Amalia García: Por ella perdió AMLO
2 Comments Published by Unknown on domingo, septiembre 24, 2006 at 6:23 p.m..
La traición zacatecana
Por lo menos 60 mil votos más habría aportado esta entidad si la gobernadora, Amalia García, se hubiera comprometido con la candidatura de López Obrador.
ZACATECAS.- Habilidosa como siempre lo ha sido, la gobernadora de Zacatecas ha sabido moverse muy bien en la complicada coyuntura que envuelve a su partido, para deslindarse de prácticamente toda responsabilidad en el fracaso de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial del 2 de julio.
Hasta ahora, prácticamente todas las argumentaciones que el PRD ha dado para explicar el resultado de la elección presidencial han apuntado hacia la intromisión del presidente Vicente Fox en el proceso, la manipulación del IFE primero y del Tribunal Electoral después, todo en detrimento de la coalición Por el Bien de Todos. En el partido del sol azteca ninguna de las explicaciones ha pasado por la autocrítica, pues aunque los números están ahí, parece estar prohibido buscar en el propio partido, en la actitud del candidato, o en el insuficiente compromiso de sus gobernadores, las causas de la derrota.
NO HIZO LA TAREA
Gracias a la desmemoria y la falta de autocrítica dentro del PRD, Amalia García ha podido transitar por la etapa más complicada de su partido, la del deslinde de responsabilidades, sin enfrentar cuestionamientos realmente serios, a pesar de que las matemáticas indican que, objetivamente, su falta de compromiso y resultados en la campaña resultaron fundamentales para que López Obrador perdiera ante Calderón Hinojosa.
La comparación de resultados indica que, de todos los gobernadores de filiación perredista, Amalia García fue la que menos se esforzó por lograr que López Obrador tuviera en su entidad una ventaja realmente significativa sobre Felipe Calderón. Los últimos datos del PREP demuestran con toda claridad esa realidad. En Zacatecas, López Obrador apenas superó a Calderón por 14 mil votos. Después de Amalia, el gobernador que menos ventaja obtuvo para su candidato fue Lázaro Cárdenas Batel, quien a pesar de que estaba en Michoacán, la entidad natal de Calderón, logró entregarle a Andrés Manuel una ventaja de algo así como 85 mil sufragios, cuatro veces más lo que, prácticamente sin competencia, obtuvo Amalia para el aspirante perredista.
De los 250 mil sufragios por los que López Obrador perdió la elección, por lo menos una cuarta parte, un poco más de 60 mil, se quedaron en las urnas de Zacatecas, pero en favor de los candidatos del PAN y el PRI, porque Amalia García en realidad no se comprometió con el candidato de su partido. Las razones para que la gobernadora zacatecana actuara de esa forma apuntan a sus diferencias con el estilo personal de ejercer el poder de un López Obrador que, desde que se convirtió en candidato. se mostró decidido a avasallar al PRD. Sin embargo, por comprensible que resulte su decisión, una vez que la derrota se confirmó, se ha dedicado a enviar a los miembros de su corriente, el Foro Nuevo Sol, a ponerse a las órdenes del ex candidato y a tratar de cargarle la responsabilidad del fracaso a Cuauhtémoc Cárdenas y al gobernador michoacano, cuando los números dejan claro que fue ella, mucho más que Lázaro Cárdenas Batel, quien no hizo su trabajo en favor del PRD y de López Obrador.
Vía: revista Cambio
Por lo menos 60 mil votos más habría aportado esta entidad si la gobernadora, Amalia García, se hubiera comprometido con la candidatura de López Obrador.
ZACATECAS.- Habilidosa como siempre lo ha sido, la gobernadora de Zacatecas ha sabido moverse muy bien en la complicada coyuntura que envuelve a su partido, para deslindarse de prácticamente toda responsabilidad en el fracaso de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial del 2 de julio.
Hasta ahora, prácticamente todas las argumentaciones que el PRD ha dado para explicar el resultado de la elección presidencial han apuntado hacia la intromisión del presidente Vicente Fox en el proceso, la manipulación del IFE primero y del Tribunal Electoral después, todo en detrimento de la coalición Por el Bien de Todos. En el partido del sol azteca ninguna de las explicaciones ha pasado por la autocrítica, pues aunque los números están ahí, parece estar prohibido buscar en el propio partido, en la actitud del candidato, o en el insuficiente compromiso de sus gobernadores, las causas de la derrota.
NO HIZO LA TAREA
Gracias a la desmemoria y la falta de autocrítica dentro del PRD, Amalia García ha podido transitar por la etapa más complicada de su partido, la del deslinde de responsabilidades, sin enfrentar cuestionamientos realmente serios, a pesar de que las matemáticas indican que, objetivamente, su falta de compromiso y resultados en la campaña resultaron fundamentales para que López Obrador perdiera ante Calderón Hinojosa.
La comparación de resultados indica que, de todos los gobernadores de filiación perredista, Amalia García fue la que menos se esforzó por lograr que López Obrador tuviera en su entidad una ventaja realmente significativa sobre Felipe Calderón. Los últimos datos del PREP demuestran con toda claridad esa realidad. En Zacatecas, López Obrador apenas superó a Calderón por 14 mil votos. Después de Amalia, el gobernador que menos ventaja obtuvo para su candidato fue Lázaro Cárdenas Batel, quien a pesar de que estaba en Michoacán, la entidad natal de Calderón, logró entregarle a Andrés Manuel una ventaja de algo así como 85 mil sufragios, cuatro veces más lo que, prácticamente sin competencia, obtuvo Amalia para el aspirante perredista.
De los 250 mil sufragios por los que López Obrador perdió la elección, por lo menos una cuarta parte, un poco más de 60 mil, se quedaron en las urnas de Zacatecas, pero en favor de los candidatos del PAN y el PRI, porque Amalia García en realidad no se comprometió con el candidato de su partido. Las razones para que la gobernadora zacatecana actuara de esa forma apuntan a sus diferencias con el estilo personal de ejercer el poder de un López Obrador que, desde que se convirtió en candidato. se mostró decidido a avasallar al PRD. Sin embargo, por comprensible que resulte su decisión, una vez que la derrota se confirmó, se ha dedicado a enviar a los miembros de su corriente, el Foro Nuevo Sol, a ponerse a las órdenes del ex candidato y a tratar de cargarle la responsabilidad del fracaso a Cuauhtémoc Cárdenas y al gobernador michoacano, cuando los números dejan claro que fue ella, mucho más que Lázaro Cárdenas Batel, quien no hizo su trabajo en favor del PRD y de López Obrador.
Vía: revista Cambio
'Regularizan' a franeleros en Coyoacán
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Reciben 'cuidacoches' capacitación y los obligan a no cobrar cuotas por adelantado
Manuel Durán
Ciudad de México (22 septiembre 2006).- Las autoridades de la Delegación Coyoacán identificaron con chalecos a los franeleros que cuidan los automóviles en las calles del Centro Histórico de la demarcación, para regularizar esa actividad.
El chaleco implica que los franeleros han recibido capacitación y los obliga a no cobrar cuotas por adelantado.
El Jefe Delegacional, Miguel Bortolini, informó que la actividad de estas personas comenzó a ser regularizada, mediante la entrega de 72 chalecos y que la cooperación que se les da debe ser voluntaria.
Aclaró que estos primeros franeleros empadronados trabajarán en las calles del Centro Histórico de la Delegación, donde se agudiza el problema de autos mal estacionados.
Según sus cálculos, alrededor de 150 personas se dedican a esa actividad en la zona, de los 4 mil que se estima hay en toda la Ciudad.
Sobre si la medida contradice a la Ley de Cultura Cívica que prohíbe esta actividad, Bortolini dijo que se trata de un primer paso para solucionar un problema existente.
"Estamos dando los pasos para que haya un mayor control y la gente pueda reportar situaciones irregulares, ya que los chalecos tienen los números telefónicos de quejas", agregó.
Los números son 5509 2862 del Gobierno del Distrito Federal y el 5658 1600 de la Delegación Coyoacán, para reportar cualquier anomalía con los franeleros.
Vía: periódico Reforma
Manuel Durán
Ciudad de México (22 septiembre 2006).- Las autoridades de la Delegación Coyoacán identificaron con chalecos a los franeleros que cuidan los automóviles en las calles del Centro Histórico de la demarcación, para regularizar esa actividad.
El chaleco implica que los franeleros han recibido capacitación y los obliga a no cobrar cuotas por adelantado.
El Jefe Delegacional, Miguel Bortolini, informó que la actividad de estas personas comenzó a ser regularizada, mediante la entrega de 72 chalecos y que la cooperación que se les da debe ser voluntaria.
Aclaró que estos primeros franeleros empadronados trabajarán en las calles del Centro Histórico de la Delegación, donde se agudiza el problema de autos mal estacionados.
Según sus cálculos, alrededor de 150 personas se dedican a esa actividad en la zona, de los 4 mil que se estima hay en toda la Ciudad.
Sobre si la medida contradice a la Ley de Cultura Cívica que prohíbe esta actividad, Bortolini dijo que se trata de un primer paso para solucionar un problema existente.
"Estamos dando los pasos para que haya un mayor control y la gente pueda reportar situaciones irregulares, ya que los chalecos tienen los números telefónicos de quejas", agregó.
Los números son 5509 2862 del Gobierno del Distrito Federal y el 5658 1600 de la Delegación Coyoacán, para reportar cualquier anomalía con los franeleros.
Vía: periódico Reforma
Mario Benedetti, entrevista con el poeta del exilio
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Por Mariana Eliano
Vía: revista El País Semanal
Vivió décadas de exilio. Argentina, Cuba, México, España. Salió a flote gracias a la literatura y los amigos. El jueves ha cumplido 86 años. En su tierra, Uruguay. Por fin. Pero más triste que nunca. La muerte de Luz, su compañera de toda una vida, le conduce a las lágrimas. Sólo le hacen feliz el fútbol y el futuro político de su país.
Mario Benedetti inventó la palabra desexilio cuando ya pudo volver a Uruguay, tras los años de plomo de la dictadura en su país. Pero nadie le va a regalar una palabra que le quite la tristeza de verse solo, después de sesenta años con Luz. Luz era su mujer, y murió después de un grave y lento proceso de alzheimer; cuando nos sentamos con él, en su casa de Montevideo, Mario se levantó de pronto, cruzó la sala donde recibe las visitas y se fue hasta la estantería que hay junto a su ordenador, y vino con una fotografía que le acababa de traer su hermano Raúl. En la fotografía, los matrimonios de los dos hermanos. Luz ha muerto, y la esposa de Raúl está con la misma enfermedad, hospitalizada (luego moriría). Cuando nos enseñó la fotografía, Mario comenzó a sollozar, así que cuando pudimos hablar de nuevo, sobre él pesaba la sombra de una tristeza a la que él ya no le ve final.
Acaba de cumplir 86 años. Detrás hay una larga vida de poeta, de novelista, de articulista, de activista político; la policía militar de su país lo persiguió por el mundo -Buenos Aires, Lima, La Habana-para que cumpliera la condena implícita que pesaba sobre él, y se salvó de la muerte. España -Palma, Madrid- fue su penúltimo refugio. En Mallorca vivió años muy felices, lo dice él, y en Madrid se hizo con casa, amigos y esperanzas; hasta que pudo volver, y fue entonces cuando inventó la palabra desexilio: acostumbrarse a vivir en el país que fue el suyo. En todas las partes acogen sus recitales -en España, en Buenos Aires, en Montevideo, en México- como los de un músico de rock, en todas las ferias del libro le piden autógrafos como si fuera un actor de cine, y muchos músicos -Viglietti, Serrat, Tania Libertad- han hecho de sus poemas música de amor y de resistencia...
Cuando estuvimos con él en Montevideo, mostró incluso momentos de cierta felicidad. Pero está herido; esta muerte de Luz ha sido para él un tremendo mazazo, y bajo esa sombra habla como si vivir ya fuera un penoso esfuerzo de soledad. Conserva intacto un cierto humor irónico, con el que llena sus poemas y sus haikus, algunos de los cuales nos recitó enseguida que nos sentamos, como si diciendo sus versos no tuviera que contarnos lo que más le dolía. Mientras lo hacía, sonriendo a veces, mostrando siempre la picardía que hay en el fondo de sus poemas más irónicos, recordé a Benedetti un día, tras una de las operaciones que le tuvieron postrado hace años, en Madrid. Le llevábamos cada día los diarios, para que él, que también fue periodista, cumpliera uno de los ritos principales de sus mañanas, y uno de esos amaneceres lo vimos desmejorado, sin afeitar. "Tienes que afeitarte, Mario; así pareces más enfermo". Al día siguiente volvimos; preguntó, como un adolescente: "¿No decís nada? ¿No has visto que me he afeitado?". Esa combinación de tristeza e ironía, y de ingenuidad a veces rabiosa, que hay en sus versos, y en su vida, es la música que debe sonar de fondo cuando se le oye hablar.
¿Cómo eran sus padres?
Había un gran desnivel cultural entre ellos... Mi padre era químico y enólogo, y mi madre casi no había acabado primaria... Mi madre era bastante caprichosa; no se llevaron bien... Mi padre era un tipo muy inteligente, generoso, buena persona. Y como profesional era excelente.
¿De dónde le venía esa relación con el vino?
Era químico, farmacéutico; cuando acabó su carrera era soltero, y era complicado para él conseguir trabajo. Le dijeron que a lo mejor en el interior del país podía ingresar como químico en alguna farmacia. Y se fue a Paso de los Toros... Le dieron trabajo en una farmacia cuyo dueño le llegó a apreciar mucho. Le decía: "Vamos a dar un paseo, y así yo me tomo un remedio". El remedio era caña, una bebida muy fuerte. Fue en Paso de los Toros donde mi padre conoció a mi madre. Y se casaron. Yo tengo el recuerdo de Paso de los Toros.
Y se fueron de Paso de los Toros...
Sí, a Tacuarembó. Ahí mi padre tenía un amigo farmacéutico, quería vender la farmacia. Y mi padre quería comprarla. Como eran tan amigos no exigió ni contrato ni inventario; cuando mi padre se quedó con la farmacia halló que estaban sólo los envases de los medicamentos; ¡todos los envases estaban vacíos! Aquel tipo le engañó. Quisieron embargarle la farmacia a mi padre, y él creyó que la podía sacar adelante. No pudo. Ese embargo pesó mucho sobre él, y terminamos yéndonos de Tacuarembó. Cuando yo tenía cuatro años nos vinimos a Montevideo.
¿Y lo del vino?
Lo del vino viene de mi abuelo. Mi abuelo tenía unos cinco títulos. Era un sabio. Se llamaba Breno Mario Edmundo Renato Nazareno Rafael Armando, mi abuelo.
Él era enólogo. Piria, el creador de Piriápolis, que era un bandido, supo que mi abuelo sabía mucho de vinos, y lo llevó para que le armara la bodega y le hiciera los vinos... Pasaron los meses y no le pagaba nada, y mi abuelo quiso irse. Pero la única manera de irse era en los barcos de Piria, y éste se los negó.
¿Y cómo se fue?
¡Se vino a pie! Atravesando campos, desde Piriápolis a Montevideo. Caminando.
Fantástico.
Luego lo contrataron, alcanzó seguridad económica y se trajo a la novia. Que estaba en Italia. Mi abuela era sorda como una tapia, pero intuía, y si notaba que se estaba diciendo algo cómico, ella se reía como una loca. Cuando él percibió que mi padre estaba en mala situación, en Montevideo, le enseñó lo de los vinos. Y como mi padre era químico, asimiló muy bien esas cosas. Por eso fue enólogo.
Esto del vino debe dar un carácter especial. Debe ser. En aquella época, como dice mi hermano Raúl, los vinos aquí eran horribles, malísimos... Donde mi padre y mi abuelo intervinieron, los vinos eran buenos. Mi abuelo también fue astrónomo; el Estado le encargó un observatorio, que tuvo en el jardín de su estancia. Él anunciaba el tiempo, las tormentas, y mandaba los partes a Montevideo.
¿Cómo se fue haciendo usted?
Aprendí a leer solo... Me pusieron en el colegio alemán, y fui enseguida a segundo, porque yo ya había leído a Julio Verne y a Salgari... Allí, en el colegio alemán, nos enseñaban a golpes...
¿Eso le marcó?
Me marcó en varios aspectos, y me hizo aprender un idioma, el alemán, que es hoy el idioma que manejo mejor...
Incluso ha sido actor en alemán...
El idioma que uno aprende en la infancia es el que uno aprende mejor. Nos separaban a los que hablábamos alemán o español con nuestras familias... Eso originó una guerra entre los que hablábamos español y los que hablaban alemán en casa, ¡se producían unas piñatas espantosas en los recreos! Ahí aprendí a jugar al rango. ¿Sabes qué es el rango?
No.
Un tipo se agacha y alguien salta por encima.
El plinto, un ejercicio de gimnasia.
Nos hacían jugar juntos, a ver si mejorábamos la relación... El alemán que me tocaba a mí se agachó, yo iba a saltar, y de pronto el tipo se tira al suelo y yo salí volando, hasta que di con la boca en una vereda... Yo le hice luego lo mismo... La peor penitencia era que el director te llevaba al despacho, te daba una paliza.
Qué disciplina. ¿Qué huella le dejó?
Me hizo muy disciplinado, muy estricto, muy puntual... Ese rigor tenía su desventaja. Una vez nos daban una clase de carpintería y un hijo de alemanes tuvo una discusión conmigo; tenía un cuchillo, me lo tiró y me lo clavó en una pierna... No era fácil la vida en el colegio alemán.
¿Y cómo se dio cuenta de por dónde iba la vida, de cómo era su país?
Vas tomando conciencia de a poco... Y del país me di cuenta más tarde, cuando ya empiezo a comparar... A mí siempre me gustó Montevideo, porque aquí me pasaron cosas buenas y malas... Soy montevideano, desde los cuatro años vivo aquí...
Y casi en todos sus libros está Montevideo...
Y me atrae porque siempre ha tenido un buen nivel cultural; fue durante muchos años el país con mayor alfabetización de América Latina. Cuando era un niño empecé a leer y leer... Los primeros versos de mi vida los escribí en alemán, ¡los profesores no se creían que fueran míos! Tuvo que ir mi padre para certificar que de veras los había escrito yo.
Era un país feliz...
Nos hizo mucho bien el fútbol... Fuimos campeones olímpicos de fútbol en los años veinte, en 1924 y en 1928, y en 1950 le ganamos a Brasil la final de la Copa del Mundo en Maracaná... Gracias al fútbol nos conocieron en el mundo... ¡Cuando ganamos las olimpiadas, en París, la gente no podía creer que un país tan chiquito, que casi no estaba en los mapas, saliera campeón!... Cuando ganamos en 1924, me acuerdo que estábamos en Tacuarembó, y mi padre escuchaba una radio española con unos auriculares que no sé de dónde se sacó... En 1928, ya en Montevideo, seguíamos los resultados en la plaza Libertad, a través de unas pizarras... Uruguay jugaba la final, con Italia, y bajaban los cartelones: "Uruguay cede córner, Italia cobra off side"... ¡Uruguay ganó 3-2!
¡Sus dos países frente a frente!
El fútbol hizo feliz a Uruguay; le dio importancia, personalidad. ¡Que un país tan chico tuviera cuatro títulos mundiales era una cosa increíble! Y lo de Maracaná ya fue el colmo.
Un orgullo.
Además, todo eso coincidió con un buen momento económico; no veías mucha miseria, siempre había algunos suburbios de pobreza, pero la gente vivía bastante bien.
Y, como diría respecto a Perú su tocayo Vargas Liosa, ¿en qué momento se jodió Uruguay?
Yo creo que fue sobre todo la crisis económica la que lo precipitó todo. Antes se había acabado el buen fútbol, se fueron los buenos jugadores... Se acabó la guerra de Corea y le dejaron de comprar productos a Uruguay, como la carne y la lana... Los Gobiernos de los que siguieron a Valle no alcanzaron la altura de éste... ¡Durante 174 años ganaron Gobiernos conservadores, hasta ahora mismo, que ganó el Frente Amplio!
En 1976 surgió una dictadura brutal... Surgió la tortura, la corrupción, el soborno, y enfrente estaban los tupamaros... Los tupamaros creían que la revolución iba a ayudar a la redistribución de la poca riqueza que le quedaba al país... Y los ricos, los militares y los gobernantes aceleraron la represión y la tortura; ahí empezó todo.
Usted hizo política...
