Histérica España sin fumar

Sin parches y sin chicles
Por Claudia Ortiz

Millones de españoles han dejado de fumar. Al menos por una horas, en las oficinas públicas y a la fuerza. España lleva una ley de prohibición al tabaco y, como en toda restricción legal, tiene voces en favor y en contra. Hay histeria y felicidad. Dejar el vicio puede no ser una locura, dice la autora de esta crónica de los primeros días sin tanto humo en Madrid.
"No fumo y nunca he fumado, pero soy fumador, pasivo, claro. Por lo tanto, no voy a dejar de fumar. Pero ella si, su salud y su pleno convencimiento le han tentado a abandonar un vicio poco saludable. Podrá o no, pero lo intentará, y aquí seremos testigos de sus avances y las dificultades que tendrá que sortear. Desde hoy y hasta que en esta casa no se deje de hablar de tabaco, esta página estará activa y abierta a quien quiera aportar su experiencia..."
Esto es lo que se encuentra uno en el weblog "Sin Humos", un relato online de un experimento, apuntes de los malabares para desintoxicarse de una vez y para siempre del maldito tabaco. Tal parece que mucha gente quiso adelantarse a ese ya fatídico, para muchos, 1 de enero de 2006, día en que entró en vigor la Ley Antitabaco en España. Tanto el autor de Sin Humos, como los directores de varias empresas, decidieron antes de que concluyera 2005 tomar la iniciativa de dejar de fumar para evitar traumas mayores.
Uno de los métodos de estas empresas, es el de contratar a otras compañías para que ayuden a sus empleados a vencer al tabaco. El secreto radica en desvelar a los fumadores cuáles son las razones reales de su adicción, y enfrentarlos a sus temores y autoengaños, sin fármacos y sin sustitutivos. En otras prefieren la efectividad probada de fármacos para superar el sindrome de abstinencia.
Mientras tanto, a los empleados de muchas empresas que se están planteando utilizar estos métodos sólo les queda pedir que antes de fusilarlos, les dejen fumarse un pitillo como su última voluntad. Pero, el fumar, se va a acabar, a escasas semanas de que la ley haya entrado en vigor, se puede hablar ya de una caída en la productividad de todas las empresas. Según Marta Grau, directora de Recursos Humanos del Grupo Editorial Random House Mondadori, "si unos salen a fumar, el resto trabaja el doble". Marta es una ex fumadora.
Ya no se puede fumar en las redacciones de los periódicos. Tragedia griega. Las redacciones siempre han sido lugares mágicos en los que el café y el tabaco eran materia prima con la que se elaboraban los diarios, y ahora la blanca cuartilla es un precipicio aún más profundo en el que no hay nubes de nicotina que amortigúen la caida.
Las colillas comienzan a amontonarse en las aceras fuera de los centros de trabajo, y surge un nuevo problema a resolver. La ordenanza municipal en la mayoría de ciudades, sanciona a quién deje basura en la calle. Teniendo en cuenta que en una jornada laboral de ocho horas, cada empleado esta tomándose 25 minutos para salir al frío a sacudirse la ansiedad que les causa el no poder fumar como lo venían haciendo desde años, puede uno hacerse a la idea de la cantidad de colillas que pueden acumularse al final del día. Se podría, como ya se ha hecho años atrás en verano en las playas, poner a disposición de la gente ceniceros desechables; pero de momento, no hay nada para estos fumadores nómadas, que aprovechan cualquier excusa para dar unas caladas, desde los descansos establecidos, hasta ir al baño o a correos.
Bocanadas de vida
Pero no todo el mundo esta aceptando esta realidad sin humo, también están los desobedientes, los compulsivos, los que pierden la cabeza y pueden convertirse en William Foster, ese personaje que interpreta Michael Douglas en la película Un día de furia (Falling down) sin sus shots de nicotina. Gente a la que no le importa recurrir o incluso pagar una multa y que se quedan tan anchos en sus oficinas fume que fume, ya que las órdenes de dar luz verde al humo, vienen desde arriba, de los jefes, quienes prefieren pedir perdón que acatar la ley. Ha habido, incluso, casos como el de una chica a quien no contrataron en una oficina por no fumar. "Aquí fuma todo dios, y alguien que no fume, no va a aguantar", le dijeron.
En la Universidad, los alumnos se fuman la ley antitabaco en los pasillos, en la cafeteria y en los baños. Muchos afirman que seguirán haciéndolo hasta que les multen, y de todas las facultades, la de periodismo no para de echar humo.
