Vínculo a la nota original
Por María Amparo Casar
21 Abr. 09
Quizá sería exagerado decir que la democracia mexicana está en peligro pero de que hay signos ominosos los hay.
Según todas las encuestas recientemente publicadas, hay un fuerte descenso en el aprecio que los mexicanos tienen por las principales instituciones que definen a la democracia: las elecciones, los diputados, los senadores y los partidos políticos.
La cuarta edición de la Encuesta Nacional Sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de Segob dada a conocer el pasado jueves aporta un dato alarmante: el 66% de la población piensa que en México las elecciones no son limpias.
Siete de cada diez mexicanos confían poco o nada en los partidos políticos; 66% no sabe (o no responde a la pregunta) por qué partido inclinarse; tres de cada cuatro encuestados expresan que los diputados y senadores toman más en cuenta sus propios intereses o los de sus partidos al elaborar las leyes; sólo uno de cada diez ciudadanos cree que estos funcionarios públicos toman en cuenta los intereses de la población.
De participación, ¡ni qué hablar! Menos de 10% de los ciudadanos afirman haber estado involucrados en actividades típicas de las democracias como la participación en la toma de decisiones de su comunidad, en la formación de comisiones vecinales, en marchas y protestas, en el envío de cartas de inconformidad a un medio o a la autoridad, en la colocación de mantas y firmas de desplegados o en la simple portación de un distintivo.
Todos estos signos se dan en el peor momento. En el momento en que el sistema le pide a los ciudadanos que refrenden su fe en el sistema democrático a través de la única participación política generalizada: el voto.
Aún no puede hablarse de un movimiento para boicotear las elecciones pero el asunto está a debate y cada vez se escuchan más voces que cuestionan la utilidad de participar en las elecciones o que llaman a abstenerse o a protestar a través de la anulación del voto.
A las redacciones de los periódicos llegan cada vez más cartas de los ciudadanos que los editores nos hacen el servicio de reproducir y que prenden focos rojos. El domingo Reforma nos regala dos en su sección de Cartas del Lector en las que se sugiere concurrir a las urnas pero no votar por las opciones que vienen impresas en las boletas.
A nuestro correo electrónico también llegan presentaciones -por ejemplo la de "México ya no Aguanta Más"- conminándonos a cancelar el voto el próximo 5 de julio y explicando las razones por las que debemos observar esta conducta: ninguna de las opciones atiende las necesidades ciudadanas, todas son cómplices de los poderes fácticos; estamos hartos de los partidos políticos.
En el número de Nexos que circula actualmente, especialistas en política plantean el dilema entre votar y no votar, exponen las estrategias utilizadas en otras democracias, analizan las razones detrás de los llamados al abstencionismo o a la anulación del voto y debaten sobre las consecuencias que cada una de estas opciones acarrearía.
Ni los preocupantes datos que arrojan las encuestas, ni la opinión de ciudadanos más politizados que se buscan la manera de dar a conocer sus opiniones, ni la cada vez más extensa discusión en los medios están haciendo mella en los políticos. No han ofrecido respuesta alguna. Mucho menos han articulado una estrategia para atajar conductas que más allá de otras consecuencias sí militan en contra de la consolidación democrática.
Ante las amenazas del abstencionismo o la anulación del voto los partidos nos responden con oídos sordos y nos ofrecen más de lo mismo: candidatos que transitan de un partido a otro porque no lograron la nominación en el de origen, personajes que migran de un partido a otro porque el lugar que se les ofrece en la lista es más ventajoso, partidos que en lugar de confrontar alternativas de política confrontan ineficiencias o corruptelas, militantes de un partido que hacen campaña abierta o soterrada por candidatos de otros partidos, partidos que hacen trampas en los procesos de selección interna para evitar que algunos de sus propios militantes obtengan una candidatura...
La señal es clara: no hay principios, no hay ética, no hay ideología, no hay proyecto. Hay poder, empleo, dinero, fuero e impunidad.
Las democracias son regímenes en los que los ciudadanos piden mucho y dan poco. De lo poco que dan es el voto. Si incluso éste se escatima, la democracia está en problemas. La nuestra comienza a estarlo y los políticos no acusan recibo.
Vía:Reforma.com
Hey.. vengo del Diablero, o Crónica de Castas... bueno tu blog está ,uy bueno pero necesita más imagenes, pues con lo acostumbrado que está uno a los monitos.
Que idiomas traduces?
Nomás pa saber.
Saludos
quepasariba@ hotmail.com