Estuve en uno de los movimientos que se integraron en el Frente Amplio... Fue una experiencia dura, porque tienes que decir en la tribuna algo con lo que no siempre estás de acuerdo... Además, no improvisaba los discursos, los escribía, y eso para un político no es nada bueno... Un día me vinieron a avisar unos amigos: me iban a meter preso en menos de 48 horas.
El exilio.
Yo no me quería ir. "¡Te tienes que ir!", me decían, "¡te van a torturar!". Hicimos un acto por la libertad de Daniel Viglietti, y después me marché a Buenos Aires. En Buenos Aires estuve poco; era la época de López Rega. Y López Rega sacó una lista de personas que debían dejar el país, porque si no, las mataban. Entre esas personas estaba yo, el único extranjero. Me fui a Perú. Allá me dieron trabajo en un diario, con la condición de que no dijera ni media palabra de política: ni de Uruguay, ni de Perú, ni de Estados Unidos... Mis artículos versaban sobre literatura... Un día tocaron el timbre abajo. Era la policía, me querían deportar. Me dieron a elegir: Cuba, Ecuador o Uruguay. Mientras lo iba pensando, el tipo que me fue a avisar de la deportación se fue durmiendo, y yo aproveché para deshacerme de los papeles comprometidos. Cuando se despertó me rogó: "Por favor, no les diga a mis superiores que me quedé dormido".
Extraordinario.
Me acompañó luego al aeropuerto, me dio la mano y me abrazó. En Buenos Aires me estaba esperando Luz. Yo tenía un llavero que llamaba el llavero de la solidaridad porque abría las casas de cinco o seis amigos argentinos en las que yo me podía refugiar...
¿Y qué pasaba mientras en Uruguay?
Dictadura, crisis económica, y ya no se ganaba tampoco al fútbol... Todo era malo, y se iba la gente. Al exilio, por razones políticas o por razones económicas. ¡Incluso se iban a Australia! Hubo una librería en Sidney en la que sólo había libros uruguayos...
En Buenos Aires asesinaron a Zelmar Michelini, un líder uruguayo de izquierdas, de enorme carisma...
Cada discurso suyo era como un poema... Lo secuestraron, con otros compañeros; a él le había ofrecido Jimmy Carter acogida en EE UU, y no se quiso ir, "¡si en Uruguay están torturando a mi hija!". A la hija le dijeron que habían matado a su padre, los torturadores... Y los mataron, a Michelini y a sus dos compañeros...
¿Qué huella dejó en usted ese asesinato? Fue terrible. Yo estaba en La Habana, y lo escuché por alguna radio española. Un golpe espantoso. Fue mi gran amigo del exilio...
Cuba fue una escala de su exilio... Cuando estaba en Perú, Haydée Santamaría me envió una invitación para que fuera a trabajar a Casa de las Américas, que ella dirigía... Yo estaba corriendo peligro... Y cuando estaba allí les criticaba mucho, sobre todo aquellas cosas que se hacían y que perjudicaban a la revolución en el extranjero... Cuando me fui recibí una carta de Haydée: me extrañaban, decía, sobre todo por las críticas que les hacía...
¿Y cuáles eran sus críticas?
Se hacían cosas innecesarias, que daban mala imagen en el extranjero. Lo que yo trataba era que se cuidara la imagen exterior de Cuba, porque no se podían quedar solos. Yo les decía que debían tener buenas relaciones no sólo con la Unión Soviética, que tenían que abrirse a México, a Francia, a Italia... El simple apoyo de la Unión Soviética no era un apoyo muy beneficioso, aunque lo fuera desde el punto de vista técnico o económico...
¿No le parece ahora que la presencia de un hombre tanto tiempo al mando también es perjudicial para el país?
Mira, habiendo vivido en Cuba se entiende mejor eso. Fidel Castro no es sólo importante para los revolucionarios; es también importante para los que quieren que se muera. Además, antes de la revolución, Cuba estaba horrible. Los americanos no tenían prostíbulo, lo pusieron allí. Cuando ganó Fidel, la gente se lo agradeció... La enseñanza era espantosa... ¡Hasta los gusanos le reconocen que trajo cosas muy positivas! Y dicen que tiene no sé qué enfermedades, y que es millonario, y parece que nada de eso es verdad... No sé qué puede pasar cuando muera; no creo que la revolución se venga abajo. Aunque parece que está solo, ha formado gente capaz... Y del país inmoral que había conducido Batista a éste hay mucha diferencia; en Cuba la moral es muy importante...
Le tiene usted mucha gratitud a Cuba... Sí, y también por lo que representó para Uruguay. La izquierda fue muy procubana acá...
Su exilio siguió en España...
El principal problema en Cuba era que no podía comunicarme con mi familia... Si mis padres recibían una carta de Cuba, iban presos... Para comunicarme con ellos les mandaba cartas a través de amigos españoles... Y lo pasaba mal por eso, era muy doloroso no poderme comunicar directamente con ellos... EL PAÍS me había ofrecido que colaborara, y en cuanto llegué me abrieron un espacio, los lunes, en las páginas de Opinión. Me pagaban bien, de modo que no tuve problemas en España. Primero estuve en Madrid, y luego fuimos a Mallorca. Lo pasamos muy bien; a Luz le gustaba mucho la playa.
El asma le devolvió a Madrid.
En Mallorca lo pasaba de lo más bien; hablaba alemán con los turistas, escribía, pero me atacó el asma, y un médico argentino me dijo: "Andate a Madrid"; me pagaron unos derechos de La tregua, mi libro más vendido, y me compré un apartamento. El de Ramos Carrión, mi casa en Madrid.
Mataron a muchos de sus amigos en Uruguay. Y usted anduvo de país en país.
¿Qué huella le dejó el exilio?
Me demostré a mí mismo tener buena capacidad de adaptación. Y descubrí que en todos los países hay hijos de puta y gente macanuda. Me vinculé con la buena gente, no con los hijos de puta, así que tuve muy buenos amigos, en España, en Cuba, en México, en Argentina... Sé que otros uruguayos no abrían la valija, por si se volvían pronto, pero yo colocaba la ropa en los placares, porque sabía que la cosa iba a ser larga... La gente me ayudó mucho...
¿Cómo fue el regreso, el desexilio?
Era agosto, le prometí a Daniel Viglietti que haríamos un recital, a dos voces... Llegué en solitario, me fue a buscar Raúl al aeropuerto, y cuando dimos el recital hubo un gentío tal que llenaba varias calles alrededor del teatro... A la gente la encontré distinta, más desconfiada. Como la dictadura había metido espías de un lado y de otro... Las relaciones internas de los habitantes de Montevideo se habían deteriorado un poco... Yo era otro, además; la experiencia del exilio me había convertido en otra persona, con todo lo que de bueno y de malo me había dado la vida fuera de mi país. Yo era otra persona.
¿Y cómo era esa otra persona?
Era una persona más alerta, más enterada del mundo; antes estaba muy metido en la cosa uruguaya, y en el fútbol uruguayo, y seguí ocupado en todo eso en el exilio, pero ya no era lo exclusivo... En Madrid, por cierto, hice buena amistad con Juan Carlos Onetti...
Le vi alguna vez en su casa...
Sí, él no salía de la cama... Para qué iba a salir de la cama, decía: en la cama uno nace, en la cama uno coge por primera vez, en la cama uno se enamora, se casa, escribe, para qué iba a salir... Me acuerdo que una vez fue a verle un periodista, y él vio que se fijaba en que sólo tenía dos dientes. "¿Usted me mira estos dientes?", le dijo. "Pues le advierto que tengo una dentadura magnífica, pero se la he prestado a Mario Vargas Llosa".
Usted también conoció a Borges...
Un tipo extraño. Venía acá, a Montevideo, y no se ponía en plan gran personaje; era sencillo, y nosotros le admirábamos mucho, por lo que escribía. Luego tuvo posiciones que yo no compartí.
Dice que era extraño...
Era muy reservado. Me invitó a almorzar, en Buenos Aires, con su madre, doña Nora. La madre era de armas tomar. Era una generala, y él era retraído... Fue muy buen escritor.
¿Qué otros le despertaron interés? Rulfo, José Emilio Pacheco... Con Juan Rulfo fue muy curioso. Íbamos Luz y yo en un ómnibus, y él se acercó a mi mujer: "Señora, ¿me deja sentarme al lado de su marido, que creo que es Benedetti?". Empezamos a hablar de mil cosas, y ahí empezó mi amistad con Rulfo, en un ómnibus. No se daba fácil, pero cuando se daba, se daba con todo.
Y también fue muy amigo de Cortázar... Lo conocí en París. Papá había comprado una radio de onda corta, para escucharme. Y Cortázar vivía a media cuadra... Era un tipo muy simpático. Los dos trabajábamos en la radio, pero no quería ser fijo... Era muy celoso de su independencia. Un día escribió algo muy crítico con Cuba, se informó mejor y rectificó en público...
Mario, ¿cuáles han sido sus miedos?
Primero, los de cualquier niño. De adulto, la tortura. Creo que si me hubieran torturado no habría traicionado a nadie, pero me habría costado mucho sufrimiento. Siempre le tuve miedo a la tortura.
Y al tiempo, miedo al tiempo...
Y sí, porque los años van pasando y uno se va volviendo viejo, y eso es bravo reconocerlo ante el espejo.
La poesía le ha dado mucho éxito...
Hay que cuidarse del éxito, porque el éxito puede pervertir a un escritor... Nunca escribí en función del éxito, escribí lo que me salió de las pelotas... Si tenía éxito, bien, y si no, pues nada...
¿Y cómo lleva las aglomeraciones?
Eso me agobia un poco. El otro día tuve que ir a hacerme un análisis; fuera de la clínica había un gentío, y emprendieron una ovación. Ellos estaban allí, con sus problemas, y se pusieron a aplaudir... A mí me apabulla. Vivía mejor cuando me castigaban más...
Le voy a decir unas palabras, que vienen en algunos de los títulos de su último libro, y usted dice lo que quiera.
A ver.
Brindis. Por la paz.
Cuerpo.
El cuerpo te da placeres y te da dolores; con ocho operaciones encima sé los dolores que te da el cuerpo.
De las enfermedades, el asma ha sido una compañera...
El asma es una limitación para vivir, menos mal que ahora casi no tengo.
Maleta.
Viaje. La abría siempre, siempre creí que el exilio era por mucho tiempo.
Nostalgia.
El sentimiento de una pérdida, algo que se tuvo y ya no se tiene. Cosas, objetos, sentimientos, personas; se puede sentir nostalgia también de una época.
Dice en 'La tregua': "Hoy fue un día feliz, sólo rutina".
Cuando a uno le pasan cosas imprevistas, a veces son trágicas, y cuando no pasa nada imprevisto se puede decir que hay paz...
¿Es usted un solitario?
No lo soy, pero trato de que cuando tenga que vivir la soledad, ésta no me lastime... Cuando muere mi mujer, se produce un terrible momento de soledad; frente a eso, la escritura es como una guarida... Puede ser mi guarida o puede ser mi jardín, depende del estado de ánimo que esté pasando... Para el dolor es mi guarida, sobre todo cuando me han rodeado las muertes...
Ahora se reencuentra con Montevideo...
Es la ciudad que quiero. Después de años y años de Gobiernos que le hicieron daño al país, ahora vuelvo a otro Montevideo y yo soy otro también. Siempre me siento a gusto en Montevideo... La gente ha quedado malherida después de años de dictadura. Y yo también vuelvo malherido. Tratamos de recomponernos...
Leyó usted hace años, en Alicante, un poema en el que adelantaba los males de los siglos próximos...
Escribí en algún lado que un pesimista es un optimista bien informado... oreo que es difícil ser optimista cuando la humanidad está siendo manejada por una potencia tan cruel y despiadada como Estados Unidos... Yo creo que .os norteamericanos van a derrotar a Estados Unidos, creo que la única esperanza es la derrota de EE UU.
Usted es un poeta, y ha dicho que el olvido está lleno de memoria... Dígame algo inolvidable.
Toda mi relación con Luz, desde la infancia. Y conocer a Fidel, también es inolvidable... Y Maracaná... El fútbol fue muy importante, nos dio alegría. Y si ahora se puede recuperar la alegría, no es por el fútbol, es por la política... La gente tiene esperanzas en Tabaré Vázquez, y son fundadas...
¿Y cuando el fútbol se recupere, se habrá recuperado Uruguay?
No sé si el fútbol se va a recuperar, no tengo demasiadas esperanzas, pero Uruguay se recuperará.
Mario Benedetti inventó la palabra desexilio cuando ya pudo volver a Uruguay, tras los años de plomo de la dictadura en su país. Pero nadie le va a regalar una palabra que le quite la tristeza de verse solo, después de sesenta años con Luz. Luz era su mujer, y murió después de un grave y lento proceso de alzheimer; cuando nos sentamos con él, en su casa de Montevideo, Mario se levantó de pronto, cruzó la sala donde recibe las visitas y se fue hasta la estantería que hay junto a su ordenador, y vino con una fotografía que le acababa de traer su hermano Raúl. En la fotografía, los matrimonios de los dos hermanos. Luz ha muerto, y la esposa de Raúl está con la misma enfermedad, hospitalizada (luego moriría). Cuando nos enseñó la fotografía, Mario comenzó a sollozar, así que cuando pudimos hablar de nuevo, sobre él pesaba la sombra de una tristeza a la que él ya no le ve final.
Acaba de cumplir 86 años. Detrás hay una larga vida de poeta, de novelista, de articulista, de activista político; la policía militar de su país lo persiguió por el mundo -Buenos Aires, Lima, La Habana-para que cumpliera la condena implícita que pesaba sobre él, y se salvó de la muerte. España -Palma, Madrid- fue su penúltimo refugio. En Mallorca vivió años muy felices, lo dice él, y en Madrid se hizo con casa, amigos y esperanzas; hasta que pudo volver, y fue entonces cuando inventó la palabra desexilio: acostumbrarse a vivir en el país que fue el suyo. En todas las partes acogen sus recitales -en España, en Buenos Aires, en Montevideo, en México- como los de un músico de rock, en todas las ferias del libro le piden autógrafos como si fuera un actor de cine, y muchos músicos -Viglietti, Serrat, Tania Libertad- han hecho de sus poemas música de amor y de resistencia...
Cuando estuvimos con él en Montevideo, mostró incluso momentos de cierta felicidad. Pero está herido; esta muerte de Luz ha sido para él un tremendo mazazo, y bajo esa sombra habla como si vivir ya fuera un penoso esfuerzo de soledad. Conserva intacto un cierto humor irónico, con el que llena sus poemas y sus haikus, algunos de los cuales nos recitó enseguida que nos sentamos, como si diciendo sus versos no tuviera que contarnos lo que más le dolía. Mientras lo hacía, sonriendo a veces, mostrando siempre la picardía que hay en el fondo de sus poemas más irónicos, recordé a Benedetti un día, tras una de las operaciones que le tuvieron postrado hace años, en Madrid. Le llevábamos cada día los diarios, para que él, que también fue periodista, cumpliera uno de los ritos principales de sus mañanas, y uno de esos amaneceres lo vimos desmejorado, sin afeitar. "Tienes que afeitarte, Mario; así pareces más enfermo". Al día siguiente volvimos; preguntó, como un adolescente: "¿No decís nada? ¿No has visto que me he afeitado?". Esa combinación de tristeza e ironía, y de ingenuidad a veces rabiosa, que hay en sus versos, y en su vida, es la música que debe sonar de fondo cuando se le oye hablar.
¿Cómo eran sus padres?
Había un gran desnivel cultural entre ellos... Mi padre era químico y enólogo, y mi madre casi no había acabado primaria... Mi madre era bastante caprichosa; no se llevaron bien... Mi padre era un tipo muy inteligente, generoso, buena persona. Y como profesional era excelente.
¿De dónde le venía esa relación con el vino?
Era químico, farmacéutico; cuando acabó su carrera era soltero, y era complicado para él conseguir trabajo. Le dijeron que a lo mejor en el interior del país podía ingresar como químico en alguna farmacia. Y se fue a Paso de los Toros... Le dieron trabajo en una farmacia cuyo dueño le llegó a apreciar mucho. Le decía: "Vamos a dar un paseo, y así yo me tomo un remedio". El remedio era caña, una bebida muy fuerte. Fue en Paso de los Toros donde mi padre conoció a mi madre. Y se casaron. Yo tengo el recuerdo de Paso de los Toros.
Y se fueron de Paso de los Toros...
Sí, a Tacuarembó. Ahí mi padre tenía un amigo farmacéutico, quería vender la farmacia. Y mi padre quería comprarla. Como eran tan amigos no exigió ni contrato ni inventario; cuando mi padre se quedó con la farmacia halló que estaban sólo los envases de los medicamentos; ¡todos los envases estaban vacíos! Aquel tipo le engañó. Quisieron embargarle la farmacia a mi padre, y él creyó que la podía sacar adelante. No pudo. Ese embargo pesó mucho sobre él, y terminamos yéndonos de Tacuarembó. Cuando yo tenía cuatro años nos vinimos a Montevideo.
¿Y lo del vino?
Lo del vino viene de mi abuelo. Mi abuelo tenía unos cinco títulos. Era un sabio. Se llamaba Breno Mario Edmundo Renato Nazareno Rafael Armando, mi abuelo.
Él era enólogo. Piria, el creador de Piriápolis, que era un bandido, supo que mi abuelo sabía mucho de vinos, y lo llevó para que le armara la bodega y le hiciera los vinos... Pasaron los meses y no le pagaba nada, y mi abuelo quiso irse. Pero la única manera de irse era en los barcos de Piria, y éste se los negó.
¿Y cómo se fue?
¡Se vino a pie! Atravesando campos, desde Piriápolis a Montevideo. Caminando.
Fantástico.
Luego lo contrataron, alcanzó seguridad económica y se trajo a la novia. Que estaba en Italia. Mi abuela era sorda como una tapia, pero intuía, y si notaba que se estaba diciendo algo cómico, ella se reía como una loca. Cuando él percibió que mi padre estaba en mala situación, en Montevideo, le enseñó lo de los vinos. Y como mi padre era químico, asimiló muy bien esas cosas. Por eso fue enólogo.
Esto del vino debe dar un carácter especial. Debe ser. En aquella época, como dice mi hermano Raúl, los vinos aquí eran horribles, malísimos... Donde mi padre y mi abuelo intervinieron, los vinos eran buenos. Mi abuelo también fue astrónomo; el Estado le encargó un observatorio, que tuvo en el jardín de su estancia. Él anunciaba el tiempo, las tormentas, y mandaba los partes a Montevideo.
¿Cómo se fue haciendo usted?
Aprendí a leer solo... Me pusieron en el colegio alemán, y fui enseguida a segundo, porque yo ya había leído a Julio Verne y a Salgari... Allí, en el colegio alemán, nos enseñaban a golpes...
¿Eso le marcó?
Me marcó en varios aspectos, y me hizo aprender un idioma, el alemán, que es hoy el idioma que manejo mejor...
Incluso ha sido actor en alemán...
El idioma que uno aprende en la infancia es el que uno aprende mejor. Nos separaban a los que hablábamos alemán o español con nuestras familias... Eso originó una guerra entre los que hablábamos español y los que hablaban alemán en casa, ¡se producían unas piñatas espantosas en los recreos! Ahí aprendí a jugar al rango. ¿Sabes qué es el rango?
No.
Un tipo se agacha y alguien salta por encima.
El plinto, un ejercicio de gimnasia.
Nos hacían jugar juntos, a ver si mejorábamos la relación... El alemán que me tocaba a mí se agachó, yo iba a saltar, y de pronto el tipo se tira al suelo y yo salí volando, hasta que di con la boca en una vereda... Yo le hice luego lo mismo... La peor penitencia era que el director te llevaba al despacho, te daba una paliza.
Qué disciplina. ¿Qué huella le dejó?
Me hizo muy disciplinado, muy estricto, muy puntual... Ese rigor tenía su desventaja. Una vez nos daban una clase de carpintería y un hijo de alemanes tuvo una discusión conmigo; tenía un cuchillo, me lo tiró y me lo clavó en una pierna... No era fácil la vida en el colegio alemán.
¿Y cómo se dio cuenta de por dónde iba la vida, de cómo era su país?
Vas tomando conciencia de a poco... Y del país me di cuenta más tarde, cuando ya empiezo a comparar... A mí siempre me gustó Montevideo, porque aquí me pasaron cosas buenas y malas... Soy montevideano, desde los cuatro años vivo aquí...
Y casi en todos sus libros está Montevideo...
