Se llevaron el DF a Nueva York

"DFNY" El DF en Nueva York

Quesadillas, mangos con salsa Valentina, sopes, churros, tortas, acordeonistas en el Metro, algodones de azúcar... ¿Es Chapultepec? ¿La estación Pino Suárez? Son las calles de Nueva York, donde pueden observarse estampas propias de la Ciudad de México cada vez con más frecuencia. Los antojitos y la comida mexicana están de moda en la Gran Manzana dice la autora de la siguiente crónica. Llevo 13 años viviendo en la ciudad de Nueva York. Aunque soy chilanga de nacimiento, ya me considero neoyorquina: Cuando voy a la Ciudad de México no dejan de alucinarme el tráfico irreducible, las manifestaciones de los viernes, el estilo de manejo homicida los pobres haciendo malabarismos entre los autos y todo el mundo quejándose de la criminalidad. Son cosas que no extraño para nada. Aquí no tengo coche camino a todos lados a todas horas y manejo la agresión neoyorquina como todos los demás peatones: a empujones.
El verano, caminando por una calle que se llama University Place, en la esquina con la Calle Catorce vi un espejismo: un gringo pasa enfrente de mí saboreando un mango clavado en un palo y cortado en forma de flor, como los que venden en la calle en México. Me tallo los ojos pero unos pasos más adelante me encuentro con una marchanta plantada en la esquina vendiendo flores de mango con tallos de madera desde un carrito de supermercado. La señora agita una botella de salsa Valentina. Los gringos que compran los mangos jugosos y petacones no entienden el concepto del mango con chile. Ella les ofrece ponerle salsa encima y la miran un poco horrorizados.
Otro día, en uno de los pasillos de la línea "F" del Metro una señora mexicana vende churros en una canasta enorme. ¿Estoy en Metro Pino Suárez o en Manhattan?Unos días después aparecen un padre y un pequeño como de 6 años ambos vestidos de norteños en un vagón del Metro. El niño toca un acordeón el padre una guitarra traqueteada y ambos cantan a coro un corrido. Los neoyorquinos, acostumbrados a los limosneros que deambulan por el Metro sin más talento que el de pedir o a los chinos que tocan instrumentos exóticos de una sola cuerda, saxofonistas desquiciados por la heroína, o niños negros que bailan breakdance mientras el tren anda a toda velocidad, ahora tienen en su repertorio musical a más de un grupo de norteños itinerantes que tocan corridos imposiblemente melancólicos.
Al lado del hospital St. Vincent, en la Séptima Avenida un paisano emprendedor vende ramos de flores desde un carro de supermercado, más baratas que las de la florería de enfrente.En Prospect Park, en Brooklyn o en el mismo Central Park ahora hay cuates cargando enormes arbustos de algodones de azúcar rosa, amarillos y azules como en Chapultepec. Últimamente estos episodios suceden con más y más frecuencia. Sin embargo estas visiones son como espejismos rulfianos. Unos días después busca uno a la señora de los mangos y ya no la encuentra por ningún lado. Me pregunto si estoy alucinando o Nueva York se parece cada vez más al Distrito Federal.
Infamia y fantasías
Cuando llegué en 1992, era imposible encontrar buena comida mexicana en Nueva York. Los antojitos no existían. Siempre han habido restaurantes mexicanos infames con nombres como Panchito's o Señor Swanky's donde la comida es una blasfemia: burritos del tamaño de tanques blindados, e igual de apetitosos: nachos acartonados cubiertos de queso amarillo derretido acompañados de salsas aguadas.
Durante años sentí una gran nostalgia por poder salir del cine y comerme unos tacos como Dios manda. Mi fantasía era abrir una tortería en Nueva York para enseñarle a los gringos el genio de la torta uno de los inventos más grandes que México le ha dado al mundo y que el mundo sigue sin apreciar. Mi visión no era motivada puramente por instintos filantrópicos: más bien era provocada por mi enorme frustración con los sandwiches de aquí: medio kilo de jamón o ensalada de atún metido en un pan arrugado y frío, embarrado de mayonesa. Por miedo a la incomprensión de las masas y por falta de capital nunca abrí la tortería, pero recientemente, en la esquina de Kenmare y Lafayette en la frontera de Soho con Chinatown mi sueño se hizo realidad. La Esquina, o The Comer, para los que no pueden pronunciar el español es una rajita de espacio donde venden tacos, tortas. Jarritos y Chaparritas del Naranjo. Su marquesina con letras de colores me recuerda a las de los restaurantes de caldos y taquerías en la calle de López en el centro. Hay tacos de bistec con salsa verde, de pescado asado, y unos de cochinita pibil con cebolla morada que no cantan mal las rancheras. Me como unos taquitos sentada en un banco, viendo a la gente pasar. Soy inmensamente feliz.
Pero eso no es todo. La Esquina alberga uno de los bares de más pegue de Manhattan. Para entrar uno tiene que llamar a un número telefónico y ponerse en la lista. Si uno está debidamente inscrito, baja por unas escaleras que conducen a una cocina subterránea en la que sudan la gota gorda varios cocineros mexicanos. Al atravesar la cocina aparece un restaurante bar decorado como una cava estilo colonial con motivos de máscaras de lucha libre.
