta los reptiles, sabe que necesita reproducirse. Las tortugas lo hacen pero ponen sus huevos en la arena y luego regresan al mar y nunca más vuelven a ver a su pareja.
El cerebro humano es más complejo, ya que cuenta con sistemas nerviosos adicionales que buscan el romance mientras que otros buscan la comodidad y la compañía y otros simplemente quieren algo temporario. Con todo, la química entre dos personas no se reduce simplemente a una cuestión de moléculas que se mueven dentro del cerebro. La atracción también se ve condicionada por la historia personal. “Nuestros padres ejercen un efecto importante” explica la antropóloga de la Universidad de Rutgers, EE.UU., que se dedica a estudiar la atracción humana.
Primero tiene lugar la atracción inicial, la “chispa”. Luego sobreviene el apasionamiento, el romance, esa magia única que hace que dos personas no puedan dejar de pensar en la otra. El cerebro recurre entonces a todo su arsenal químico para centrar su atención en una persona, dando la espalda a todas las demás.
“La pasión dura por lo menos algunos meses, con un tope de entre dos y cuatro años” asegura el investigador Arthur Aron, psicólogo de la Universidad de Nueva York, en EE.UU.. Cuando ésta desaparece, es reemplazada por algo más estable, lo que se conoce como compañerismo.
Las fuerzas de la atracción son misteriosas en muchos sentidos, pero los científicos saben algunas cosas, de todos modos. Estudios mostraron que las mujeres prefieren a los hombres de rostros simétricos y que a éstos les gustan las exponentes del sexo femenino proporcionadas en lo que tiene que ver con la relación cintura-cadera. Un estudio llegó a mostrar también que las mujeres se fascinan por determinado olor en la camisa de un hombre.
Por otro lado, según un estudio publicado en Psychological Medicine, la gente que acaba de enamorarse tiene niveles de serotonina 40 % más bajos que lo normal, al igual que quienes sufren de trastornos obsesivo compulsivos.
Vía: El Economista
De acuerdo con expertos de EU, los efectos del amor son similares a los causados por la adicción al alcohol o las drogas, y que incluso un recién enamorado produce niveles de serotonina 40 % más bajos que lo normal, al igual que quienes sufren de trastornos obsesivo compulsivos.
Redacción / El Economista.com.mx
La ciencia está comenzando a analizar los mecanismos internos del cerebro cuando estamos enamorados y desde distintas perspectivas, estudiando sistemas neurológicos, mensajeros químicos y la biología de las recompensas.
En 2000, dos científicos de Londres seleccionaron a 70 personas que se encontraban en las primeras etapas de enamoramiento y observaron sus cerebros a través de equipos de resonancia magnética. Las imágenes que obtuvieron son, según se cree, las primeras imágenes de la ciencia del cerebro enamorado.
Así vieron que la sensación de estar enamorado es algo muy parecido a la adicción al alcohol o las drogas. Todos los animales se aparean. El sistema más primitivo del cerebro, que tienen hasta los reptiles, sabe que necesita reproducirse. Las tortugas lo hacen pero ponen sus huevos en la arena y luego regresan al mar y nunca más vuelven a ver a su pareja.
El cerebro humano es más complejo, ya que cuenta con sistemas nerviosos adicionales que buscan el romance mientras que otros buscan la comodidad y la compañía y otros simplemente quieren algo temporario. Con todo, la química entre dos personas no se reduce simplemente a una cuestión de moléculas que se mueven dentro del cerebro. La atracción también se ve condicionada por la historia personal. “Nuestros padres ejercen un efecto importante” explica la antropóloga de la Universidad de Rutgers, EE.UU., que se dedica a estudiar la atracción humana.
Primero tiene lugar la atracción inicial, la “chispa”. Luego sobreviene el apasionamiento, el romance, esa magia única que hace que dos personas no puedan dejar de pensar en la otra. El cerebro recurre entonces a todo su arsenal químico para centrar su atención en una persona, dando la espalda a todas las demás.
“La pasión dura por lo menos algunos meses, con un tope de entre dos y cuatro años” asegura el investigador Arthur Aron, psicólogo de la Universidad de Nueva York, en EE.UU.. Cuando ésta desaparece, es reemplazada por algo más estable, lo que se conoce como compañerismo.
Las fuerzas de la atracción son misteriosas en muchos sentidos, pero los científicos saben algunas cosas, de todos modos. Estudios mostraron que las mujeres prefieren a los hombres de rostros simétricos y que a éstos les gustan las exponentes del sexo femenino proporcionadas en lo que tiene que ver con la relación cintura-cadera. Un estudio llegó a mostrar también que las mujeres se fascinan por determinado olor en la camisa de un hombre.
Por otro lado, según un estudio publicado en Psychological Medicine, la gente que acaba de enamorarse tiene niveles de serotonina 40 % más bajos que lo normal, al igual que quienes sufren de trastornos obsesivo compulsivos.
Vía: El Economista
Etiquetas: Investigación, Sexualidad, Sociedad
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