Y me atrae porque siempre ha tenido un buen nivel cultural; fue durante muchos años el país con mayor alfabetización de América Latina. Cuando era un niño empecé a leer y leer... Los primeros versos de mi vida los escribí en alemán, ¡los profesores no se creían que fueran míos! Tuvo que ir mi padre para certificar que de veras los había escrito yo.
Era un país feliz...
Nos hizo mucho bien el fútbol... Fuimos campeones olímpicos de fútbol en los años veinte, en 1924 y en 1928, y en 1950 le ganamos a Brasil la final de la Copa del Mundo en Maracaná... Gracias al fútbol nos conocieron en el mundo... ¡Cuando ganamos las olimpiadas, en París, la gente no podía creer que un país tan chiquito, que casi no estaba en los mapas, saliera campeón!... Cuando ganamos en 1924, me acuerdo que estábamos en Tacuarembó, y mi padre escuchaba una radio española con unos auriculares que no sé de dónde se sacó... En 1928, ya en Montevideo, seguíamos los resultados en la plaza Libertad, a través de unas pizarras... Uruguay jugaba la final, con Italia, y bajaban los cartelones: "Uruguay cede córner, Italia cobra off side"... ¡Uruguay ganó 3-2!
¡Sus dos países frente a frente!
El fútbol hizo feliz a Uruguay; le dio importancia, personalidad. ¡Que un país tan chico tuviera cuatro títulos mundiales era una cosa increíble! Y lo de Maracaná ya fue el colmo.
Un orgullo.
Además, todo eso coincidió con un buen momento económico; no veías mucha miseria, siempre había algunos suburbios de pobreza, pero la gente vivía bastante bien.
Y, como diría respecto a Perú su tocayo Vargas Liosa, ¿en qué momento se jodió Uruguay?
Yo creo que fue sobre todo la crisis económica la que lo precipitó todo. Antes se había acabado el buen fútbol, se fueron los buenos jugadores... Se acabó la guerra de Corea y le dejaron de comprar productos a Uruguay, como la carne y la lana... Los Gobiernos de los que siguieron a Valle no alcanzaron la altura de éste... ¡Durante 174 años ganaron Gobiernos conservadores, hasta ahora mismo, que ganó el Frente Amplio!
En 1976 surgió una dictadura brutal... Surgió la tortura, la corrupción, el soborno, y enfrente estaban los tupamaros... Los tupamaros creían que la revolución iba a ayudar a la redistribución de la poca riqueza que le quedaba al país... Y los ricos, los militares y los gobernantes aceleraron la represión y la tortura; ahí empezó todo.
Usted hizo política...
Estuve en uno de los movimientos que se integraron en el Frente Amplio... Fue una experiencia dura, porque tienes que decir en la tribuna algo con lo que no siempre estás de acuerdo... Además, no improvisaba los discursos, los escribía, y eso para un político no es nada bueno... Un día me vinieron a avisar unos amigos: me iban a meter preso en menos de 48 horas.
El exilio.
Yo no me quería ir. "¡Te tienes que ir!", me decían, "¡te van a torturar!". Hicimos un acto por la libertad de Daniel Viglietti, y después me marché a Buenos Aires. En Buenos Aires estuve poco; era la época de López Rega. Y López Rega sacó una lista de personas que debían dejar el país, porque si no, las mataban. Entre esas personas estaba yo, el único extranjero. Me fui a Perú. Allá me dieron trabajo en un diario, con la condición de que no dijera ni media palabra de política: ni de Uruguay, ni de Perú, ni de Estados Unidos... Mis artículos versaban sobre literatura... Un día tocaron el timbre abajo. Era la policía, me querían deportar. Me dieron a elegir: Cuba, Ecuador o Uruguay. Mientras lo iba pensando, el tipo que me fue a avisar de la deportación se fue durmiendo, y yo aproveché para deshacerme de los papeles comprometidos. Cuando se despertó me rogó: "Por favor, no les diga a mis superiores que me quedé dormido".
Extraordinario.
Me acompañó luego al aeropuerto, me dio la mano y me abrazó. En Buenos Aires me estaba esperando Luz. Yo tenía un llavero que llamaba el llavero de la solidaridad porque abría las casas de cinco o seis amigos argentinos en las que yo me podía refugiar...
¿Y qué pasaba mientras en Uruguay?
Dictadura, crisis económica, y ya no se ganaba tampoco al fútbol... Todo era malo, y se iba la gente. Al exilio, por razones políticas o por razones económicas. ¡Incluso se iban a Australia! Hubo una librería en Sidney en la que sólo había libros uruguayos...
En Buenos Aires asesinaron a Zelmar Michelini, un líder uruguayo de izquierdas, de enorme carisma...
Cada discurso suyo era como un poema... Lo secuestraron, con otros compañeros; a él le había ofrecido Jimmy Carter acogida en EE UU, y no se quiso ir, "¡si en Uruguay están torturando a mi hija!". A la hija le dijeron que habían matado a su padre, los torturadores... Y los mataron, a Michelini y a sus dos compañeros...
¿Qué huella dejó en usted ese asesinato? Fue terrible. Yo estaba en La Habana, y lo escuché por alguna radio española. Un golpe espantoso. Fue mi gran amigo del exilio...
Cuba fue una escala de su exilio... Cuando estaba en Perú, Haydée Santamaría me envió una invitación para que fuera a trabajar a Casa de las Américas, que ella dirigía... Yo estaba corriendo peligro... Y cuando estaba allí les criticaba mucho, sobre todo aquellas cosas que se hacían y que perjudicaban a la revolución en el extranjero... Cuando me fui recibí una carta de Haydée: me extrañaban, decía, sobre todo por las críticas que les hacía...
¿Y cuáles eran sus críticas?
Se hacían cosas innecesarias, que daban mala imagen en el extranjero. Lo que yo trataba era que se cuidara la imagen exterior de Cuba, porque no se podían quedar solos. Yo les decía que debían tener buenas relaciones no sólo con la Unión Soviética, que tenían que abrirse a México, a Francia, a Italia... El simple apoyo de la Unión Soviética no era un apoyo muy beneficioso, aunque lo fuera desde el punto de vista técnico o económico...
¿No le parece ahora que la presencia de un hombre tanto tiempo al mando también es perjudicial para el país?
Mira, habiendo vivido en Cuba se entiende mejor eso. Fidel Castro no es sólo importante para los revolucionarios; es también importante para los que quieren que se muera. Además, antes de la revolución, Cuba estaba horrible. Los americanos no tenían prostíbulo, lo pusieron allí. Cuando ganó Fidel, la gente se lo agradeció... La enseñanza era espantosa... ¡Hasta los gusanos le reconocen que trajo cosas muy positivas! Y dicen que tiene no sé qué enfermedades, y que es millonario, y parece que nada de eso es verdad... No sé qué puede pasar cuando muera; no creo que la revolución se venga abajo. Aunque parece que está solo, ha formado gente capaz... Y del país inmoral que había conducido Batista a éste hay mucha diferencia; en Cuba la moral es muy importante...
Le tiene usted mucha gratitud a Cuba... Sí, y también por lo que representó para Uruguay. La izquierda fue muy procubana acá...
Su exilio siguió en España...
El principal problema en Cuba era que no podía comunicarme con mi familia... Si mis padres recibían una carta de Cuba, iban presos... Para comunicarme con ellos les mandaba cartas a través de amigos españoles... Y lo pasaba mal por eso, era muy doloroso no poderme comunicar directamente con ellos... EL PAÍS me había ofrecido que colaborara, y en cuanto llegué me abrieron un espacio, los lunes, en las páginas de Opinión. Me pagaban bien, de modo que no tuve problemas en España. Primero estuve en Madrid, y luego fuimos a Mallorca. Lo pasamos muy bien; a Luz le gustaba mucho la playa.
El asma le devolvió a Madrid.
En Mallorca lo pasaba de lo más bien; hablaba alemán con los turistas, escribía, pero me atacó el asma, y un médico argentino me dijo: "Andate a Madrid"; me pagaron unos derechos de La tregua, mi libro más vendido, y me compré un apartamento. El de Ramos Carrión, mi casa en Madrid.
Mataron a muchos de sus amigos en Uruguay. Y usted anduvo de país en país.
¿Qué huella le dejó el exilio?
Me demostré a mí mismo tener buena capacidad de adaptación. Y descubrí que en todos los países hay hijos de puta y gente macanuda. Me vinculé con la buena gente, no con los hijos de puta, así que tuve muy buenos amigos, en España, en Cuba, en México, en Argentina... Sé que otros uruguayos no abrían la valija, por si se volvían pronto, pero yo colocaba la ropa en los placares, porque sabía que la cosa iba a ser larga... La gente me ayudó mucho...
¿Cómo fue el regreso, el desexilio?
Era agosto, le prometí a Daniel Viglietti que haríamos un recital, a dos voces... Llegué en solitario, me fue a buscar Raúl al aeropuerto, y cuando dimos el recital hubo un gentío tal que llenaba varias calles alrededor del teatro... A la gente la encontré distinta, más desconfiada. Como la dictadura había metido espías de un lado y de otro... Las relaciones internas de los habitantes de Montevideo se habían deteriorado un poco... Yo era otro, además; la experiencia del exilio me había convertido en otra persona, con todo lo que de bueno y de malo me había dado la vida fuera de mi país. Yo era otra persona.
¿Y cómo era esa otra persona?
Era una persona más alerta, más enterada del mundo; antes estaba muy metido en la cosa uruguaya, y en el fútbol uruguayo, y seguí ocupado en todo eso en el exilio, pero ya no era lo exclusivo... En Madrid, por cierto, hice buena amistad con Juan Carlos Onetti...
Le vi alguna vez en su casa...
Sí, él no salía de la cama... Para qué iba a salir de la cama, decía: en la cama uno nace, en la cama uno coge por primera vez, en la cama uno se enamora, se casa, escribe, para qué iba a salir... Me acuerdo que una vez fue a verle un periodista, y él vio que se fijaba en que sólo tenía dos dientes. "¿Usted me mira estos dientes?", le dijo. "Pues le advierto que tengo una dentadura magnífica, pero se la he prestado a Mario Vargas Llosa".
Usted también conoció a Borges...
Un tipo extraño. Venía acá, a Montevideo, y no se ponía en plan gran personaje; era sencillo, y nosotros le admirábamos mucho, por lo que escribía. Luego tuvo posiciones que yo no compartí.
Dice que era extraño...
Era muy reservado. Me invitó a almorzar, en Buenos Aires, con su madre, doña Nora. La madre era de armas tomar. Era una generala, y él era retraído... Fue muy buen escritor.
¿Qué otros le despertaron interés? Rulfo, José Emilio Pacheco... Con Juan Rulfo fue muy curioso. Íbamos Luz y yo en un ómnibus, y él se acercó a mi mujer: "Señora, ¿me deja sentarme al lado de su marido, que creo que es Benedetti?". Empezamos a hablar de mil cosas, y ahí empezó mi amistad con Rulfo, en un ómnibus. No se daba fácil, pero cuando se daba, se daba con todo.
Y también fue muy amigo de Cortázar... Lo conocí en París. Papá había comprado una radio de onda corta, para escucharme. Y Cortázar vivía a media cuadra... Era un tipo muy simpático. Los dos trabajábamos en la radio, pero no quería ser fijo... Era muy celoso de su independencia. Un día escribió algo muy crítico con Cuba, se informó mejor y rectificó en público...
Mario, ¿cuáles han sido sus miedos?
Primero, los de cualquier niño. De adulto, la tortura. Creo que si me hubieran torturado no habría traicionado a nadie, pero me habría costado mucho sufrimiento. Siempre le tuve miedo a la tortura.
Y al tiempo, miedo al tiempo...
Y sí, porque los años van pasando y uno se va volviendo viejo, y eso es bravo reconocerlo ante el espejo.
La poesía le ha dado mucho éxito...
Hay que cuidarse del éxito, porque el éxito puede pervertir a un escritor... Nunca escribí en función del éxito, escribí lo que me salió de las pelotas... Si tenía éxito, bien, y si no, pues nada...
¿Y cómo lleva las aglomeraciones?
Eso me agobia un poco. El otro día tuve que ir a hacerme un análisis; fuera de la clínica había un gentío, y emprendieron una ovación. Ellos estaban allí, con sus problemas, y se pusieron a aplaudir... A mí me apabulla. Vivía mejor cuando me castigaban más...
Le voy a decir unas palabras, que vienen en algunos de los títulos de su último libro, y usted dice lo que quiera.
A ver.
Brindis. Por la paz.
Cuerpo.
El cuerpo te da placeres y te da dolores; con ocho operaciones encima sé los dolores que te da el cuerpo.
De las enfermedades, el asma ha sido una compañera...
El asma es una limitación para vivir, menos mal que ahora casi no tengo.
Maleta.
Viaje. La abría siempre, siempre creí que el exilio era por mucho tiempo.
Nostalgia.
El sentimiento de una pérdida, algo que se tuvo y ya no se tiene. Cosas, objetos, sentimientos, personas; se puede sentir nostalgia también de una época.
Dice en 'La tregua': "Hoy fue un día feliz, sólo rutina".
Cuando a uno le pasan cosas imprevistas, a veces son trágicas, y cuando no pasa nada imprevisto se puede decir que hay paz...
¿Es usted un solitario?
No lo soy, pero trato de que cuando tenga que vivir la soledad, ésta no me lastime... Cuando muere mi mujer, se produce un terrible momento de soledad; frente a eso, la escritura es como una guarida... Puede ser mi guarida o puede ser mi jardín, depende del estado de ánimo que esté pasando... Para el dolor es mi guarida, sobre todo cuando me han rodeado las muertes...
Ahora se reencuentra con Montevideo...
Es la ciudad que quiero. Después de años y años de Gobiernos que le hicieron daño al país, ahora vuelvo a otro Montevideo y yo soy otro también. Siempre me siento a gusto en Montevideo... La gente ha quedado malherida después de años de dictadura. Y yo también vuelvo malherido. Tratamos de recomponernos...
Leyó usted hace años, en Alicante, un poema en el que adelantaba los males de los siglos próximos...
Escribí en algún lado que un pesimista es un optimista bien informado... oreo que es difícil ser optimista cuando la humanidad está siendo manejada por una potencia tan cruel y despiadada como Estados Unidos... Yo creo que .os norteamericanos van a derrotar a Estados Unidos, creo que la única esperanza es la derrota de EE UU.
Usted es un poeta, y ha dicho que el olvido está lleno de memoria... Dígame algo inolvidable.
Toda mi relación con Luz, desde la infancia. Y conocer a Fidel, también es inolvidable... Y Maracaná... El fútbol fue muy importante, nos dio alegría. Y si ahora se puede recuperar la alegría, no es por el fútbol, es por la política... La gente tiene esperanzas en Tabaré Vázquez, y son fundadas...
¿Y cuando el fútbol se recupere, se habrá recuperado Uruguay?
No sé si el fútbol se va a recuperar, no tengo demasiadas esperanzas, pero Uruguay se recuperará.
Vía: revista El País Semanal
About Double Standard and Selective Justice!
0 Comments Published by Unknown on domingo, septiembre 17, 2006 at 12:21 p.m..Por Dr. Khaled Batarfi
Correo
In a classic George Orwell novel, a character explains to a commoner: Yes, we are all equals, but some are more equal than others.
True, since the beginning of time, the strong has managed to justify applying varying grades of justice to different levels of people. The class system was one way of making those on the top of the ladder above the law, and those directly below accountable only to their seniors. Even with the Common Law that applies to the rest of us, there are enough holes in the net — sometimes called exceptions — to let the sharks through and keep the little fish in.
The art of “framing” was invented to serve the elite and justify the unjustifiable. Smart people could always call things and actions in a way that make them either acceptable or abhorrent.
One of the classic products of this art is the different names we assign to resistant movements, like the American rebellion against British rule, the Arab revolt against the Ottoman Empire and the European resistance to the Nazi occupation. The very same people become terrorists to some and freedom fighters to others.
History is full of examples. Many regards Genghis Khan as a legend and others who look at the ways he ruled the world call him savage. The same could be said of other historical figures who caused far more death and destruction, like Mao and Stalin. Stalin caused the death of twenty million of his own people, and still many consider him the Man of Steel and the greatest leader in Russian history.
Today, double standards and framing cases are plenty. The Zionists and neocons, like the Nazis and Communists, are pretty good at it. Interestingly enough, they use similar terms and ways. The Final Solution that meant Holocaust to millions of innocent Jews is used today to justify raining death and destruction on millions of Palestinians. The theatrical, open-ended Cultural Revolution that killed millions of Chinese in the Maoist era equals the War on Terror that too has no clear definition, schedule or end results.
The invasion and occupation of Iraq was sold as a noble quest for bringing democracy to the Middle East. The world community seeks to get rid of Iraq’s weapons of mass destruction and allies of Al-Qaeda, they told us. Since the first pretexts turned out to be manufactured lies, Saddam became a new Hitler who, if left alone, would start World War III. The invasion was called the “War of Liberation.”
However, while the fight against the Russian invaders of Afghanistan was described as Islamic jihad, the Iraqi resistance to the “War of Liberation” is dismissed as naked terrorism. The Israeli wars on Lebanon and the Palestinians are acts of “self-defense”. However, if the victims fight back, in an organized fashion or individually, it is suicidal terror. America’s multi-billion dollar economic and military support to rich, powerful and destructive Israel that has surplus budget and one of the world’s highest GDP is regarded as right, moral and necessary. But the much smaller Iranian aid to Hezbollah is considered outrageous support for a terrorist organization.
A Pakistani nuclear bomb is called “Islamic”, and the “alleged” Iranian quest for nuclear power is regarded as a threat to world peace and security. In the meanwhile, the Indian bomb is not called Hindu, and Israel, which the world voted the greatest threat to peace, is not even mentioned as a nuclear state and its hundreds of nuclear heads have never been called “Jewish.”
Europe lived through a decade of religious wars. Ireland went through devastating decades of such a war. Yet, no one labeled a US-supported terrorist organization, like IRA, Christian. The same can be said of the many religious militias in the US, Europe, Israel and India. Not even one was described as fascist Christian, Jewish or Hindu, as Mr. Bush recently called ours.
When Western religious leaders, including presidential advisers, insult Islam, call for war on Muslims, and collect billions of dollars to help Christian revolts in Muslim countries, it is their constitutional right. But when Muslims contribute to Islamic charities and causes, and when some extremists in the Muslim world express their frustration, anger and desperation, it is terrorism support and hate speech.
Worse, we are all held responsible for what they say and collectively punished. Such double standard and selective application of justice give credence to our extremists’ claims of new crusades and Christian-Jewish conspiracy. Both sides respond with more extremist positions and actions. We need to end this vicious cycle, but who would take the first step? The better and wiser ones of course!
Vía: Arab News
Correo
In a classic George Orwell novel, a character explains to a commoner: Yes, we are all equals, but some are more equal than others.
True, since the beginning of time, the strong has managed to justify applying varying grades of justice to different levels of people. The class system was one way of making those on the top of the ladder above the law, and those directly below accountable only to their seniors. Even with the Common Law that applies to the rest of us, there are enough holes in the net — sometimes called exceptions — to let the sharks through and keep the little fish in.
The art of “framing” was invented to serve the elite and justify the unjustifiable. Smart people could always call things and actions in a way that make them either acceptable or abhorrent.
One of the classic products of this art is the different names we assign to resistant movements, like the American rebellion against British rule, the Arab revolt against the Ottoman Empire and the European resistance to the Nazi occupation. The very same people become terrorists to some and freedom fighters to others.
History is full of examples. Many regards Genghis Khan as a legend and others who look at the ways he ruled the world call him savage. The same could be said of other historical figures who caused far more death and destruction, like Mao and Stalin. Stalin caused the death of twenty million of his own people, and still many consider him the Man of Steel and the greatest leader in Russian history.
Today, double standards and framing cases are plenty. The Zionists and neocons, like the Nazis and Communists, are pretty good at it. Interestingly enough, they use similar terms and ways. The Final Solution that meant Holocaust to millions of innocent Jews is used today to justify raining death and destruction on millions of Palestinians. The theatrical, open-ended Cultural Revolution that killed millions of Chinese in the Maoist era equals the War on Terror that too has no clear definition, schedule or end results.
The invasion and occupation of Iraq was sold as a noble quest for bringing democracy to the Middle East. The world community seeks to get rid of Iraq’s weapons of mass destruction and allies of Al-Qaeda, they told us. Since the first pretexts turned out to be manufactured lies, Saddam became a new Hitler who, if left alone, would start World War III. The invasion was called the “War of Liberation.”