El bar ostenta una amplia lista de tequilas. Los sirven, como debe ser, en caballitos y con sangrita. Esta es una gran señal de progreso. Hace 10 años, el único tequila disponible en Nueva York básicamente era el Cuervo Gold y nadie sabía lo que era un caballito, mucho menos un agave. En el bar, que es una versión más fina de la taquería de arriba, sirven tostaditas de ceviche, sopa de tortilla y quesadillas de huitlacoche fresco o de hongos con epazote. Alejandra, la guapa joven chilanga que trabaja de bartender se apiada de mí y me hace una michelada, aunque no aparezca en la lista de cocteles. Soy todavía más inmensamente feliz.
Migración hormiga
La inmigración mexicana a Nueva York ha crecido exponencialmente desde 1992. Los mexicanos que llegan aquí pasan casi inadvertidos porque la mayoría son ilegales y prefieren ser discretos. Son los que cuidan las flores en las tiendas de abarrotes, entregan la comida a domicilio y los que trabajan en las cocinas de todos los restaurantes, desde los más extravagantes hasta las cafeterías más insulsas.
Estos cocineros probablemente han instado a que sus patrones consideren la cocina mexicana con el respeto que se merece, como sucedió recientemente con el chef superestrella Anthony Bourdain, que viajó a Izúcar de Matamoros, en Puebla, a investigar las costumbres culinarias de su personal.
Hace 10 años si uno quería encontrar cilantro fresco, tenía que buscarlo en supermercados gourmets. Ahora, en el súper de abajo de mi casa no sólo encuentro cilantro, sino también aguacate Haas, limones jugosos, chiles poblanos, jícama, y en temporada, mangos Ataulfo. Aunque la cerveza mexicana más consumida es la Corona, en cualquier tienda de abarrotes uno encuentra Negra Modelo, Modelo Especial. Pacífico, Bohemia, o Sol. La comida mexicana auténtica está de moda en Nueva York.
Pero México no sólo se siente en la comida. Cada vez hay más vendedores ambulantes provenientes de todo el mundo que trafican productos piratas. En 2005, el 16 de septiembre, el edificio Empire State estuvo iluminado de verde, blanco y colorado: la versión local de las luces del Zócalo del Distrito Federal. Y nuestro alcalde, Michael Bloomberg, festejó el 5 de mayo por primera vez en la historia de la alcaldía de Nueva York.
Le pregunto a Mariana, una defeña transplantada si ella encuentra similitud entre nuestras dos metrópolis. "El tercermundismo es lo primero que me viene a la mente. El apagón total del año pasado, la basura en las calles, la suciedad en el Metro". En algunos de estos aspectos, Nueva York le gana al DF. En México se va la luz a cada rato, pero aquí cuando se va, se va en serio. Y el Metro de México es mucho más limpio que el subway, en el que las ratas deambulan muy quitadas de la pena por las vías y a veces hasta en los andenes.
Mariana se queda pensando un momento y me informa que, efectivamente, en el barrio donde vive en el alto Manhattan han florecido los puestos de pepinos y zanahorias con limón y chile, y que los dominicanos y puertorriqueños se molestan cuando los mexicanos utilizan la cancha de beisbol del parque comunitario para jugar futbol. También me alerta de la existencia de una pizzería en la calle 23 y la Sexta Avenida, en donde además de pizza, los cocineros mexicanos hacen tacos al pastor y tortas de lengua. Calientan las tortillas en el horno de la pizza. Es reconfortante saber que no vivimos del todo en el Primer Mundo.
Tamales, sopes...
En la calle Bedford la arteria central del barrio bohemio de Williamsburg, en Brooklyn, la señora Genoveva, oriunda de Puebla, vende tamales de mole verdes, de rajas y dulces. "¿A cuánto los tamales?" "A peso", me dice. Trato de explicar a mis amigos neoyorquinos provenientes de Caracas, Londres o Madrid la maravilla insólita que es estar parado en una esquina en Brooklyn comprando tamales de elote hechos en casa.
Unas cuadras más al norte, en "Matamoros", una tienda de abarrotes atiborrada y polvorienta, uno encuentra productos Marinela y. Barcel, chiles secos, tortillas, quesos Cotija, Oaxaca, pan dulce, chorizos, Pelones Pelo Rico. Chamoys, Pulparindos, cacahuates japoneses, Sabrítones, Motitas, Jarritos, Boings, y toda clase de porquerías que provocan nostalgias maravillosas.
Nunca he entendido a quién le venden esas cosas ya que los habitantes de esa parte de Williamsburg o son inmigrantes polacos y puertorriqueños, o son artistas y niños bien rebeldes. Aún así, en el fondo de la tienda hay dos chicas mexicanas que preparan sopes, tacos, huaraches, tortas y burritos detrás de un mostrador minúsculo.
En algunas ocasiones me he encontrado familias o trabajadores mexicanos comiendo allí, pero por lo general son neoyorquinos con presupuestos reducidos los que le hincan el diente a los antojitos. No los culpo; cada sope cuesta un dólar con 50 centavos y están bien buenos. El DF en Nueva York: lo mejor de ambos mundos.

Vía: Revista Día Siete

1 Respuestas a “Se llevaron el DF a Nueva York”

  1. # Blogger Rodolfo Soriano-Núñez

    En mi humilde opinión ya le hizo daño a la autora pasar tanto tiempo aquí. A mí me siguen provocando náuseas las enchiladas "bañadas" en lechuga que algunos inconscientes, irrespetuosos, jijos de su mal dormir venden aquí en NY como "comida mexicana"...

    Lee el resto en http://mexicodesdefuera.blogspot.com  

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