En la noche de Año Nuevo, fui testigo de cómo la gente apuraba, nerviosa sus "últimos cigarillos legales", tras las uvas, los abrazos y el brindis, estaba esa ley que haría que fumar ya no fuera posible en muchos lugares, medida fascista y excesiva para muchos, y un gran alivio para la mayoría de no fumadores que día a día fuman sin quererlo.
La medida que amenazaba con dejar al país libre de humos, ha cambiado ciertas conductas y también el universo de muchas personas, pero tampoco ha significado una victoria ante el tabaco, convirtiéndose simplemente en una batalla ganada que me recuerda las partidas de Risk. Muchos pensarán que los no fumadores sólo hemos ganado terreno, espacio vacío de humo y un poco de respeto tras tantos años de maltrato, pero hemos ganado también unas cuantas bocanadas de vida.
Los fumadores han encontrado refugio en los pequeños bares en sus barrios, los "de toda la vida", mientras que los no fumadores tienen dos opciones, comer con humos o cambiar su bar de costumbre, por otro de más de cien metros cudrados en el que puedan hacer uso de las zonas reservadas para los no fumadores. Según la ley, los establecimientos con una superficie inferior a los cien metros cuadrados pueden decidir si son espacios de prohibicíón o espacíos a medida del fumador. En la gran mayoría de pequeños bares y restaurantes, el humo, sigue formando parte de la escenografía y pedirle a un cliente fumador que no haga uso de su libertad por el bien de los demás, es para muchos, un disparate, una falta de respeto. Perturbarlo y prohibirle algo tan sagrado para el enmedio de esta caceria de brujas, es sin duda, la manera más Segura de perderlo.
El sector hostelero, tiene todavía ocho meses para adaptarse al cambio, para acondicionar el local, o para tomar una decisión definitiva en cuanto a permitir que se fume o no. Algo, que a priori, no supone ir a la ruina, ya que en estudios realizados tanto en Irlanda como Italia, donde la prohibición es total y más estricta que la española, la clientela no desciende.
Leyes y pretextos
El consumo de tabaco provoca unas cinco millones de muertes anuales, 56 mil sólo en España; es el principal causante de 30 por ciento de los cánceres; y, además, está relacionado con el desarrollo de otras 25 enfermedades. La nicotina es cinco veces más adictiva que la heroína o la cocaína.
El Ministerio de Sanidad justifica la ley argumentando que 16 por ciento de todas las muertes que se producen en España, de personas mayores de 35 años, son consecuencia del consumo de tabaco. El 32 por ciento de los adultos españoles es fumador. El 43 por ciento de los niños españoles es fumador pasivo en el hogar. El humo de un cigarillo incluye unas cuatro mil 500 sustancias tóxicas. El 70 por ciento de los fumadores vive con el deseo de dejar el tabaco y se ha comprobado que 10 por ciento de los fumadores aprovecha la llegada de una ley prohibicionista para dejar de fumar, como si fuera la excusa que esperaban.
Pero, ¿qué pasaría si alguien deja de fumar? A las 12 horas, sus pulmones empezarían a funcionar mejor. A los dos días, los sentidos del gusto y el olfato se reestablecerían. A las dos semanas, mejoraría su circulación sanguínea. A los cinco años, las posibilidades de cáncer de pulmón bajarían a la mítad. A los 15 años, el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular se igualaría al de un no fumador.
Mientras la industria tabacalera se prepara para lo peor, España vive una eclosión de empresas dedicadas a ayudar a los fumadores que desean liberarse de su adicción. A la cabeza están www.respirasinhumo.org y el método Easyway o "Es fácil dejar de fumar si sabes cómo" de Allen Carr, un best seller mundial que sólo en España lleva más de 750 mil copias vendidas, según la editorial Espasa.
Teniendo en cuenta que el tabaquismo es una enfermedad crónica y que hay tratamientos médicos eficaces, científicamente probados, dejar de fumar aprovechando la coyuntura, no es una locura. En el último año, se ha duplicado el número de pacientes que quieren dejarlo. De ellos, sólo 3 por ciento deja de fumar como un acto de voluntad, el resto necesita apoyo psicológico, chides y parches de nicotina. Aunque lo ciento, es que el ciudadano fumador va a necesitar mucho más que eso, y al igual que sucediera con la ley anti-botellón (con la que se marco una hora límite para poder comprar bebidas alcohólicas y que prohíbe beber en la vía pública), seguramente, habrá alguno que con las diarias rabietas acumuladas, decida organizar una fumada colectiva en algún lugar público y la bautice como "pitillón".

Revista: Día Siete

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