However, while the fight against the Russian invaders of Afghanistan was described as Islamic jihad, the Iraqi resistance to the “War of Liberation” is dismissed as naked terrorism. The Israeli wars on Lebanon and the Palestinians are acts of “self-defense”. However, if the victims fight back, in an organized fashion or individually, it is suicidal terror. America’s multi-billion dollar economic and military support to rich, powerful and destructive Israel that has surplus budget and one of the world’s highest GDP is regarded as right, moral and necessary. But the much smaller Iranian aid to Hezbollah is considered outrageous support for a terrorist organization.
A Pakistani nuclear bomb is called “Islamic”, and the “alleged” Iranian quest for nuclear power is regarded as a threat to world peace and security. In the meanwhile, the Indian bomb is not called Hindu, and Israel, which the world voted the greatest threat to peace, is not even mentioned as a nuclear state and its hundreds of nuclear heads have never been called “Jewish.”
Europe lived through a decade of religious wars. Ireland went through devastating decades of such a war. Yet, no one labeled a US-supported terrorist organization, like IRA, Christian. The same can be said of the many religious militias in the US, Europe, Israel and India. Not even one was described as fascist Christian, Jewish or Hindu, as Mr. Bush recently called ours.
When Western religious leaders, including presidential advisers, insult Islam, call for war on Muslims, and collect billions of dollars to help Christian revolts in Muslim countries, it is their constitutional right. But when Muslims contribute to Islamic charities and causes, and when some extremists in the Muslim world express their frustration, anger and desperation, it is terrorism support and hate speech.
Worse, we are all held responsible for what they say and collectively punished. Such double standard and selective application of justice give credence to our extremists’ claims of new crusades and Christian-Jewish conspiracy. Both sides respond with more extremist positions and actions. We need to end this vicious cycle, but who would take the first step? The better and wiser ones of course!
Vía: Arab News
Carta enviada por Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska
1 Comments Published by Unknown on sábado, septiembre 16, 2006 at 5:23 p.m..Elena:
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.
No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de porqué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.
Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
•••
En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
•••
Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.
A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno. Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.
¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.
Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
FIRMA
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.
No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de porqué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.
Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
•••
En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
•••
Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.
A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno. Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.
¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.
Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
FIRMA
Vía: El Universal
Por Roger Bartra
Vía: revista Letras Libres
Fango sobre la democracia
La izquierda mexicana enfrenta su máxima paradoja histórica. Nunca antes había obtenido un apoyo tan grande para la Cámara de Diputados y de Senadores, y nunca antes había estado tan cerca de alcanzar la Presidencia. Es la justa retribución a su trabajo por la mayoría menos favorecida, y su indispensable lucha por la transición democrática, acelerada tras sufrir la afrenta del fraude en 1988. En aquella ocasión, en lugar de optar por la vía insurreccional o de la resistencia civil, decidió sabiamente hacerlo por la institucional, para transformar el sistema desde dentro. Y lo logró. La presión del PRD ha sido tan trascendente como la del PAN para abrir y civilizar el sistema político mexicano. Fue una sabia decisión, cuyos réditos no han sido menores, al garantizar la alternancia –prueba de fuego de toda democracia– en los tres niveles del poder ejecutivo: municipal, estatal y federal. Todo este caudal legitimador y democrático, útil para la concordia y el bien ciudadano, está a punto de ir a dar a la basura (¿de la historia?) por el solo capricho de un hombre (otrora luchador social de notable trayectoria) y de su fiel camarilla, integrada, para ironía mayor, por ex priistas de última hora y de turbio –o negro– pasado electoral. Con los ojos bien abiertos hemos asistido a un debate en donde el sentido de las palabras ha perdido su razón de ser, ya que quienes dicen defender la democracia la están secuestrando, literalmente. Un alud de lodo basado en la mala fe, la magnificación de errores nimios, la burda mentira y la manipulación, ha puesto al borde del abismo la legitimidad, que no la legalidad, de nuestro sistema democrático, ardua y trabajosamente construido en las últimas dos décadas, entre todos, contra la inercia, las trampas y violencia del viejo PRI. La fábula del ladrón que, sorprendido con las manos en la masa, grita “al ladrón”, se queda corta. Y en medio de este monumental desbarajuste, no pocos intelectuales mexicanos han vuelto a demostrar que, negándose a hacer una crítica de la violencia revolucionaria y de los líderes que la encarnan –notoriamente “Marcos” y Castro–, a la hora de la verdad no se está en condiciones óptimas de defender los valores democráticos. No debe extrañarnos por ello que, cuando termine su idilio con el Mesías Tropical, hartos de ser simples figuras decorativas en una estrategia que los rebasa, ninguno de ellos se sienta obligado a dar explicaciones. En este número, Roger Bartra analiza las razones de la derrota de la izquierda, desde la legitimidad de haber sido uno de los pocos que la había pronosticado y avizora las consecuencias de la actitud postelectoral del sector, así como los retos del nuevo gobierno; Guillermo Sheridan publica un demoledor diario político, desde el 3 de julio al cierre de esta edición, con una colección tragicómica de los dichos y las acciones más extremas y alucinadas de las que hemos sido testigos; Miguel Basáñez analiza el voto emitido el 2 de julio y demuestra que el país no está dividido en dos, como se repite una y otra vez; y los creadores de la fundación ideaxmexico.com explican cómo funcionó el voto cruzado. Por otra parte, Luis González de Alba y Christopher Domínguez Michael estudian el comportamiento de buena parte de nuestra clase intelectual, y sus pulsiones, que podemos englobar bajo el sombrío título que acuñó Esteban de la Boétie: “la servidumbre voluntaria”. Por último, va un reportaje escrito y fotográfico de la vida en el campamento de la Reforma, sus motivaciones, actitudes, iconografía, valores y razones para dormir a la intemperie.
¿Por qué perdió la izquierda y dónde radica su incapacidad para aceptarlo?, ¿cuáles son los retos del ganador?, ¿cómo opera el clintelismo en la capital y a qué se debe el arrobo de los intelectuales por AMLO?, ¿cuáles son los riesgos de la protesta posteletoral para nuestra joven democracia? Bartra ensaya lúcidas respuestas para estas preguntas.
El candidato de la izquierda populista ha volcado un inmenso alud de lodo sobre las elecciones presidenciales más transparentes y auténticas que ha habido en México. No ha aceptado su derrota, ha denunciado un inmenso fraude, sin probarlo, y ha rechazado las decisiones del Tribunal Electoral. De esta manera ha culminado el proceso de su metamorfosis, y de ser una opción política se ha convertido en una molestia social. Ha envenenado el ambiente electoral y ha colocado súbitamente a la izquierda en una posición contestataria marginal. Con su agresivo populismo ha ayudado a que la derecha se mantenga en el gobierno. ¿Cómo se pueden explicar estos insólitos resultados? Ha llegado el momento de reflexionar, de discutir y de abandonar los maniqueísmos. Detrás del escenario de la confrontación entre dos adversarios, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, hay una complejísima textura que nos invita a matizar y a desentrañar los mecanismos menos visibles de la lucha política.
Populismo conservador
¿Por qué perdió la izquierda? A partir de 1988 la izquierda logró erigirse como la gran responsable moral de la transición y en el motor más importante que impulsa la instauración, casi una década después, de procesos electorales confiables operados por instancias autónomas y ciudadanas. Sin embargo, desde sus orígenes comenzaron a ser visibles las tendencias que minaban al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Me refiero a la expansión de un populismo conservador que iba recogiendo los deshechos del viejo nacionalismo revolucionario que el PRI abandonaba en el camino. Lo llamo populismo porque su base es la relación del jefe con “su” pueblo, al margen de las instituciones democráticas de representación, gracias a una estructura de mediación informal por la que fluye un intercambio de apoyos y favores. Es la forma tradicional en que han operado los caciques, tanto en los ejidos como en los sindicatos, tanto en regiones rurales como en ciudades. Lo llamo conservador porque se propone preservar o restaurar formas de poder e ideas propias de nuestro antiguo régimen, el autoritarismo revolucionario que dominó a México durante siete décadas.
La hegemonía en la izquierda del populismo conservador fue una de las causas que contribuyeron a la derrota de su candidato a la presidencia en el 2000, Cuauhtémoc Cárdenas. El PRD y sus confusos aliados, en esas primeras elecciones claramente transparentes y democráticas, presentaron la imagen marchita del viejo nacionalismo revolucionario ante una derecha democrática, moderna y pragmática encabezada por Vicente Fox. Pero la izquierda no comprendió la situación y atribuyó equivocadamente su fracaso a las manipulaciones mercadotécnicas de la extrema derecha, de las corporaciones empresariales y del catolicismo militante conservador.
Durante la campaña del 2006 López Obrador continuó en la misma línea. A pesar de ofrecer un programa político tibio, desarrolló una furiosa campaña contra la clase media, los ricos y el presidente Fox. En nombre de los pobres, condujo una espectacular confrontación que le enajenó el apoyo de sectores que ejercen una influencia crítica en la sociedad. El clímax del desprecio por la clase media ocurrió en junio de 2004, cuando descalificó con malos términos a los cientos de miles de personas que en la ciudad de México marcharon para exigir seguridad. Sólo en condiciones muy excepcionales de gran deterioro político de los partidos tradicionales (como ocurrió en Venezuela) puede un dirigente populista, enfrentado agresivamente a los sectores medios, obtener la mayoría electoral. El discurso incendiario de López Obrador contra la asustadiza clase media le hizo perder millones de votos. A ello se agregó el hecho de que arremetió reiteradamente contra la figura presidencial, sin darse cuenta de que Vicente Fox es para la mayoría de los mexicanos el símbolo de la transición democrática y representa a una fuerza que derrotó el autoritarismo del antiguo régimen. En esta campaña electoral la izquierda populista cometió un terrible error de apreciación: denunció al gobierno de Fox como el poder represivo y cuasifascista que había conducido al país a un desastre económico. Proclamó que la gente ya no podía tolerar tanta opresión provocada por un grupo de traidores a la democracia que conspiran contra las causas populares representadas por López Obrador.
Sin embargo, era obvio que la mayor parte de la gente no percibía esta “catástrofe” en la que se supone que vivía el país. La amenaza del complot, de la derecha ultramontana, de la organización secreta de El Yunque, de los empresarios corruptos y de la quiebra socioeconómica tampoco se convirtió en una percepción generalizada. Estas exageraciones crearon un fantasma con el que se enfrentaba la esgrima electoral de la izquierda populista, pero las estocadas sólo rasgaron el aire de un espacio vacío. El resultado fue que se esfumaron los cuatro o cinco millones de votos que López Obrador suponía que tenía de ventaja por arriba de su adversario. Según los datos del Instituto Federal Electoral (IFE) Calderón le ganó por cerca de un cuarto de millón de votos.
El cacique y su pirámide
Las reflexiones anteriores deben ser matizadas. La izquierda recibió un voto considerablemente alto, se ubica como segunda fuerza en el Congreso y su candidato casi gana la Presidencia. Ello significa que, además de los factores considerados, que minaron su caudal de votos, la izquierda recibió nuevos apoyos que no tenía hace pocos años. Muchos encuentran la explicación en el surgimiento de un apóstol –López Obrador– que parece escapado de las páginas floridas del realismo mágico latinoamericano. El sur profundo habría por fin parido a un jefe capaz de encabezar la lucha de los desposeídos y agraviados.
Aunque el aura folclórica que genera López Obrador a veces parecería confirmar el estereotipo del caudillo épico; yo creo que el candidato a la presidencia del PRD es un fenómeno político de una naturaleza mucho más prosaica. Creo que se trata de un cacique urbano populista que tejió su fuerza gracias a una estructura de mediaciones sociales calcada del modelo que ha sido la base tradicional del PRI. Se trata de una densa red clientelar de organizaciones más o menos informales ligadas a los barrios, a bandas políticas vinculadas con sectores marginales, a grupos de comerciantes, de taxistas, de microbuseros, de vendedores ambulantes. Un tejido que incluye la gestoría de inversiones, la distribución de ayudas económicas a ancianos o minusválidos, la legalización de terrenos invadidos, a empresas constructoras o proveedoras, a sindicatos y a pequeños líderes de grupos de presión. Este conjunto constituye una pirámide de mediaciones, que pasa por las Delegaciones y en cuya cúspide se encuentra el jefe de gobierno de la ciudad de México. Desde este cargo, que es la segunda posición política con mayor fuerza en el país, López Obrador realizó una larga campaña electoral durante más de cinco años. Ningún gobernador concentra tanto poder político como el jefe de gobierno de la ciudad de México. López Obrador llegó a las alturas del poder al ganar las elecciones del año 2000, pero es evidente que para ello se basó en el gran prestigio de Cuauhtémoc Cárdenas y en la red de mediaciones clientelares que recicló y creó Rosario Robles. Le dejaron el banquete servido y, una vez sentado en la mesa, liquidó políticamente a sus dos predecesores en el cargo.
Esta liquidación produjo una dramática desgarradura y abrió una rendija que permitió dar un vistazo a las entrañas de la pirámide de mediaciones. Se comprobó que las redes clientelares que forman la base del cacicazgo urbano están contaminadas por la corrupción. En realidad, la corrupción es el aceite que permite que la maquinaria caciquil pueda funcionar con eficacia. Si no se engrasan los ejes mediadores, los poderosos de la cúspide quedan abandonados a su suerte y aislados de su base popular. Esto no es nada nuevo, pero fue evidenciado en el espectáculo televisivo, conducido por un payaso, que mostró los corruptos trafiques del líder de la fracción del PRD en la Asamblea de Representantes de la ciudad de México y mano derecha de López Obrador, recibiendo dinero de un empresario, muy cercano amigo de la ex Jefa de Gobierno. Otros videos de aquella época, comienzos de 2004, revelaron la siniestra actuación del Secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, que se entretenía jugando en un casino en Las Vegas para matar los tiempos libres que le dejaban las operaciones financieras ocultas que, presumiblemente, reciclaban dinero destinado a la campaña de su jefe.
Además de la gran pirámide de mediaciones sobre las que se asienta el poder del caciquismo populista, hubo otros dos fenómenos –ligados entre sí– que incrementaron el voto por la izquierda: la descomposición del PRI y el desafuero de López Obrador. Por lo que se refiere a lo primero, debemos notar que el PRD no sólo recicló gran parte del viejo ideario del PRI, sino también un número considerable y significativo de dirigentes que, ante la descomposición y decadencia del ex partido oficial, escapaban del naufragio. En la medida en que las encuestas señalaban a López Obrador como el favorito en una carrera en la que prácticamente iba solo, el flujo de priistas que inflaba al PRD aumentó. Cuando Roberto Madrazo, después de una cruenta lucha interna, fue proclamado candidato del PRI a la Presidencia, el malestar y el descontento de grandes sectores de su partido aumentó. Desde luego que el PAN también se benefició de la descomposición del PRI, y logró recoger principalmente el apoyo de sectores tecnocráticos y zedillistas. El PRD recibió la simpatía de los sectores más atrasados, como los del sindicalismo corrupto o los representados por el senador Manuel Bartlett, el demiurgo del gran fraude electoral de 1988, que hizo pública su inclinación por López Obrador.
La otra gran fuente de la que abrevó la popularidad de López Obrador fueron los grandes errores del gobierno de Fox, principalmente el malhadado proceso de desafuero. Lo peor que podía hacerse ante un dirigente que se quejaba a cada paso de una conspiración en su contra era perseguirlo judicialmente. Y eso fue precisamente lo que decidió hacer el presidente Fox, para desánimo de muchos y aumento de la paranoia de otros: iniciar un proceso contra López Obrador por haber desacatado la orden de un juez en un juicio de amparo ligado a la apertura de una calle que debía dar acceso a un hospital privado. El escándalo estalló debido a que el juicio lo inhabilitaría como candidato a la Presidencia. López Obrador aprovechó el proceso, como un regalo caído del cielo, para proyectar con fuerza su convicción de que querían eliminarlo de la justa electoral. El PRI, que había boicoteado las reformas propuestas por el gobierno a la Cámara de Diputados, apoyó con entusiasmo esta insensatez. El resultado era previsible: el Presidente tuvo que saltarse los principios jurídicos que había defendido, pedir la renuncia de su fiscal, parar el proceso y contemplar con espanto que había logrado amplificar extraordinariamente la fuerza de López Obrador.
Así, el candidato de la izquierda se colocó en el primer lugar, según todas las encuestas. Pero a partir de ese momento comenzaron a operar los factores que minarían paulatinamente su popularidad. López Obrador perdió la ocasión de dar un golpe de timón para ubicarse como un estadista socialdemócrata, y persistió tercamente en sus empeños como populista conservador.
Derechas modernas
Debido a las consideraciones que he expuesto, y después de hacer un balance de las contradictorias tendencias políticas, desde que comenzó el periodo electoral me convencí de que era muy probable que López Obrador perdiera las elecciones. La evolución de los resultados de las encuestas, que al final separaban a los dos candidatos por un punto porcentual, confirmaba mi interpretación. Además critiqué las dificultades que tenía la izquierda conservadora para aceptar la democracia y la legalidad. Viejos hábitos “revolucionarios” que desprecian el sistema electoral y la legalidad democrática se habían extendido y auspiciaban una reacción contra el proceso de transición iniciado en el 2000. Pero, por muy amplia que fuera la reacción antidemocrática, pensé que una racionalidad cívica moderna ya se había expandido considerablemente en el electorado. Para mi consternación, al conocer los resultados electorales divulgados por el IFE y las vehementes protestas de las fuerzas que apoyan a López Obrador, me di cuenta de que la irracionalidad estaba mucho más extendida de lo que había creído.
Muchos se desgarraban las vestiduras y lamentaban que, gracias a un fraude misterioso, no se sabe si cibernético o caligráfico, había ganado las elecciones una pandilla conspirativa de traidores a la patria, neoliberales corruptos, empresarios sin escrúpulos, curas fundamentalistas, reaccionarios herederos del Sinarquismo y de El Yunque y manipuladores fascistoides de la publicidad sucia. Ya he explicado que esta falsa apreciación es una de las causas que han desorientado a la izquierda y que la llevan al fracaso. Por supuesto, es evidente que dentro y alrededor del PAN existen ejemplos de tan nefastos personajes. Afortunadamente, se trata de segmentos políticos marginales.
Existe, sí, una vasta ala de derecha dura que con frecuencia se expresa a través de Manuel Espino, que suele responder a intereses corporativos –económicos y eclesiásticos– y que ve con malos ojos la redistribución de recursos para garantizar la igualdad y el bienestar. Hay una derecha que prefiere inspirarse en actitudes furibundas como las de Diego Fernández de Ceballos y en las recetas de Luis Pazos, una derecha que agradece más a Dios que a la ciudadanía los triunfos electorales, y que gusta de arrojar incienso en los botafumeiros del catolicismo más rancio.
Esta derecha dura es fuerte dentro del PAN, pero aparentemente no es la que representa el candidato ganador, Calderón. Se expresa en él una derecha moderna, centrista y pragmática, con una pronunciada vocación democrática, animada por un humanismo católico laxo y tolerante. De hecho, Calderón no acepta ser un político de derecha, y ahora que ha ganado por un margen tan estrecho tendrá que demostrarlo audaz y creativamente al rearticular su programa político. El aspecto más obvio, y que ya ha sido señalado por él mismo, es el extraordinario énfasis que deberá dar a la política encaminada a combatir la miseria y la pobreza. Pero me parece que además deberá contemplarse la transición hacia nuevas formas de gobierno. Calderón debería recorrer sus posiciones hacia el centro y hacia la izquierda del abanico político, para asumir las posturas socialdemócratas que su adversario de izquierda se negó a contemplar. ¿Será capaz de combinar las tradiciones solidaristas, humanistas y liberales con las expresiones socialdemócratas y reformistas de la izquierda moderna? El ala derecha de su partido hará todo lo posible para impedirlo.
Como es evidente, Calderón se enfrentará a un problema de legitimidad. No es fácil sustituir el nacionalismo revolucionario caduco por una nueva cultura política que legitime a los gobiernos democráticos de la transición que se inició en el año 2000. Habrá que intentar un gobierno de coalición que tenga una base más firme y consistente que las sórdidas maniobras de los legisladores que congelaron toda posibilidad de reforma política. Además de un gobierno de coalición, habrá que pensar en un gobierno plural. Las coaliciones corresponden a las alianzas políticas, especialmente en el Congreso. Por su parte, la cara plural del gobierno es la que asegura un estilo democrático de gobierno y envía mensajes simbólicos y culturales que contribuyen a la estabilidad.
