Los demonios del edén y la periodista

Por Diego Enrique Osorno

En el capítulo 21 de su libro Los Demonios del Edén, el poder que protege a la pornografía infantil, la periodista Lydia Cacho revela, más allá de los casos de Jean Succar Kuri —detenido en EU— y el de Kamel Nacif —apenas lanzado a la mala fama nacional con sus conversaciones telefónicas obscenas—, la supuesta participación del secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Miguel Ángel Yunes Linares y la del senador del PRI por Yucatán, Emilio Gamboa Patrón, en los mismos actos de explotación sexual infantil por los que Succar y Nacif son cuestionados públicamente.
Editado por Grijalbo, compañía filial en México de Random House Mondadori, el libro escrito en febrero de 2005 por la periodista y activista no incumple a lo largo de sus 208 páginas, lo que promete el anuncio de la contraportada: “Ésta es una reflexión a fondo sobre la industria de la explotación sexual de menores y su devastador impacto en la sociedad”.
Cacho dice en la introducción de su trabajo periodístico que “ésta no es la historia de un viejo sucio que descubre que le gusta tener sexo con niñas de incluso cinco años de edad. Si bien los fragmentos narrados por las niñas son sumamente dolorosos, la valentía y claridad de los testigos nos permiten ver la luz al final del camino y ahondar en las implicaciones de la inacción ante la violencia y la explotación sexual. Aquí mostramos el sustento cultural de la misoginia y el intrincado tejido que une a un abusador sexual con el crimen organizado, bajo el cobijo de la impunidad y corrupción policiaca”.
En la página 145, precisamente del capítulo 21, titulado ’Viejas amistades’, la autora narra las operaciones comerciales realizadas por Nacif y Gamboa, además de Kuri y otros personajes a quienes la periodista menciona por sus nombres. “Una visita al pasado, a las ventas de los predios de Fonatur, arroja luz sobre estos hombres a quienes las niñas conocían de nombre y cuerpo, sin saber a qué se dedicaban en el aspecto profesional”, prologa la escritora.
“La PGR se centró en la investigación de tres terrenos en particular… Cuando Emilio Gamboa Patrón fue director de Fonatur negoció con Lorenzo Zambrano, dueño de Cemex, una renta multimillonaria del predio que aún ocupa el parque acuático Wet’n Wild de Cancún. Éste sigue en renta pues a Cemex le conviene fiscalmente perder el dinero que paga por la misma. Aunque en 2001, el libanés Kamel Nacif ofreció comprar el predio de Wet’n Wild, no tuvo éxito”.
El segundo predio que se investiga está en la segunda sección de la zona hotelera, lugar donde se ubica el restaurante La Destilería, perteneciente a dos socios, Mario Gamboa Patrón y Alejandro Góngora Vera. El primero es hermano del senador Emilio Gamboa Patrón.
El tercer predio es el que ocupara el hotel Dunas, construcción que se convirtió en un fraude hotelero cometido por el hasta hoy prófugo de la justicia, el español José Aldavero. Hoy se indica que fue vendido a Lorenzo Zambrano por Gamboa Patrón (bajo una licitación acusada de extrañezas). Pero el primero que tuvo el poder sobre ese predio era el dominicano Víctor Cabral Amiela, vendedor estrella de Fonatur, y quien se hiciera famoso en México cuando se divulgó que le consiguió un pasaporte falso de República Dominicana a Carlos Cabal Peniche”. Para Cacho, además de Kuri y Nacif, Emilio Gamboa Patrón y Miguel Ángel Yunes terminan de conformar una red de complicidades criminales. El diputado independiente con licencia, y uno de lo responsables más importantes en la prevención y combate frente a la delincuencia es el más referido en el libro, además de Succar Kuri, la estrella de las 204 páginas publicadas.
La amistad entre Kuri y Nacif, cuenta Cacho en el capítulo dos, llamado El actor principal, comenzó en 1975, cuando Kury era un indocumentado libanés en México. Narra Cacho: “En el camino hacia la fortuna, Jean Succar enfrentó varias veces a las autoridades migratorias de México. Por fin, a mediados de junio de 1975, fue detenido y llevado a las oficinas de Migración en el aeropuerto del Distrito Federal. Mientras se le tomaba su declaración, con fines de deportarlo a Líbano por carecer de permiso para permanecer y trabajar en México, se presentó en las oficinas otro libanés llamado Kamel Nacif. Este último era bien conocido por los agentes de Migración, pues uno de sus negocios era la importación de productos a México y tenía buenas influencias en aduanas y migración, sobre todo en el aeropuerto. Kamel miró a Succar y le preguntó de dónde era; charlaron un momento y Nacif les dijo: “Suelten al paisano, yo me encargo de arreglarle los papeles”. A partir de ese día, Jean Succar se convirtió en entenado de su compatriota”.

Vía: Milenio Semanal

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