Aquí quiero señalar algo que me parece fundamental: una gran masa de ciudadanos votó por la izquierda no sólo porque apoya una política que favorezca a las clases populares, sino porque rechaza los apetitos y las aspiraciones de la extrema derecha, de los intereses ultramontanos y conservadores, del catolicismo militante y fanático, de todas aquellas expresiones políticas antimodernas que hunden sus raíces en las tradiciones anticomunistas típicas de la Guerra Fría. La mayoría de los votantes ve con malos ojos la presencia de intereses corporativos, sea que provengan del mundo de los negocios o de la Iglesia Católica. Calderón debería convertirse en el campeón del laicismo y de la tolerancia. Si da un giro hacia la socialdemocracia, ello significa ir más allá del apoyo a programas contra la pobreza. Con ello recordaría a todos que, si ganó las elecciones, ello no fue gracias a la intervención divina sino a la muy terrenal voluntad política de la mayoría. No hay que despreciar aquello que Vicente Fox llamó “el círculo rojo”. El nuevo gobierno no deberá espantarse ante las demandas de la modernidad (y la postmodernidad): el uso de anticonceptivos, la investigación con células madre, la aceptación de las sociedades alternativas de convivencia, la píldora del día siguiente y otras expresiones o necesidades de las nuevas formas de vida. El propio Calderón conoció de cerca el descrédito que significó oponerse al uso del condón (Castillo Peraza), y sabe cuánto le costó a él mismo dar respuestas conservadoras a las preguntas incisivas de López Dóriga en su noticiero en enero del presente año. Calderón rectificó de inmediato al reconocer que sus respuestas no reflejaban su verdadero pensamiento, y dio un significativo viraje en su campaña. Se necesitará mucho ingenio político para alcanzar la combinación de la tradición liberal panista con las ideas socialdemócratas que, me parece, requerirá el gobierno. ¿Será posible o es una de esas utopías con las que a veces escapamos de la realidad cruel?
La desmodernización de la izquierda
Una parte significativa de la intelectualidad, escorada hacia la izquierda, ha perdido el equilibrio, la independencia y la serenidad. A muchos intelectuales les ha ocurrido lo mismo que a las corrientes socialdemócratas y reformistas modernas del PRD y de otros partidos: fueron cautivados por el espejismo populista y han sido integrados como parte orgánica de un “proyecto alternativo de nación” que parece sacado de un viejo baúl de recetas añejas de medio siglo. Me pregunto qué es lo que pudo fascinar a cientos de artistas y escritores que apoyaron el “proyecto alternativo” de López Obrador, donde, bajo el signo de un juarismo trasnochado, ofrece una mixtura de medidas económicas conservadoras (bajar los impuestos), nacionalistas (frenar las maquiladoras) y anticuadas (basar el desarrollo en el petróleo, la electricidad y la construcción). Se trata además de una regresión al asistencialismo que trata a los pobres como si fueran minusválidos, enfermos o ancianos. Es un proyecto donde lo único que se afirma, patéticamente, sobre la cultura de México, es que “ha sobrevivido a todas las desgracias de su historia” y es nuestra “fuerza y nuestra señal de identidad”. Algunos de estos intelectuales, que ahora critican al subcomandante “Marcos”, recordarán que estuvieron ayer tan fascinados por el neozapatismo como hoy lo están por López Obrador y su populismo.
Muchos intelectuales solicitaron un nuevo recuento de todos los votos al Tribunal Electoral, explicando a los jueces que no deberán usar “argumentos legalistas”, pues una aplicación al pie de la letra de la ley no daría legitimidad al próximo gobierno. Ya me imagino el asombro de los jueces ante esta extraña exigencia: es como si a los encargados de contar los votos se les pidiera no usar argumentos aritméticos. Es comprensible la enorme irritación que han sentido muchos intelectuales ante, entre otras cosas, la penosa actitud cerril del presidente Fox frente al mundo de la cultura. Pero deberían evitar que su indignación impulsara el renacimiento del aquel viejo rencor nacionalista que, en nombre de la Revolución, estaba decidido a bloquear a toda costa el camino de cualquier alternativa que no fuera la suya. López Obrador, recurriendo a Benito Juárez, lo ha dicho claramente: “El triunfo de la derecha es moralmente imposible.” Así es como erige un fundamento moral superior, por encima del terrenal y democrático conteo de sufragios. A la sombra de este fundamentalismo hay quien sueña en la caída de un rayo justiciero anulador que auspicie la llegada de un presidente bonapartista interino.
Estamos perdiendo la posibilidad de contar con una izquierda moderna y racional. Estamos presenciando el trágico proceso de desmodernización de la izquierda. El motor de esta desmodernidad está sólidamente instalado en la ciudad de México y no se apagará pronto, pues forma parte del poderoso aparato de gobierno urbano. Seguramente por este motivo, muchos mostraron su disgusto por la desmodernidad populista al anular sus votos o apoyar alguna opción marginal.
Percepciones irracionales
Durante los días previos a la elección del 2 de julio era muy difícil encontrar algún intelectual, periodista o comentarista que no tuviese la convicción de que López Obrador ganaría la competencia. En el círculo político que rodeaba al candidato populista todos estaban absolutamente convencidos de ganar la elección y ya se habían comenzado a repartir el pastel del poder. Tan seguros estaban del triunfo que Manuel Camacho, uno de sus más cercanos operadores, en un artículo triunfalista publicado al día siguiente de las elecciones en El Universal, escrito antes de conocer los resultados, le tendía la mano a la oposición y ofrecía formar una amplia coalición. A pesar de los numerosos indicadores que señalaban la existencia de un empate técnico, gran parte de la clase política y de la elite intelectual pensaba que la Coalición por el Bien de Todos ganaría las elecciones. Menciono estas convicciones previas un tanto irracionales porque han ejercido una gran influencia en la reacción postelectoral: los allegados a López Obrador simplemente no podían creer que habían perdido. Al estar ciegamente convencidos de que su candidato llevaba una ventaja de diez por ciento, la única explicación que encontraron ante los resultados que arrojó el conteo del IFE es que se había maquinado un fraude gigantesco. Lo primero que hizo López Obrador, antes que nadie, fue declararse triunfador con una ventaja de medio millón de votos, seguramente la primera cifra que le pasó por la cabeza en ese momento de azoro (se borró de su mente el diez por ciento que siempre había proclamado).
Además, la izquierda populista de inmediato volvió a denunciar la falta de equidad durante la campaña electoral: propaganda sucia que señalaba a su candidato como “un peligro para México”, uso de los programas sociales del gobierno federal con fines proselitistas, intervención del presidente Fox en la contienda y enormes gastos de publicidad. Sin duda estuvieron presentes estos vicios, pero fueron contrarrestados por recursos similares por parte de los partidos coaligados en apoyo a López Obrador: publicidad y declaraciones denunciando un complot, uso de los programas de apoyo a ancianos y minusválidos, activismo electoral desde el gobierno del df y montañas de dinero gastadas en publicidad. Corporaciones empresariales impulsaron públicamente al candidato del PAN y sindicatos que solían ser despreciados como “charros” ahora apoyaron a la izquierda. Pero también hubo sindicatos, como el de maestros, que apoyaron a Calderón y sectores empresariales que manifestaron simpatías por López Obrador. En suma, es difícil determinar cuáles partidos arrojaron más basura a la ciudadanía durante muchos, demasiados meses. Los partidos hicieron una campaña de la que no pueden enorgullecerse y que nos ha convencido a muchos de que es urgente acortar el periodo electoral y bloquear la propaganda descontrolada en los medios masivos de comunicación y en las calles. Serían suficientes uno o dos meses de campaña y publicidad en radio y tv constreñida a tiempos oficiales acotados por la autoridad electoral. Y, en consecuencia, reducir drásticamente el dinero que reciben los partidos.
Las reacciones irracionales comenzaron a buscar frenéticamente ocultos y sofisticados algoritmos que habrían modificado fraudulentamente los sistemas electrónicos del IFE, e imaginaron sospechosas tendencias durante los procesos de conteo, asumiendo erróneamente que debía de haber habido un flujo aleatorio de información. Donde creyeron hallar la prueba del fraude fue en el dramático error técnico del IFE, que por un lado separó unos 2.6 millones de votos en actas inconsistentes, pero por otro lado sumó al porcentaje total contabilizado las más de once mil casillas de donde procedían esos votos. Cuando estos votos fueron agregados el porcentaje que separaba a Calderón de López Obrador bajó casi medio punto. Los partidos conocían y habían aprobado esta separación de actas con inconsistencias, por lo que fue un acto de mala fe la denuncia hecha por López Obrador de que habían desaparecido o se habían perdido tres millones de votos. Un tiempo después, el mismo candidato admitió que no había habido un fraude cibernético, sino que la trampa se había consumado a la “antigüita”, modificando actas y contando mal. La sospecha –ligada a una cultura que tiene una larga historia en México– quedó arraigada en una parte de la sociedad que ve con simpatía la propuesta de volver a contar todos los votos.
A partir del momento en que las cifras del IFE señalaron un desenlace, Calderón anunció su intención de moverse hacia el centro e incluso hacia la izquierda. En contraste, López Obrador volvió a cometer el error de radicalizar su discurso, iniciar una resistencia civil y convocar a grandes manifestaciones públicas de protesta por el supuesto fraude. Calderón hizo lo que habría hecho su adversario si éste hubiera ganado: ofrecer un gobierno de coalición. López Obrador hizo lo que sin duda no habría hecho el PAN: declararse en rebeldía. Al mismo tiempo, contradictoriamente, acudió a demandas judiciales para exigir un nuevo recuento de todos los votos y para acusar penalmente a los consejeros del IFE como delincuentes. Es decir, por un lado llamó a la transgresión ritual y pacífica de la ley, lo que desembocó en la ocupación del Zócalo y el bloqueo del paseo de la Reforma; y por otro lado introdujo recursos legales, principalmente en el Tribunal Electoral, para lograr un recuento o anular las elecciones.
El domingo 30 de julio, ante una tercera gran manifestación, denominada “asamblea” para simular un acto de democracia directa, López Obrador propuso en su discurso “que nos quedemos aquí, en asamblea permanente... hasta que se cuenten los votos”. A continuación sometió su propuesta a votación y la masa gritó que la aprobaba; al seguir con la simulación, pidió a quienes estuviesen de acuerdo que alzaran la mano (solicitó también que se manifestaran quienes estuviesen en desacuerdo o se abstuvieran: por supuesto, nadie levantó el brazo). Sintomáticamente, la gente que votó sí con las manos después votó no con los pies: terminados los discursos las masas se dispersaron y el largo corredor que va de la Alameda a Chapultepec lució desolado, con unos pocos activistas colocando raquíticas tiendas de campaña en el arroyo. ¿Adónde se fueron los millones de asistentes que habían aceptado quedarse? ¿Porqué no se quedaron las masas a celebrar una gran verbena popular callejera? ¿Porqué el pueblo no se volcó durante los días siguientes a participar en la anémica asamblea permanente que se extendía penosamente a lo largo de más de siete kilómetros, provocando más irritación que entusiasmo? Quizás la gente fue más sensata que su líder.
La explicación del fracaso radica en el hecho de que López Obrador es la cabeza, más que de un movimiento social, de un cacicazgo en la ciudad de México. Aunque la reacción de protesta tiene el apoyo en algunos movimientos sociales marginales, su fuerza proviene principalmente de la pirámide caciquil de mediaciones que ya describí. Los cacicazgos son fenómenos de naturaleza diferente a los movimientos sociales. No me interesa aquí una discusión teórica de conceptos, sino simplemente señalar la diferencia que existe entre procesos sociales fluidos (que impulsan la movilización de sectores sociales en defensa de sus intereses) y las estructuras más rígidas compuestas de canales de intercambio de apoyos y favores entre el poder y su base social. Los movimientos suelen exigir cambios en el sistema y los cacicazgos son componentes de un sistema. Unos son como ríos y otros como pirámides. Los primeros pueden estancarse y los segundos pueden derrumbarse.
López Obrador está intentando convertir un cacicazgo, forjado desde el gobierno de la ciudad de México, en un movimiento de resistencia civil de larga duración. No es fácil que lo logre, pero intentará hacerlo con el apoyo de grupos sociales de diferentes partes del país, aunque su dispersión y su debilidad hacen la tarea muy complicada. A corto plazo está construyendo un activo foco de deslegitimación de la transición democrática que, de manera agresiva, confronte al gobierno. Quiere prolongar su apropiación de los espacios públicos de la ciudad de México para copar las conmemoraciones oficiales del 15 de septiembre con una manifestación donde celebre el Grito de Independencia y, al día siguiente, en una convención “democrática”, acaso se le ocurra designar un gobierno alternativo a la sombra de su fundamentalismo purificador. ¿Podrá seguir controlando a las estructuras partidarias del PRD, que hasta ahora han sido marginadas? ¿Logrará mantener subordinado al jefe de gobierno de la ciudad de México? Tampoco sabemos durante cuánto tiempo López Obrador logrará someter a los diputados y senadores de su coalición a los dictados de su campaña contestataria y deslegitimadora, antes de que logren dedicarse a tareas políticas menos destructivas.
Los escombros
El Tribunal Electoral no encontró justificado el recuento de todos los votos, pero ordenó la revisión de cerca de doce mil urnas impugnadas por la Coalición por el Bien de Todos. Esto significó una muestra (nueve por ciento del total) tomada en lugares de mayor apoyo a Calderón. Si hubiera habido el fraude monstruoso que López Obrador denunció, en esta muestra se habrían hallado las huellas. Nada de esto ocurrió y se confirmaron las tendencias que el IFE había anunciado originalmente. El tremendo escándalo organizado por López Obrador no ha tenido razón de ser, y la izquierda se enfrentará tarde o temprano a la difícil tarea de reparar los destrozos ocasionados por su cacique populista. ¿Cuánto tiempo tardará en iniciar el retiro de los estorbosos escombros de la protesta y de la exhibición espectacular de sus errores? Parece evidente que López Obrador se opondrá obstinadamente a desalojar la pirámide de rencor desde la que se empeña en molestar a las instituciones democráticas. ¿Cuántas escenas de bochornoso resentimiento tendremos que soportar antes de que las corrientes más sensatas de la izquierda logren frenar a su cacique? Espero que, en la izquierda, intervengan sus líderes más democráticos, sus gobernadores más sensibles, sus aliados más inteligentes y sus intelectuales más críticos. Si no logran cambiar el curso de la confrontación, se enfrentarán al sólido muro de una coalición que representará a la inmensa mayoría de los ciudadanos, y la izquierda seguirá pataleando tercamente como un chivo en la cristalería de la democracia.
La izquierda mexicana enfrenta su máxima paradoja histórica. Nunca antes había obtenido un apoyo tan grande para la Cámara de Diputados y de Senadores, y nunca antes había estado tan cerca de alcanzar la Presidencia. Es la justa retribución a su trabajo por la mayoría menos favorecida, y su indispensable lucha por la transición democrática, acelerada tras sufrir la afrenta del fraude en 1988. En aquella ocasión, en lugar de optar por la vía insurreccional o de la resistencia civil, decidió sabiamente hacerlo por la institucional, para transformar el sistema desde dentro. Y lo logró. La presión del PRD ha sido tan trascendente como la del PAN para abrir y civilizar el sistema político mexicano. Fue una sabia decisión, cuyos réditos no han sido menores, al garantizar la alternancia –prueba de fuego de toda democracia– en los tres niveles del poder ejecutivo: municipal, estatal y federal. Todo este caudal legitimador y democrático, útil para la concordia y el bien ciudadano, está a punto de ir a dar a la basura (¿de la historia?) por el solo capricho de un hombre (otrora luchador social de notable trayectoria) y de su fiel camarilla, integrada, para ironía mayor, por ex priistas de última hora y de turbio –o negro– pasado electoral. Con los ojos bien abiertos hemos asistido a un debate en donde el sentido de las palabras ha perdido su razón de ser, ya que quienes dicen defender la democracia la están secuestrando, literalmente. Un alud de lodo basado en la mala fe, la magnificación de errores nimios, la burda mentira y la manipulación, ha puesto al borde del abismo la legitimidad, que no la legalidad, de nuestro sistema democrático, ardua y trabajosamente construido en las últimas dos décadas, entre todos, contra la inercia, las trampas y violencia del viejo PRI. La fábula del ladrón que, sorprendido con las manos en la masa, grita “al ladrón”, se queda corta. Y en medio de este monumental desbarajuste, no pocos intelectuales mexicanos han vuelto a demostrar que, negándose a hacer una crítica de la violencia revolucionaria y de los líderes que la encarnan –notoriamente “Marcos” y Castro–, a la hora de la verdad no se está en condiciones óptimas de defender los valores democráticos. No debe extrañarnos por ello que, cuando termine su idilio con el Mesías Tropical, hartos de ser simples figuras decorativas en una estrategia que los rebasa, ninguno de ellos se sienta obligado a dar explicaciones. En este número, Roger Bartra analiza las razones de la derrota de la izquierda, desde la legitimidad de haber sido uno de los pocos que la había pronosticado y avizora las consecuencias de la actitud postelectoral del sector, así como los retos del nuevo gobierno; Guillermo Sheridan publica un demoledor diario político, desde el 3 de julio al cierre de esta edición, con una colección tragicómica de los dichos y las acciones más extremas y alucinadas de las que hemos sido testigos; Miguel Basáñez analiza el voto emitido el 2 de julio y demuestra que el país no está dividido en dos, como se repite una y otra vez; y los creadores de la fundación ideaxmexico.com explican cómo funcionó el voto cruzado. Por otra parte, Luis González de Alba y Christopher Domínguez Michael estudian el comportamiento de buena parte de nuestra clase intelectual, y sus pulsiones, que podemos englobar bajo el sombrío título que acuñó Esteban de la Boétie: “la servidumbre voluntaria”. Por último, va un reportaje escrito y fotográfico de la vida en el campamento de la Reforma, sus motivaciones, actitudes, iconografía, valores y razones para dormir a la intemperie.
¿Por qué perdió la izquierda y dónde radica su incapacidad para aceptarlo?, ¿cuáles son los retos del ganador?, ¿cómo opera el clintelismo en la capital y a qué se debe el arrobo de los intelectuales por AMLO?, ¿cuáles son los riesgos de la protesta posteletoral para nuestra joven democracia? Bartra ensaya lúcidas respuestas para estas preguntas.
El candidato de la izquierda populista ha volcado un inmenso alud de lodo sobre las elecciones presidenciales más transparentes y auténticas que ha habido en México. No ha aceptado su derrota, ha denunciado un inmenso fraude, sin probarlo, y ha rechazado las decisiones del Tribunal Electoral. De esta manera ha culminado el proceso de su metamorfosis, y de ser una opción política se ha convertido en una molestia social. Ha envenenado el ambiente electoral y ha colocado súbitamente a la izquierda en una posición contestataria marginal. Con su agresivo populismo ha ayudado a que la derecha se mantenga en el gobierno. ¿Cómo se pueden explicar estos insólitos resultados? Ha llegado el momento de reflexionar, de discutir y de abandonar los maniqueísmos. Detrás del escenario de la confrontación entre dos adversarios, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, hay una complejísima textura que nos invita a matizar y a desentrañar los mecanismos menos visibles de la lucha política.
Populismo conservador
¿Por qué perdió la izquierda? A partir de 1988 la izquierda logró erigirse como la gran responsable moral de la transición y en el motor más importante que impulsa la instauración, casi una década después, de procesos electorales confiables operados por instancias autónomas y ciudadanas. Sin embargo, desde sus orígenes comenzaron a ser visibles las tendencias que minaban al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Me refiero a la expansión de un populismo conservador que iba recogiendo los deshechos del viejo nacionalismo revolucionario que el PRI abandonaba en el camino. Lo llamo populismo porque su base es la relación del jefe con “su” pueblo, al margen de las instituciones democráticas de representación, gracias a una estructura de mediación informal por la que fluye un intercambio de apoyos y favores. Es la forma tradicional en que han operado los caciques, tanto en los ejidos como en los sindicatos, tanto en regiones rurales como en ciudades. Lo llamo conservador porque se propone preservar o restaurar formas de poder e ideas propias de nuestro antiguo régimen, el autoritarismo revolucionario que dominó a México durante siete décadas.
La hegemonía en la izquierda del populismo conservador fue una de las causas que contribuyeron a la derrota de su candidato a la presidencia en el 2000, Cuauhtémoc Cárdenas. El PRD y sus confusos aliados, en esas primeras elecciones claramente transparentes y democráticas, presentaron la imagen marchita del viejo nacionalismo revolucionario ante una derecha democrática, moderna y pragmática encabezada por Vicente Fox. Pero la izquierda no comprendió la situación y atribuyó equivocadamente su fracaso a las manipulaciones mercadotécnicas de la extrema derecha, de las corporaciones empresariales y del catolicismo militante conservador.
Durante la campaña del 2006 López Obrador continuó en la misma línea. A pesar de ofrecer un programa político tibio, desarrolló una furiosa campaña contra la clase media, los ricos y el presidente Fox. En nombre de los pobres, condujo una espectacular confrontación que le enajenó el apoyo de sectores que ejercen una influencia crítica en la sociedad. El clímax del desprecio por la clase media ocurrió en junio de 2004, cuando descalificó con malos términos a los cientos de miles de personas que en la ciudad de México marcharon para exigir seguridad. Sólo en condiciones muy excepcionales de gran deterioro político de los partidos tradicionales (como ocurrió en Venezuela) puede un dirigente populista, enfrentado agresivamente a los sectores medios, obtener la mayoría electoral. El discurso incendiario de López Obrador contra la asustadiza clase media le hizo perder millones de votos. A ello se agregó el hecho de que arremetió reiteradamente contra la figura presidencial, sin darse cuenta de que Vicente Fox es para la mayoría de los mexicanos el símbolo de la transición democrática y representa a una fuerza que derrotó el autoritarismo del antiguo régimen. En esta campaña electoral la izquierda populista cometió un terrible error de apreciación: denunció al gobierno de Fox como el poder represivo y cuasifascista que había conducido al país a un desastre económico. Proclamó que la gente ya no podía tolerar tanta opresión provocada por un grupo de traidores a la democracia que conspiran contra las causas populares representadas por López Obrador.
Sin embargo, era obvio que la mayor parte de la gente no percibía esta “catástrofe” en la que se supone que vivía el país. La amenaza del complot, de la derecha ultramontana, de la organización secreta de El Yunque, de los empresarios corruptos y de la quiebra socioeconómica tampoco se convirtió en una percepción generalizada. Estas exageraciones crearon un fantasma con el que se enfrentaba la esgrima electoral de la izquierda populista, pero las estocadas sólo rasgaron el aire de un espacio vacío. El resultado fue que se esfumaron los cuatro o cinco millones de votos que López Obrador suponía que tenía de ventaja por arriba de su adversario. Según los datos del Instituto Federal Electoral (IFE) Calderón le ganó por cerca de un cuarto de millón de votos.
El cacique y su pirámide
Las reflexiones anteriores deben ser matizadas. La izquierda recibió un voto considerablemente alto, se ubica como segunda fuerza en el Congreso y su candidato casi gana la Presidencia. Ello significa que, además de los factores considerados, que minaron su caudal de votos, la izquierda recibió nuevos apoyos que no tenía hace pocos años. Muchos encuentran la explicación en el surgimiento de un apóstol –López Obrador– que parece escapado de las páginas floridas del realismo mágico latinoamericano. El sur profundo habría por fin parido a un jefe capaz de encabezar la lucha de los desposeídos y agraviados.
Aunque el aura folclórica que genera López Obrador a veces parecería confirmar el estereotipo del caudillo épico; yo creo que el candidato a la presidencia del PRD es un fenómeno político de una naturaleza mucho más prosaica. Creo que se trata de un cacique urbano populista que tejió su fuerza gracias a una estructura de mediaciones sociales calcada del modelo que ha sido la base tradicional del PRI. Se trata de una densa red clientelar de organizaciones más o menos informales ligadas a los barrios, a bandas políticas vinculadas con sectores marginales, a grupos de comerciantes, de taxistas, de microbuseros, de vendedores ambulantes. Un tejido que incluye la gestoría de inversiones, la distribución de ayudas económicas a ancianos o minusválidos, la legalización de terrenos invadidos, a empresas constructoras o proveedoras, a sindicatos y a pequeños líderes de grupos de presión. Este conjunto constituye una pirámide de mediaciones, que pasa por las Delegaciones y en cuya cúspide se encuentra el jefe de gobierno de la ciudad de México. Desde este cargo, que es la segunda posición política con mayor fuerza en el país, López Obrador realizó una larga campaña electoral durante más de cinco años. Ningún gobernador concentra tanto poder político como el jefe de gobierno de la ciudad de México. López Obrador llegó a las alturas del poder al ganar las elecciones del año 2000, pero es evidente que para ello se basó en el gran prestigio de Cuauhtémoc Cárdenas y en la red de mediaciones clientelares que recicló y creó Rosario Robles. Le dejaron el banquete servido y, una vez sentado en la mesa, liquidó políticamente a sus dos predecesores en el cargo.
Esta liquidación produjo una dramática desgarradura y abrió una rendija que permitió dar un vistazo a las entrañas de la pirámide de mediaciones. Se comprobó que las redes clientelares que forman la base del cacicazgo urbano están contaminadas por la corrupción. En realidad, la corrupción es el aceite que permite que la maquinaria caciquil pueda funcionar con eficacia. Si no se engrasan los ejes mediadores, los poderosos de la cúspide quedan abandonados a su suerte y aislados de su base popular. Esto no es nada nuevo, pero fue evidenciado en el espectáculo televisivo, conducido por un payaso, que mostró los corruptos trafiques del líder de la fracción del PRD en la Asamblea de Representantes de la ciudad de México y mano derecha de López Obrador, recibiendo dinero de un empresario, muy cercano amigo de la ex Jefa de Gobierno. Otros videos de aquella época, comienzos de 2004, revelaron la siniestra actuación del Secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, que se entretenía jugando en un casino en Las Vegas para matar los tiempos libres que le dejaban las operaciones financieras ocultas que, presumiblemente, reciclaban dinero destinado a la campaña de su jefe.
Además de la gran pirámide de mediaciones sobre las que se asienta el poder del caciquismo populista, hubo otros dos fenómenos –ligados entre sí– que incrementaron el voto por la izquierda: la descomposición del PRI y el desafuero de López Obrador. Por lo que se refiere a lo primero, debemos notar que el PRD no sólo recicló gran parte del viejo ideario del PRI, sino también un número considerable y significativo de dirigentes que, ante la descomposición y decadencia del ex partido oficial, escapaban del naufragio. En la medida en que las encuestas señalaban a López Obrador como el favorito en una carrera en la que prácticamente iba solo, el flujo de priistas que inflaba al PRD aumentó. Cuando Roberto Madrazo, después de una cruenta lucha interna, fue proclamado candidato del PRI a la Presidencia, el malestar y el descontento de grandes sectores de su partido aumentó. Desde luego que el PAN también se benefició de la descomposición del PRI, y logró recoger principalmente el apoyo de sectores tecnocráticos y zedillistas. El PRD recibió la simpatía de los sectores más atrasados, como los del sindicalismo corrupto o los representados por el senador Manuel Bartlett, el demiurgo del gran fraude electoral de 1988, que hizo pública su inclinación por López Obrador.
La otra gran fuente de la que abrevó la popularidad de López Obrador fueron los grandes errores del gobierno de Fox, principalmente el malhadado proceso de desafuero. Lo peor que podía hacerse ante un dirigente que se quejaba a cada paso de una conspiración en su contra era perseguirlo judicialmente. Y eso fue precisamente lo que decidió hacer el presidente Fox, para desánimo de muchos y aumento de la paranoia de otros: iniciar un proceso contra López Obrador por haber desacatado la orden de un juez en un juicio de amparo ligado a la apertura de una calle que debía dar acceso a un hospital privado. El escándalo estalló debido a que el juicio lo inhabilitaría como candidato a la Presidencia. López Obrador aprovechó el proceso, como un regalo caído del cielo, para proyectar con fuerza su convicción de que querían eliminarlo de la justa electoral. El PRI, que había boicoteado las reformas propuestas por el gobierno a la Cámara de Diputados, apoyó con entusiasmo esta insensatez. El resultado era previsible: el Presidente tuvo que saltarse los principios jurídicos que había defendido, pedir la renuncia de su fiscal, parar el proceso y contemplar con espanto que había logrado amplificar extraordinariamente la fuerza de López Obrador.
Así, el candidato de la izquierda se colocó en el primer lugar, según todas las encuestas. Pero a partir de ese momento comenzaron a operar los factores que minarían paulatinamente su popularidad. López Obrador perdió la ocasión de dar un golpe de timón para ubicarse como un estadista socialdemócrata, y persistió tercamente en sus empeños como populista conservador.
Derechas modernas
Debido a las consideraciones que he expuesto, y después de hacer un balance de las contradictorias tendencias políticas, desde que comenzó el periodo electoral me convencí de que era muy probable que López Obrador perdiera las elecciones. La evolución de los resultados de las encuestas, que al final separaban a los dos candidatos por un punto porcentual, confirmaba mi interpretación. Además critiqué las dificultades que tenía la izquierda conservadora para aceptar la democracia y la legalidad. Viejos hábitos “revolucionarios” que desprecian el sistema electoral y la legalidad democrática se habían extendido y auspiciaban una reacción contra el proceso de transición iniciado en el 2000. Pero, por muy amplia que fuera la reacción antidemocrática, pensé que una racionalidad cívica moderna ya se había expandido considerablemente en el electorado. Para mi consternación, al conocer los resultados electorales divulgados por el IFE y las vehementes protestas de las fuerzas que apoyan a López Obrador, me di cuenta de que la irracionalidad estaba mucho más extendida de lo que había creído.
Muchos se desgarraban las vestiduras y lamentaban que, gracias a un fraude misterioso, no se sabe si cibernético o caligráfico, había ganado las elecciones una pandilla conspirativa de traidores a la patria, neoliberales corruptos, empresarios sin escrúpulos, curas fundamentalistas, reaccionarios herederos del Sinarquismo y de El Yunque y manipuladores fascistoides de la publicidad sucia. Ya he explicado que esta falsa apreciación es una de las causas que han desorientado a la izquierda y que la llevan al fracaso. Por supuesto, es evidente que dentro y alrededor del PAN existen ejemplos de tan nefastos personajes. Afortunadamente, se trata de segmentos políticos marginales.
Existe, sí, una vasta ala de derecha dura que con frecuencia se expresa a través de Manuel Espino, que suele responder a intereses corporativos –económicos y eclesiásticos– y que ve con malos ojos la redistribución de recursos para garantizar la igualdad y el bienestar. Hay una derecha que prefiere inspirarse en actitudes furibundas como las de Diego Fernández de Ceballos y en las recetas de Luis Pazos, una derecha que agradece más a Dios que a la ciudadanía los triunfos electorales, y que gusta de arrojar incienso en los botafumeiros del catolicismo más rancio.
Esta derecha dura es fuerte dentro del PAN, pero aparentemente no es la que representa el candidato ganador, Calderón. Se expresa en él una derecha moderna, centrista y pragmática, con una pronunciada vocación democrática, animada por un humanismo católico laxo y tolerante. De hecho, Calderón no acepta ser un político de derecha, y ahora que ha ganado por un margen tan estrecho tendrá que demostrarlo audaz y creativamente al rearticular su programa político. El aspecto más obvio, y que ya ha sido señalado por él mismo, es el extraordinario énfasis que deberá dar a la política encaminada a combatir la miseria y la pobreza. Pero me parece que además deberá contemplarse la transición hacia nuevas formas de gobierno. Calderón debería recorrer sus posiciones hacia el centro y hacia la izquierda del abanico político, para asumir las posturas socialdemócratas que su adversario de izquierda se negó a contemplar. ¿Será capaz de combinar las tradiciones solidaristas, humanistas y liberales con las expresiones socialdemócratas y reformistas de la izquierda moderna? El ala derecha de su partido hará todo lo posible para impedirlo.
Como es evidente, Calderón se enfrentará a un problema de legitimidad. No es fácil sustituir el nacionalismo revolucionario caduco por una nueva cultura política que legitime a los gobiernos democráticos de la transición que se inició en el año 2000. Habrá que intentar un gobierno de coalición que tenga una base más firme y consistente que las sórdidas maniobras de los legisladores que congelaron toda posibilidad de reforma política. Además de un gobierno de coalición, habrá que pensar en un gobierno plural. Las coaliciones corresponden a las alianzas políticas, especialmente en el Congreso. Por su parte, la cara plural del gobierno es la que asegura un estilo democrático de gobierno y envía mensajes simbólicos y culturales que contribuyen a la estabilidad.
Aquí quiero señalar algo que me parece fundamental: una gran masa de ciudadanos votó por la izquierda no sólo porque apoya una política que favorezca a las clases populares, sino porque rechaza los apetitos y las aspiraciones de la extrema derecha, de los intereses ultramontanos y conservadores, del catolicismo militante y fanático, de todas aquellas expresiones políticas antimodernas que hunden sus raíces en las tradiciones anticomunistas típicas de la Guerra Fría. La mayoría de los votantes ve con malos ojos la presencia de intereses corporativos, sea que provengan del mundo de los negocios o de la Iglesia Católica. Calderón debería convertirse en el campeón del laicismo y de la tolerancia. Si da un giro hacia la socialdemocracia, ello significa ir más allá del apoyo a programas contra la pobreza. Con ello recordaría a todos que, si ganó las elecciones, ello no fue gracias a la intervención divina sino a la muy terrenal voluntad política de la mayoría. No hay que despreciar aquello que Vicente Fox llamó “el círculo rojo”. El nuevo gobierno no deberá espantarse ante las demandas de la modernidad (y la postmodernidad): el uso de anticonceptivos, la investigación con células madre, la aceptación de las sociedades alternativas de convivencia, la píldora del día siguiente y otras expresiones o necesidades de las nuevas formas de vida. El propio Calderón conoció de cerca el descrédito que significó oponerse al uso del condón (Castillo Peraza), y sabe cuánto le costó a él mismo dar respuestas conservadoras a las preguntas incisivas de López Dóriga en su noticiero en enero del presente año. Calderón rectificó de inmediato al reconocer que sus respuestas no reflejaban su verdadero pensamiento, y dio un significativo viraje en su campaña. Se necesitará mucho ingenio político para alcanzar la combinación de la tradición liberal panista con las ideas socialdemócratas que, me parece, requerirá el gobierno. ¿Será posible o es una de esas utopías con las que a veces escapamos de la realidad cruel?
La desmodernización de la izquierda
Una parte significativa de la intelectualidad, escorada hacia la izquierda, ha perdido el equilibrio, la independencia y la serenidad. A muchos intelectuales les ha ocurrido lo mismo que a las corrientes socialdemócratas y reformistas modernas del PRD y de otros partidos: fueron cautivados por el espejismo populista y han sido integrados como parte orgánica de un “proyecto alternativo de nación” que parece sacado de un viejo baúl de recetas añejas de medio siglo. Me pregunto qué es lo que pudo fascinar a cientos de artistas y escritores que apoyaron el “proyecto alternativo” de López Obrador, donde, bajo el signo de un juarismo trasnochado, ofrece una mixtura de medidas económicas conservadoras (bajar los impuestos), nacionalistas (frenar las maquiladoras) y anticuadas (basar el desarrollo en el petróleo, la electricidad y la construcción). Se trata además de una regresión al asistencialismo que trata a los pobres como si fueran minusválidos, enfermos o ancianos. Es un proyecto donde lo único que se afirma, patéticamente, sobre la cultura de México, es que “ha sobrevivido a todas las desgracias de su historia” y es nuestra “fuerza y nuestra señal de identidad”. Algunos de estos intelectuales, que ahora critican al subcomandante “Marcos”, recordarán que estuvieron ayer tan fascinados por el neozapatismo como hoy lo están por López Obrador y su populismo.
Muchos intelectuales solicitaron un nuevo recuento de todos los votos al Tribunal Electoral, explicando a los jueces que no deberán usar “argumentos legalistas”, pues una aplicación al pie de la letra de la ley no daría legitimidad al próximo gobierno. Ya me imagino el asombro de los jueces ante esta extraña exigencia: es como si a los encargados de contar los votos se les pidiera no usar argumentos aritméticos. Es comprensible la enorme irritación que han sentido muchos intelectuales ante, entre otras cosas, la penosa actitud cerril del presidente Fox frente al mundo de la cultura. Pero deberían evitar que su indignación impulsara el renacimiento del aquel viejo rencor nacionalista que, en nombre de la Revolución, estaba decidido a bloquear a toda costa el camino de cualquier alternativa que no fuera la suya. López Obrador, recurriendo a Benito Juárez, lo ha dicho claramente: “El triunfo de la derecha es moralmente imposible.” Así es como erige un fundamento moral superior, por encima del terrenal y democrático conteo de sufragios. A la sombra de este fundamentalismo hay quien sueña en la caída de un rayo justiciero anulador que auspicie la llegada de un presidente bonapartista interino.
Estamos perdiendo la posibilidad de contar con una izquierda moderna y racional. Estamos presenciando el trágico proceso de desmodernización de la izquierda. El motor de esta desmodernidad está sólidamente instalado en la ciudad de México y no se apagará pronto, pues forma parte del poderoso aparato de gobierno urbano. Seguramente por este motivo, muchos mostraron su disgusto por la desmodernidad populista al anular sus votos o apoyar alguna opción marginal.
Percepciones irracionales
Durante los días previos a la elección del 2 de julio era muy difícil encontrar algún intelectual, periodista o comentarista que no tuviese la convicción de que López Obrador ganaría la competencia. En el círculo político que rodeaba al candidato populista todos estaban absolutamente convencidos de ganar la elección y ya se habían comenzado a repartir el pastel del poder. Tan seguros estaban del triunfo que Manuel Camacho, uno de sus más cercanos operadores, en un artículo triunfalista publicado al día siguiente de las elecciones en El Universal, escrito antes de conocer los resultados, le tendía la mano a la oposición y ofrecía formar una amplia coalición. A pesar de los numerosos indicadores que señalaban la existencia de un empate técnico, gran parte de la clase política y de la elite intelectual pensaba que la Coalición por el Bien de Todos ganaría las elecciones. Menciono estas convicciones previas un tanto irracionales porque han ejercido una gran influencia en la reacción postelectoral: los allegados a López Obrador simplemente no podían creer que habían perdido. Al estar ciegamente convencidos de que su candidato llevaba una ventaja de diez por ciento, la única explicación que encontraron ante los resultados que arrojó el conteo del IFE es que se había maquinado un fraude gigantesco. Lo primero que hizo López Obrador, antes que nadie, fue declararse triunfador con una ventaja de medio millón de votos, seguramente la primera cifra que le pasó por la cabeza en ese momento de azoro (se borró de su mente el diez por ciento que siempre había proclamado).
Además, la izquierda populista de inmediato volvió a denunciar la falta de equidad durante la campaña electoral: propaganda sucia que señalaba a su candidato como “un peligro para México”, uso de los programas sociales del gobierno federal con fines proselitistas, intervención del presidente Fox en la contienda y enormes gastos de publicidad. Sin duda estuvieron presentes estos vicios, pero fueron contrarrestados por recursos similares por parte de los partidos coaligados en apoyo a López Obrador: publicidad y declaraciones denunciando un complot, uso de los programas de apoyo a ancianos y minusválidos, activismo electoral desde el gobierno del df y montañas de dinero gastadas en publicidad. Corporaciones empresariales impulsaron públicamente al candidato del PAN y sindicatos que solían ser despreciados como “charros” ahora apoyaron a la izquierda. Pero también hubo sindicatos, como el de maestros, que apoyaron a Calderón y sectores empresariales que manifestaron simpatías por López Obrador. En suma, es difícil determinar cuáles partidos arrojaron más basura a la ciudadanía durante muchos, demasiados meses. Los partidos hicieron una campaña de la que no pueden enorgullecerse y que nos ha convencido a muchos de que es urgente acortar el periodo electoral y bloquear la propaganda descontrolada en los medios masivos de comunicación y en las calles. Serían suficientes uno o dos meses de campaña y publicidad en radio y tv constreñida a tiempos oficiales acotados por la autoridad electoral. Y, en consecuencia, reducir drásticamente el dinero que reciben los partidos.
Las reacciones irracionales comenzaron a buscar frenéticamente ocultos y sofisticados algoritmos que habrían modificado fraudulentamente los sistemas electrónicos del IFE, e imaginaron sospechosas tendencias durante los procesos de conteo, asumiendo erróneamente que debía de haber habido un flujo aleatorio de información. Donde creyeron hallar la prueba del fraude fue en el dramático error técnico del IFE, que por un lado separó unos 2.6 millones de votos en actas inconsistentes, pero por otro lado sumó al porcentaje total contabilizado las más de once mil casillas de donde procedían esos votos. Cuando estos votos fueron agregados el porcentaje que separaba a Calderón de López Obrador bajó casi medio punto. Los partidos conocían y habían aprobado esta separación de actas con inconsistencias, por lo que fue un acto de mala fe la denuncia hecha por López Obrador de que habían desaparecido o se habían perdido tres millones de votos. Un tiempo después, el mismo candidato admitió que no había habido un fraude cibernético, sino que la trampa se había consumado a la “antigüita”, modificando actas y contando mal. La sospecha –ligada a una cultura que tiene una larga historia en México– quedó arraigada en una parte de la sociedad que ve con simpatía la propuesta de volver a contar todos los votos.
A partir del momento en que las cifras del IFE señalaron un desenlace, Calderón anunció su intención de moverse hacia el centro e incluso hacia la izquierda. En contraste, López Obrador volvió a cometer el error de radicalizar su discurso, iniciar una resistencia civil y convocar a grandes manifestaciones públicas de protesta por el supuesto fraude. Calderón hizo lo que habría hecho su adversario si éste hubiera ganado: ofrecer un gobierno de coalición. López Obrador hizo lo que sin duda no habría hecho el PAN: declararse en rebeldía. Al mismo tiempo, contradictoriamente, acudió a demandas judiciales para exigir un nuevo recuento de todos los votos y para acusar penalmente a los consejeros del IFE como delincuentes. Es decir, por un lado llamó a la transgresión ritual y pacífica de la ley, lo que desembocó en la ocupación del Zócalo y el bloqueo del paseo de la Reforma; y por otro lado introdujo recursos legales, principalmente en el Tribunal Electoral, para lograr un recuento o anular las elecciones.
El domingo 30 de julio, ante una tercera gran manifestación, denominada “asamblea” para simular un acto de democracia directa, López Obrador propuso en su discurso “que nos quedemos aquí, en asamblea permanente... hasta que se cuenten los votos”. A continuación sometió su propuesta a votación y la masa gritó que la aprobaba; al seguir con la simulación, pidió a quienes estuviesen de acuerdo que alzaran la mano (solicitó también que se manifestaran quienes estuviesen en desacuerdo o se abstuvieran: por supuesto, nadie levantó el brazo). Sintomáticamente, la gente que votó sí con las manos después votó no con los pies: terminados los discursos las masas se dispersaron y el largo corredor que va de la Alameda a Chapultepec lució desolado, con unos pocos activistas colocando raquíticas tiendas de campaña en el arroyo. ¿Adónde se fueron los millones de asistentes que habían aceptado quedarse? ¿Porqué no se quedaron las masas a celebrar una gran verbena popular callejera? ¿Porqué el pueblo no se volcó durante los días siguientes a participar en la anémica asamblea permanente que se extendía penosamente a lo largo de más de siete kilómetros, provocando más irritación que entusiasmo? Quizás la gente fue más sensata que su líder.
La explicación del fracaso radica en el hecho de que López Obrador es la cabeza, más que de un movimiento social, de un cacicazgo en la ciudad de México. Aunque la reacción de protesta tiene el apoyo en algunos movimientos sociales marginales, su fuerza proviene principalmente de la pirámide caciquil de mediaciones que ya describí. Los cacicazgos son fenómenos de naturaleza diferente a los movimientos sociales. No me interesa aquí una discusión teórica de conceptos, sino simplemente señalar la diferencia que existe entre procesos sociales fluidos (que impulsan la movilización de sectores sociales en defensa de sus intereses) y las estructuras más rígidas compuestas de canales de intercambio de apoyos y favores entre el poder y su base social. Los movimientos suelen exigir cambios en el sistema y los cacicazgos son componentes de un sistema. Unos son como ríos y otros como pirámides. Los primeros pueden estancarse y los segundos pueden derrumbarse.
López Obrador está intentando convertir un cacicazgo, forjado desde el gobierno de la ciudad de México, en un movimiento de resistencia civil de larga duración. No es fácil que lo logre, pero intentará hacerlo con el apoyo de grupos sociales de diferentes partes del país, aunque su dispersión y su debilidad hacen la tarea muy complicada. A corto plazo está construyendo un activo foco de deslegitimación de la transición democrática que, de manera agresiva, confronte al gobierno. Quiere prolongar su apropiación de los espacios públicos de la ciudad de México para copar las conmemoraciones oficiales del 15 de septiembre con una manifestación donde celebre el Grito de Independencia y, al día siguiente, en una convención “democrática”, acaso se le ocurra designar un gobierno alternativo a la sombra de su fundamentalismo purificador. ¿Podrá seguir controlando a las estructuras partidarias del PRD, que hasta ahora han sido marginadas? ¿Logrará mantener subordinado al jefe de gobierno de la ciudad de México? Tampoco sabemos durante cuánto tiempo López Obrador logrará someter a los diputados y senadores de su coalición a los dictados de su campaña contestataria y deslegitimadora, antes de que logren dedicarse a tareas políticas menos destructivas.
Los escombros
El Tribunal Electoral no encontró justificado el recuento de todos los votos, pero ordenó la revisión de cerca de doce mil urnas impugnadas por la Coalición por el Bien de Todos. Esto significó una muestra (nueve por ciento del total) tomada en lugares de mayor apoyo a Calderón. Si hubiera habido el fraude monstruoso que López Obrador denunció, en esta muestra se habrían hallado las huellas. Nada de esto ocurrió y se confirmaron las tendencias que el IFE había anunciado originalmente. El tremendo escándalo organizado por López Obrador no ha tenido razón de ser, y la izquierda se enfrentará tarde o temprano a la difícil tarea de reparar los destrozos ocasionados por su cacique populista. ¿Cuánto tiempo tardará en iniciar el retiro de los estorbosos escombros de la protesta y de la exhibición espectacular de sus errores? Parece evidente que López Obrador se opondrá obstinadamente a desalojar la pirámide de rencor desde la que se empeña en molestar a las instituciones democráticas. ¿Cuántas escenas de bochornoso resentimiento tendremos que soportar antes de que las corrientes más sensatas de la izquierda logren frenar a su cacique? Espero que, en la izquierda, intervengan sus líderes más democráticos, sus gobernadores más sensibles, sus aliados más inteligentes y sus intelectuales más críticos. Si no logran cambiar el curso de la confrontación, se enfrentarán al sólido muro de una coalición que representará a la inmensa mayoría de los ciudadanos, y la izquierda seguirá pataleando tercamente como un chivo en la cristalería de la democracia.
Vía: revista Letras Libres
Por María del Carmen Alanis F.
El pasado 5 de julio se iniciaron los cómputos de las elecciones de presidente, diputados y senadores en los 300 distritos del país, mismos que concluyeron, en su totalidad, el jueves 6. El domingo 9 se llevaron a cabo los cómputos locales de la elección de senadores de mayoría relativa y de diputados y senadores electos por el principio de representación proporcional en los 32 consejos locales del IFE.
Una vez concluidas las sesiones de los cómputos referidos, respectivamente, empezó a correr el plazo de cuatro días que prevé la ley para que los partidos políticos y las coaliciones interpusieran los juicios de inconformidad correspondientes para impugnar los resultados de dichos conteos, solicitar la nulidad de la votación recibida en casillas y/o la nulidad de la elección.
En total, se presentaron 543 medios de impugnación ante el TEPJF, distribuidos de la siguiente manera: 374 juicios de inconformidad para impugnar la elección presidencial, 118 juicios en contra de la elección de diputados y senadores, y 51 recursos de reconsideración para controvertir las sentencias dictadas por las cinco salas regionales del TEPJF al resolver los juicios interpuestos en contra de las elecciones de diputados y senadores.
Por mandato constitucional, el Tribunal Electoral es la máxima autoridad jurisdiccional en materia electoral y sus resoluciones son definitivas e inatacables, lo cual no significa otra cosa más que lo que decida ese órgano tendrá que ser acatado por autoridades, partidos, candidatos y ciudadanos, y asimismo, que no existe juicio ni recurso por el que se pueda solicitar la revisión de sus determinaciones.
Una vez recibidos los medios de impugnación por la Sala Superior y las cinco salas regionales del TEPJF, éstos fueron turnados a la señora y señores magistrados, en estricto orden alfabético y respetando el orden en que se reciben los escritos, a efecto de que sustanciaran los expedientes (revisaran si los escritos y los representantes cumplieron con los requisitos que señala la norma) y determinaran si procedía admitir la demanda y entrar al estudio de fondo o, en su caso, desechar los asuntos. Posteriormente los magistrados resolvieron, en sesión pública de Sala, lo que conforme a derecho procedía, es decir, confirmar, modificar o revocar el acto o actos impugnados (votación recibida en casilla, cómputo, elección o inelegibilidad del candidato).
Para comprender y esquematizar lo que el TEPJF conoció y resolvió en el proceso electoral federal que concluye, a continuación se describen los medios de impugnación que proceden, y se presentan diversos cuadros estadísticos de los medios de impugnación interpuestos, en los que se identifica el nombre del partido o coalición promovente y, en su caso, los turnos correspondientes.
Por lo que hace a la elección presidencial, por su relevancia describiré someramente las determinaciones que adoptó la Sala Superior (apertura de incidentes de previo y especial pronunciamiento y sentencias interlocutorias) respecto de las pretensiones que hizo valer la Coalición por el Bien de Todos en el sentido de solicitar a la Sala Superior la acumulación de los juicios de inconformidad que fueron presentados, así como la apertura y recuento de la totalidad de los paquetes de las 130 mil 477 casillas instaladas el 2 de julio en todo el país.
Cabe aclarar que en el momento de la elaboración del presente artículo está pendiente la resolución de la totalidad de los 374 juicios de inconformidad interpuestos para impugnar la elección presidencial, así como la calificación de dicha elección, la cual consiste en el cómputo final y las declaraciones de validez de la elección y de presidente electo, actuaciones que serán motivo de análisis en el siguiente número de Voz y Voto.
Medios de impugnación
En la etapa de resultados de la elección y declaraciones de validez del proceso electoral federal, la legislación prevé dos recursos: el juicio de inconformidad y el recurso de reconsideración.
El juicio de inconformidad es el medio impugnativo por el que pueden controvertirse los resultados consignados en las actas de cómputo distrital por nulidad de votación recibida en una o más casillas o por error aritmético. Respecto a las elecciones de diputados y senadores por el principio de mayoría relativa, puede interponerse también este recurso contra las declaraciones de validez y el consecuente otorgamiento de las constancias de mayoría y validez (en el caso de senadores, también la constancia de asignación de primera minoría), o bien, por nulidad de la elección (causal genérica).
A este respecto cabe precisar que son los consejos distritales del IFE los que tienen la atribución de efectuar los cómputos de la elección de diputados y senadores por ambos principios (mayoría relativa y representación proporcional). La ley faculta a su vez a los consejos distritales para emitir la declaración de validez de las elecciones de diputados por el principio de mayoría relativa. Los consejos locales del IFE, por su parte, tienen competencia para declarar la validez de la elección de senadores por el principio de mayoría relativa con base en las actas de cómputos distritales que previamente realizaron los consejos distritales. En lo relativo a la elección de senadores y diputados por el principio de representación proporcional, es el Consejo General del IFE el que tiene la atribución de hacer el cómputo total y la declaración de validez correspondiente.
Como se observa, en este esquema resta sólo la declaración de validez de la elección presidencial, única que no compete a la autoridad electoral administrativa (IFE). Esta facultad –como sabemos– corresponde a la Sala Superior del TEPJF, autoridad calificadora de los comicios presidenciales desde la reforma electoral de 1996.
Para resolver los juicios de inconformidad interpuestos respecto de la elección presidencial, es competente sólo la Sala Superior del Tribunal. En los casos restantes la atención de los recursos promovidos corresponde a la Sala Regional de la circunscripción plurinominal a la que pertenezca la autoridad electoral responsable (consejos distritales y locales del IFE).
Las sentencias dictadas por las salas regionales del Tribunal en los juicios de inconformidad que les corresponda desahogar (diputados y senadores) no son definitivas. La ley establece que contra ellas puede interponerse el llamado "recurso de reconsideración", el cual es resuelto en definitiva por la Sala Superior. Ello, bajo los supuestos establecidos en cl artículo 62 de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral.
De esta manera, tenemos que el procedimiento jurisdiccional para el caso de la elección presidencial se desarrolla de manera uniinstancial: la Sala Superior del Tribunal es la única que conoce directamente los juicios de inconformidad y los resuelve en definitiva. En lo que concierne a las elecciones de diputados y senadores, el procedimiento es biinstancial, ya que primero les corresponde conocer de los juicios de inconformidad a las salas regionales del Tribunal, pero su sentencia es impugnable mediante recurso de reconsideración ante la Sala Superior, que igualmente resolverá en forma definitiva e inatacable.
Elecciones de diputados y senadores: impugnaciones, resoluciones y efectos
El pasado 16 de agosto el Tribunal concluyó la resolución de la totalidad de los medios de impugnación que fueron promovidos en las elecciones de diputados y senadores.
Los partidos y coaliciones promovieron un total de 118 recursos de inconformidad, distribuidos en las correspondientes salas regionales. De éstos, 51 fueron interpuestos por la Coalición por el Bien de Todos, 49 por la Alianza por México, 15 por el Partido Acción Nacional, dos por Nueva Alianza y uno por Alternativa. De esos 118 recursos, 99 corresponden a las elecciones de diputados federales y 19 a las de senadores. En el Cuadro 1 se muestra la distribución de los juicios de inconformidad y se indica la Sala Regional que resolvió, los promoventes y el tipo de elección que se controvirtió.
Del total de las sentencias dictadas por las salas regionales, 51 fueron impugnadas en segunda instancia ante la Sala Superior mediante recursos de reconsideración, distribuidos de la siguiente manera: 25 fueron presentados por la Alianza por México, 19 por la Coalición por el Bien de Todos, 4 por el PAN, uno por Nueva Alianza y dos por ciudadanos. De esos 51 recursos de reconsideración, en 29 casos la Sala Superior confirmó la sentencia de la Sala Regional respectiva, en dos se dejó sin efecto lo resuelto en la Sala Regional, en tres se modificaron las resoluciones, uno se tuvo por no presentado y 16 fueron desechados de plano. Lo anterior se observa con claridad en el Cuadro 2.
De los 51 recursos de reconsideración resueltos por la Sala Superior, vale la pena destacar dos casos:
1. La Sala Regional del TEPJF con sede en Toluca, al resolver el juicio de inconformidad ST-V-JIN6/2006, interpuesto por el PAN, revocó la constancia de mayoría otorgada al candidato propietario a diputado por el distrito 2 del estado de México, con cabecera en Teoloyucan, de la Coalición por el Bien de Todos, C. Juan Abad de Jesús, por considerarlo inelegible en virtud de que no se separó del cargo de presidente municipal de Coyotepec tres meses antes de la elección, y ordenó expedir la constancia a favor del candidato suplente de la propia Coalición. El PAN (SUP-REC-18/2006), la CPBT (SUP-REC-25/2006) y el candidato afectado (SUP-REC-28/2006) impugnaron la resolución de la Sala Regional a través de los recursos de reconsideración respectivos. El pasado 14 de agosto la Sala Superior acumuló dichos expedientes y revocó la declaración de inelegibilidad del C. Juan Abad, ratificó la expedición de la constancia de mayoría a su favor y dejó sin efecto lo determinado por la Sala de Toluca.
2. La Sala Regional del TEPJF con sede en Toluca, en el juicio de inconformidad ST-V-JIN-7/2006, interpuesto por la Alianza por México, resolvió como infundada la nulidad de diversas casillas instaladas en el distrito 35 con cabecera en Tenancingo, estado de México, para la elección de diputado por el principio de mayoría relativa. La Alianza por México (SUP-REC-19/2006) y la Coalición por el Bien de Todos (SUP-REC-26/2006) impugnaron la resolución de la Sala Regional a través de los recursos de reconsideración respectivos. El pasado 16 de agosto la Sala Superior acumuló dichos expedientes y declaró la nulidad de la votación recibida en las casillas 3,855 básica, 3,857 básica, 4,460 contigua, 2,512 contigua, 1,513 contigua 2 y 516 contigua 1, debido, básicamente, a que en éstas fungieron como representantes de la Coalición por el Bien de Todos delegados municipales; en consecuencia, modificó los resultados consignados en el acta de cómputo distrital, sustituyó dicha acta y revocó la constancia de mayoría y validez otorgada a los integrantes de la fórmula de candidatos de la Coalición, y se la otorgó a la fórmula de candidatos de la Alianza por México (véase Cuadro 3).
Elección presidencial
Únicamente la Coalición por el Bien de Todos, el Partido Acción Nacional y un ciudadano interpusieron el total de los 374 juicios de inconformidad para impugnar la elección presidencial, los cuales fueron recibidos por la Sala Superior y turnados a la señora y señores magistrados como se muestra en el Cuadro 4.
La CPBT presentó un juicio de inconformidad, coloquialmente denominado "recurso líder" o "recurso madre", ante el 15 distrito electoral del IFE en el Distrito Federal, en el que impugnó en su conjunto la elección presidencial y solicitó al TEPJF, entre otros aspectos, que se realizara la apertura de la totalidad de los paquetes electorales y, en consecuencia, se modificaran las actas de cómputo distrital de la elección de presidente; también solicitó, en su caso, que no se expidieran la declaratoria de validez de la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, ni la declaratoria de presidente electo. Asimismo, la Coalición pidió la acumulación de los demás medios de impugnación al juicio presentado en el distrito 15, para que se resolviera en un solo fallo.
Al respecto, la Sala Superior del Tribunal negó la acumulación total de los juicios, y posteriormente también desestimó la pretensión de la Coalición consistente en el recuento de la votación recibida en la totalidad de las casillas instaladas en los 300 distritos electorales. Lo que ordenó la Sala Superior fue la apertura de incidentes de previo y especial pronunciamiento en los casos en los que, a juicio de cada magistrado, procediera el recuento de votos en casillas correctamente impugnadas en los distritos correspondientes a cada juicio a su cargo.
La Sala Superior resolvió por unanimidad en 174 sentencias interlocutorias, de manera definitiva e inatacable, el recuento de 11,839 casillas, sobre lo cual vale la pena destacar lo siguiente:
1. No fue abierta la totalidad de los paquetes.
2. El TEPJF sustentó como causas de la desestimación de la pretensión de abrir todos los paquetes, el hecho de que la Coalición argumentó causas genéricas, correspondientes a otras etapas del proceso, y que no probó su vinculación ni afectación directa al escrutinio de los votos (campañas difamatorias, spots, programas sociales, propaganda religiosa, rebase de topes de gasto, inequidad en medios, actos anticipados de campaña, propaganda por extranjeros, llamadas telefónicas de apoyo, parcialidad de la autoridad, sistemas informáticos del PREP, conteo rápido y cómputos, "inusual" número de votos nulos, resolución extemporánea de quejas, entrevistas a candidatos antes de concluir la jornada electoral, ineficacia de la FEPADE e ilegal nombramiento de consejeros, entre otras).
3. Sólo se realizó el recuento de los paquetes de las casillas que fueron correctamente impugnadas y en cuyas actas se presentaron inconsistencias en rubros fundamentales, específicamente relacionados con los votos, boletas recibidas o sobrantes, y que la Coalición hubiera solicitado al Consejo Distrital su apertura y ésta no se hubiera realizado. Por lo tanto, el número de paquetes que se abrió no correspondió a una muestra aleatoria.
4. En los 174 juicios en los que se abrió el incidente, se identificaron 21,786 casillas sobre las que la Coalición pidió el recuento; el TEPJF lo negó en 9,947 y lo declaró procedente en 11,839 casillas, las cuales representan el 54.84 por ciento de las casillas solicitadas por la Coalición.
5. El recuento no consistió en un nuevo cómputo a cargo del lFE. Se trató de una diligencia bajo la dirección de un funcionario judicial (magistrados y jueces de Distrito), con el auxilio de funcionarios del IFE y la presencia de los representantes de las coaliciones y partidos, que se desarrolló en las sedes de los consejos distritales.
6. Concluidas las diligencias, se requisitaron actas circunstanciadas que fueron enviadas a la Sala Superior y entregadas a los magistrados, de conformidad con el turno original de los juicios interpuestos.
Una vez recibidas las actas y la documentación adicional enviada, la Sala Superior contó con todos los elementos y documentación necesarios para proceder a la resolución de los 374 juicios de inconformidad interpuestos y, al momento de resolverlos, se cerró la etapa de resultados de la elección y comenzó la de calificación (cómputo final y declaraciones de validez y de presidente electo).
Calificación de la elección presidencial: última etapa del proceso electoral
En el número anterior de Voz y Voto describí el procedimiento que el Tribunal sigue para la calificación de la elección de presidente, es decir, para desahogar la cuarta y última etapa del proceso electoral.
Como se recordará, esta etapa se integra por tres partes: el cómputo final de la elección, la declaración de validez de la elección y la declaración de presidente electo, del candidato que haya obtenido el mayor número de votos y satisfecho los requisitos de elegibilidad.
De acuerdo con la información que se presenta en este artículo, el cómputo final realizado por la Sala Superior del Tribunal se hizo después de que se emitió la resolución sobre el último de los medios de impugnación interpuestos en contra de la elección presidencial, se realizaron los ajustes en el cómputo de cada distrito por la anulación de la votación recibida en las casillas donde resultaron procedentes las impugnaciones de los partidos y la Coalición y se aplicaron los ajustes derivados del recuento de votos en las 11,839 casillas determinadas en las sentencias interlocutorias.
Ahora bien, la declaración de presidente electo tiene que ver con una verificación que la Sala Superior debe realizar sobre el cumplimiento de los requisitos previstos en el artículo 82 constitucional por el candidato ganador, para lo cual el presidente del Tribunal requiere al ¡FE el envío de la documentación que los partidos presentaron para el registro de sus candidatos, la cual debe ser contundente para demostrar cada requisito exigido en la norma y, en su caso, queda a salvo la facultad del órgano jurisdiccional para solicitar directamente al partido del candidato el envío de documentación adicional.
En lo referente a la declaración de validez de la elección, el Tribunal considera la información agregada por los presidentes de los 300 consejos distritales del IFE en los expedientes sobre la elección, así como los informes que en lo individual rindieron dichos presidentes sobre el desarrollo del proceso electoral en su correspondiente distrito.
El Tribunal, a través de la declaración de validez, se pronuncia con respecto a si los actos y etapas del proceso electoral se sujetaron al principio de legalidad, lo cual significa que se verifica que cada actividad se efectuó en los términos establecidos en las normas contenidas en el Cofipe y demás disposiciones aplicables.
Al mismo tiempo, la declaración de validez de la elección implica una determinación del Tribunal respecto a que los actos electorales debieron ajustarse a los principios que rigen toda elección democrática. Para este fin, el máximo órgano jurisdiccional dispone de toda la información que le entregaron los consejos distritales y la que en específico solicita para revisar aspectos en lo particular.
Habida cuenta de la relevancia de estas determinaciones, el Tribunal dictó dos acuerdos para revestir de la indispensable formalidad la calificación de la elección. El primero fue emitido el 30 de junio de 2006 para establecer el procedimiento que conforme a la ley se sigue durante la última etapa del proceso electoral; el segundo data del 10 de julio y fue emitido por el magistrado presidente para la integración del expediente que contiene la documentación de los 300 distritos, para ordenar su resguardo en un lugar seguro y para poner a la consideración de los magistrados toda la documentación agregada al propio expediente.
De esta manera, agotada la calificación de la elección presidencial sólo resta al Tribunal comunicar lo anterior a la Cámara de Diputados, a efecto de que ésta emita el Bando solemne de presidente electo.
Vía: revista Voz y Voto
El pasado 5 de julio se iniciaron los cómputos de las elecciones de presidente, diputados y senadores en los 300 distritos del país, mismos que concluyeron, en su totalidad, el jueves 6. El domingo 9 se llevaron a cabo los cómputos locales de la elección de senadores de mayoría relativa y de diputados y senadores electos por el principio de representación proporcional en los 32 consejos locales del IFE.
Una vez concluidas las sesiones de los cómputos referidos, respectivamente, empezó a correr el plazo de cuatro días que prevé la ley para que los partidos políticos y las coaliciones interpusieran los juicios de inconformidad correspondientes para impugnar los resultados de dichos conteos, solicitar la nulidad de la votación recibida en casillas y/o la nulidad de la elección.
En total, se presentaron 543 medios de impugnación ante el TEPJF, distribuidos de la siguiente manera: 374 juicios de inconformidad para impugnar la elección presidencial, 118 juicios en contra de la elección de diputados y senadores, y 51 recursos de reconsideración para controvertir las sentencias dictadas por las cinco salas regionales del TEPJF al resolver los juicios interpuestos en contra de las elecciones de diputados y senadores.
Por mandato constitucional, el Tribunal Electoral es la máxima autoridad jurisdiccional en materia electoral y sus resoluciones son definitivas e inatacables, lo cual no significa otra cosa más que lo que decida ese órgano tendrá que ser acatado por autoridades, partidos, candidatos y ciudadanos, y asimismo, que no existe juicio ni recurso por el que se pueda solicitar la revisión de sus determinaciones.
Una vez recibidos los medios de impugnación por la Sala Superior y las cinco salas regionales del TEPJF, éstos fueron turnados a la señora y señores magistrados, en estricto orden alfabético y respetando el orden en que se reciben los escritos, a efecto de que sustanciaran los expedientes (revisaran si los escritos y los representantes cumplieron con los requisitos que señala la norma) y determinaran si procedía admitir la demanda y entrar al estudio de fondo o, en su caso, desechar los asuntos. Posteriormente los magistrados resolvieron, en sesión pública de Sala, lo que conforme a derecho procedía, es decir, confirmar, modificar o revocar el acto o actos impugnados (votación recibida en casilla, cómputo, elección o inelegibilidad del candidato).
Para comprender y esquematizar lo que el TEPJF conoció y resolvió en el proceso electoral federal que concluye, a continuación se describen los medios de impugnación que proceden, y se presentan diversos cuadros estadísticos de los medios de impugnación interpuestos, en los que se identifica el nombre del partido o coalición promovente y, en su caso, los turnos correspondientes.
Por lo que hace a la elección presidencial, por su relevancia describiré someramente las determinaciones que adoptó la Sala Superior (apertura de incidentes de previo y especial pronunciamiento y sentencias interlocutorias) respecto de las pretensiones que hizo valer la Coalición por el Bien de Todos en el sentido de solicitar a la Sala Superior la acumulación de los juicios de inconformidad que fueron presentados, así como la apertura y recuento de la totalidad de los paquetes de las 130 mil 477 casillas instaladas el 2 de julio en todo el país.
Cabe aclarar que en el momento de la elaboración del presente artículo está pendiente la resolución de la totalidad de los 374 juicios de inconformidad interpuestos para impugnar la elección presidencial, así como la calificación de dicha elección, la cual consiste en el cómputo final y las declaraciones de validez de la elección y de presidente electo, actuaciones que serán motivo de análisis en el siguiente número de Voz y Voto.
Medios de impugnación
En la etapa de resultados de la elección y declaraciones de validez del proceso electoral federal, la legislación prevé dos recursos: el juicio de inconformidad y el recurso de reconsideración.
El juicio de inconformidad es el medio impugnativo por el que pueden controvertirse los resultados consignados en las actas de cómputo distrital por nulidad de votación recibida en una o más casillas o por error aritmético. Respecto a las elecciones de diputados y senadores por el principio de mayoría relativa, puede interponerse también este recurso contra las declaraciones de validez y el consecuente otorgamiento de las constancias de mayoría y validez (en el caso de senadores, también la constancia de asignación de primera minoría), o bien, por nulidad de la elección (causal genérica).
A este respecto cabe precisar que son los consejos distritales del IFE los que tienen la atribución de efectuar los cómputos de la elección de diputados y senadores por ambos principios (mayoría relativa y representación proporcional). La ley faculta a su vez a los consejos distritales para emitir la declaración de validez de las elecciones de diputados por el principio de mayoría relativa. Los consejos locales del IFE, por su parte, tienen competencia para declarar la validez de la elección de senadores por el principio de mayoría relativa con base en las actas de cómputos distritales que previamente realizaron los consejos distritales. En lo relativo a la elección de senadores y diputados por el principio de representación proporcional, es el Consejo General del IFE el que tiene la atribución de hacer el cómputo total y la declaración de validez correspondiente.
Como se observa, en este esquema resta sólo la declaración de validez de la elección presidencial, única que no compete a la autoridad electoral administrativa (IFE). Esta facultad –como sabemos– corresponde a la Sala Superior del TEPJF, autoridad calificadora de los comicios presidenciales desde la reforma electoral de 1996.
Para resolver los juicios de inconformidad interpuestos respecto de la elección presidencial, es competente sólo la Sala Superior del Tribunal. En los casos restantes la atención de los recursos promovidos corresponde a la Sala Regional de la circunscripción plurinominal a la que pertenezca la autoridad electoral responsable (consejos distritales y locales del IFE).
Las sentencias dictadas por las salas regionales del Tribunal en los juicios de inconformidad que les corresponda desahogar (diputados y senadores) no son definitivas. La ley establece que contra ellas puede interponerse el llamado "recurso de reconsideración", el cual es resuelto en definitiva por la Sala Superior. Ello, bajo los supuestos establecidos en cl artículo 62 de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral.
De esta manera, tenemos que el procedimiento jurisdiccional para el caso de la elección presidencial se desarrolla de manera uniinstancial: la Sala Superior del Tribunal es la única que conoce directamente los juicios de inconformidad y los resuelve en definitiva. En lo que concierne a las elecciones de diputados y senadores, el procedimiento es biinstancial, ya que primero les corresponde conocer de los juicios de inconformidad a las salas regionales del Tribunal, pero su sentencia es impugnable mediante recurso de reconsideración ante la Sala Superior, que igualmente resolverá en forma definitiva e inatacable.
Elecciones de diputados y senadores: impugnaciones, resoluciones y efectos
El pasado 16 de agosto el Tribunal concluyó la resolución de la totalidad de los medios de impugnación que fueron promovidos en las elecciones de diputados y senadores.
Los partidos y coaliciones promovieron un total de 118 recursos de inconformidad, distribuidos en las correspondientes salas regionales. De éstos, 51 fueron interpuestos por la Coalición por el Bien de Todos, 49 por la Alianza por México, 15 por el Partido Acción Nacional, dos por Nueva Alianza y uno por Alternativa. De esos 118 recursos, 99 corresponden a las elecciones de diputados federales y 19 a las de senadores. En el Cuadro 1 se muestra la distribución de los juicios de inconformidad y se indica la Sala Regional que resolvió, los promoventes y el tipo de elección que se controvirtió.
Del total de las sentencias dictadas por las salas regionales, 51 fueron impugnadas en segunda instancia ante la Sala Superior mediante recursos de reconsideración, distribuidos de la siguiente manera: 25 fueron presentados por la Alianza por México, 19 por la Coalición por el Bien de Todos, 4 por el PAN, uno por Nueva Alianza y dos por ciudadanos. De esos 51 recursos de reconsideración, en 29 casos la Sala Superior confirmó la sentencia de la Sala Regional respectiva, en dos se dejó sin efecto lo resuelto en la Sala Regional, en tres se modificaron las resoluciones, uno se tuvo por no presentado y 16 fueron desechados de plano. Lo anterior se observa con claridad en el Cuadro 2.
De los 51 recursos de reconsideración resueltos por la Sala Superior, vale la pena destacar dos casos:
1. La Sala Regional del TEPJF con sede en Toluca, al resolver el juicio de inconformidad ST-V-JIN6/2006, interpuesto por el PAN, revocó la constancia de mayoría otorgada al candidato propietario a diputado por el distrito 2 del estado de México, con cabecera en Teoloyucan, de la Coalición por el Bien de Todos, C. Juan Abad de Jesús, por considerarlo inelegible en virtud de que no se separó del cargo de presidente municipal de Coyotepec tres meses antes de la elección, y ordenó expedir la constancia a favor del candidato suplente de la propia Coalición. El PAN (SUP-REC-18/2006), la CPBT (SUP-REC-25/2006) y el candidato afectado (SUP-REC-28/2006) impugnaron la resolución de la Sala Regional a través de los recursos de reconsideración respectivos. El pasado 14 de agosto la Sala Superior acumuló dichos expedientes y revocó la declaración de inelegibilidad del C. Juan Abad, ratificó la expedición de la constancia de mayoría a su favor y dejó sin efecto lo determinado por la Sala de Toluca.
2. La Sala Regional del TEPJF con sede en Toluca, en el juicio de inconformidad ST-V-JIN-7/2006, interpuesto por la Alianza por México, resolvió como infundada la nulidad de diversas casillas instaladas en el distrito 35 con cabecera en Tenancingo, estado de México, para la elección de diputado por el principio de mayoría relativa. La Alianza por México (SUP-REC-19/2006) y la Coalición por el Bien de Todos (SUP-REC-26/2006) impugnaron la resolución de la Sala Regional a través de los recursos de reconsideración respectivos. El pasado 16 de agosto la Sala Superior acumuló dichos expedientes y declaró la nulidad de la votación recibida en las casillas 3,855 básica, 3,857 básica, 4,460 contigua, 2,512 contigua, 1,513 contigua 2 y 516 contigua 1, debido, básicamente, a que en éstas fungieron como representantes de la Coalición por el Bien de Todos delegados municipales; en consecuencia, modificó los resultados consignados en el acta de cómputo distrital, sustituyó dicha acta y revocó la constancia de mayoría y validez otorgada a los integrantes de la fórmula de candidatos de la Coalición, y se la otorgó a la fórmula de candidatos de la Alianza por México (véase Cuadro 3).
Elección presidencial
Únicamente la Coalición por el Bien de Todos, el Partido Acción Nacional y un ciudadano interpusieron el total de los 374 juicios de inconformidad para impugnar la elección presidencial, los cuales fueron recibidos por la Sala Superior y turnados a la señora y señores magistrados como se muestra en el Cuadro 4.
La CPBT presentó un juicio de inconformidad, coloquialmente denominado "recurso líder" o "recurso madre", ante el 15 distrito electoral del IFE en el Distrito Federal, en el que impugnó en su conjunto la elección presidencial y solicitó al TEPJF, entre otros aspectos, que se realizara la apertura de la totalidad de los paquetes electorales y, en consecuencia, se modificaran las actas de cómputo distrital de la elección de presidente; también solicitó, en su caso, que no se expidieran la declaratoria de validez de la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, ni la declaratoria de presidente electo. Asimismo, la Coalición pidió la acumulación de los demás medios de impugnación al juicio presentado en el distrito 15, para que se resolviera en un solo fallo.
Al respecto, la Sala Superior del Tribunal negó la acumulación total de los juicios, y posteriormente también desestimó la pretensión de la Coalición consistente en el recuento de la votación recibida en la totalidad de las casillas instaladas en los 300 distritos electorales. Lo que ordenó la Sala Superior fue la apertura de incidentes de previo y especial pronunciamiento en los casos en los que, a juicio de cada magistrado, procediera el recuento de votos en casillas correctamente impugnadas en los distritos correspondientes a cada juicio a su cargo.
La Sala Superior resolvió por unanimidad en 174 sentencias interlocutorias, de manera definitiva e inatacable, el recuento de 11,839 casillas, sobre lo cual vale la pena destacar lo siguiente:
1. No fue abierta la totalidad de los paquetes.
2. El TEPJF sustentó como causas de la desestimación de la pretensión de abrir todos los paquetes, el hecho de que la Coalición argumentó causas genéricas, correspondientes a otras etapas del proceso, y que no probó su vinculación ni afectación directa al escrutinio de los votos (campañas difamatorias, spots, programas sociales, propaganda religiosa, rebase de topes de gasto, inequidad en medios, actos anticipados de campaña, propaganda por extranjeros, llamadas telefónicas de apoyo, parcialidad de la autoridad, sistemas informáticos del PREP, conteo rápido y cómputos, "inusual" número de votos nulos, resolución extemporánea de quejas, entrevistas a candidatos antes de concluir la jornada electoral, ineficacia de la FEPADE e ilegal nombramiento de consejeros, entre otras).
3. Sólo se realizó el recuento de los paquetes de las casillas que fueron correctamente impugnadas y en cuyas actas se presentaron inconsistencias en rubros fundamentales, específicamente relacionados con los votos, boletas recibidas o sobrantes, y que la Coalición hubiera solicitado al Consejo Distrital su apertura y ésta no se hubiera realizado. Por lo tanto, el número de paquetes que se abrió no correspondió a una muestra aleatoria.
4. En los 174 juicios en los que se abrió el incidente, se identificaron 21,786 casillas sobre las que la Coalición pidió el recuento; el TEPJF lo negó en 9,947 y lo declaró procedente en 11,839 casillas, las cuales representan el 54.84 por ciento de las casillas solicitadas por la Coalición.
5. El recuento no consistió en un nuevo cómputo a cargo del lFE. Se trató de una diligencia bajo la dirección de un funcionario judicial (magistrados y jueces de Distrito), con el auxilio de funcionarios del IFE y la presencia de los representantes de las coaliciones y partidos, que se desarrolló en las sedes de los consejos distritales.
6. Concluidas las diligencias, se requisitaron actas circunstanciadas que fueron enviadas a la Sala Superior y entregadas a los magistrados, de conformidad con el turno original de los juicios interpuestos.
Una vez recibidas las actas y la documentación adicional enviada, la Sala Superior contó con todos los elementos y documentación necesarios para proceder a la resolución de los 374 juicios de inconformidad interpuestos y, al momento de resolverlos, se cerró la etapa de resultados de la elección y comenzó la de calificación (cómputo final y declaraciones de validez y de presidente electo).
Calificación de la elección presidencial: última etapa del proceso electoral
En el número anterior de Voz y Voto describí el procedimiento que el Tribunal sigue para la calificación de la elección de presidente, es decir, para desahogar la cuarta y última etapa del proceso electoral.
Como se recordará, esta etapa se integra por tres partes: el cómputo final de la elección, la declaración de validez de la elección y la declaración de presidente electo, del candidato que haya obtenido el mayor número de votos y satisfecho los requisitos de elegibilidad.
De acuerdo con la información que se presenta en este artículo, el cómputo final realizado por la Sala Superior del Tribunal se hizo después de que se emitió la resolución sobre el último de los medios de impugnación interpuestos en contra de la elección presidencial, se realizaron los ajustes en el cómputo de cada distrito por la anulación de la votación recibida en las casillas donde resultaron procedentes las impugnaciones de los partidos y la Coalición y se aplicaron los ajustes derivados del recuento de votos en las 11,839 casillas determinadas en las sentencias interlocutorias.
Ahora bien, la declaración de presidente electo tiene que ver con una verificación que la Sala Superior debe realizar sobre el cumplimiento de los requisitos previstos en el artículo 82 constitucional por el candidato ganador, para lo cual el presidente del Tribunal requiere al ¡FE el envío de la documentación que los partidos presentaron para el registro de sus candidatos, la cual debe ser contundente para demostrar cada requisito exigido en la norma y, en su caso, queda a salvo la facultad del órgano jurisdiccional para solicitar directamente al partido del candidato el envío de documentación adicional.
En lo referente a la declaración de validez de la elección, el Tribunal considera la información agregada por los presidentes de los 300 consejos distritales del IFE en los expedientes sobre la elección, así como los informes que en lo individual rindieron dichos presidentes sobre el desarrollo del proceso electoral en su correspondiente distrito.
El Tribunal, a través de la declaración de validez, se pronuncia con respecto a si los actos y etapas del proceso electoral se sujetaron al principio de legalidad, lo cual significa que se verifica que cada actividad se efectuó en los términos establecidos en las normas contenidas en el Cofipe y demás disposiciones aplicables.
Al mismo tiempo, la declaración de validez de la elección implica una determinación del Tribunal respecto a que los actos electorales debieron ajustarse a los principios que rigen toda elección democrática. Para este fin, el máximo órgano jurisdiccional dispone de toda la información que le entregaron los consejos distritales y la que en específico solicita para revisar aspectos en lo particular.
Habida cuenta de la relevancia de estas determinaciones, el Tribunal dictó dos acuerdos para revestir de la indispensable formalidad la calificación de la elección. El primero fue emitido el 30 de junio de 2006 para establecer el procedimiento que conforme a la ley se sigue durante la última etapa del proceso electoral; el segundo data del 10 de julio y fue emitido por el magistrado presidente para la integración del expediente que contiene la documentación de los 300 distritos, para ordenar su resguardo en un lugar seguro y para poner a la consideración de los magistrados toda la documentación agregada al propio expediente.
De esta manera, agotada la calificación de la elección presidencial sólo resta al Tribunal comunicar lo anterior a la Cámara de Diputados, a efecto de que ésta emita el Bando solemne de presidente electo.
Vía: revista Voz y Voto