Acercó a judíos y cristianos

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Por Bernardo González Solano
Falleció el cardenal Aaron Jean-Marie Lustiger

El catolicismo poco a poco pierde, por fallecimiento, sus grandes personajes. Ley de la vida. Así, en Francia, el 5 de agosto murió víctima de cáncer el ex arzobispo de París, el cardenal Aaron Jean-Marie Lustiger, que nació en la Ciudad Luz hijo de una familia judía el 17 de septiembre de 1926, cuyo abuelo Aaron fue un rabino originario de Silesia, Polonia, con la barba y los rizos tradicionales, que buscó refugio en Francia antes del primer conflicto mundial.

Educado en el judaísmo, convertido al catolicismo a los 14 años de edad, tres años antes de que su madre fuera otra de las víctimas en el campo de exterminio de Auschwitz, el difunto arzobispo parisiense se dedicó en cuerpo y alma a estrechar los lazos entre las dos religiones para lo que contó con la ferviente amistad del papa Juan Pablo II que nació en Polonia como los ancestros de Lustiger.

La vida de Lustiger tuvo muchas facetas. De hecho, Jean-Marie resumía su existencia con las siguientes palabras: "Cardenal, judío e hijo de inmigrantes". Incluso su mejor biografía así se titula, escrita por el periodista francés Robert Serrou que fue amigo del cardenal judío durante 53 años. Puede decirse que todas las vidas de este sacerdote fueron fructíferas hasta lograr que en el seminario por él fundado aumentara las vocaciones sacerdotales, ordenándose como presbíteros un mayor número de jóvenes que en otros seminarios, tanto de Europa como de América.

"No me paso al enemigo: continuó siendo judío", es lo que el futuro arzobispo de París escribe en 1940 en una carta dirigida a sus padres, que lo enviaron en compañía de su hermana a Orléans para huir de la ocupación alemana. Poco tiempo antes, el 25 de agosto, el joven Lustiger se hizo bautizar durante la Semana Santa. Con su nombre de católico Jean-Marie, dejó su original nombre judío: Aarón, heredado por su abuelo el rabino.

La conversión
Tiempo después, cuando ya había hecho su camino en la jerarquía de la Iglesia católica y que más de uno se preguntaba sobre las razones de su bautismo en tiempos de la ocupación nazi, Jean-Marie siempre manifestó que su conversión al catolicismo nunca significó renunciar a su identidad judía. Difícil renunciar a esta identidad que siempre estuvo ligada con el recuerdo de su madre que, denunciada por un vecino junto a la bonetería de la familia Lustiger en el 18 distrito de París, primero fue conducida a Drancy y después al campo de exterminio de Auschwitz donde murió en 1943. Hecho insuperable.

Sin embargo, en 1981, cuando fue nombrado arzobispo de París, por Juan Pablo II, pese a las reticencias del julio converso, Luistiger declara: "Es como si de repente los crucifijos cambiaran la estrella" (se refiere a la estrella amarilla que los judíos tenían que coser sobre sus ropas durante la ocupación nazi). Tal declaración hizo escándalo.

Por eso, a los ojos de una parte de la comunidad judía, Jean-Marie Lustiger fue un apóstata. El 1996, el gran rabino de Tel Aviv, Meir Lau, lo puso en la picota: "Aaron Lustiger traicionó a su pueblo y su religión. El representa la vida de la exterminación espiritual que conduce, como la exterminación física a la solución final de la cuestión judía". El mismo rabino que, siete años más tarde, lo tomaría en los brazos después de un encuentro en Nueva York entre las autoridades ortodoxas judías y altos dignatarios de la Iglesia católica.

La polémica estaba cerrada. Jean-Marie Lustiger había ganado la confianza e incluso el afecto de la comunidad judía, recordó un testigo de aquel encuentro, Richard Prasquier, presidente del consejo representativo de las instituciones judías de Francia. Y agregó: "Jean-Marie Lustiger jugó un lugar preponderante en el acercamiento judío-cristiano".

En buena medida, gracias a la intervención de Lustiger, los carmelitas aceptaron en 1994 retirarse del campo de exterminio de Auschwitz y que el episcopado francés se arrepintiera de su colisión con Drancy en 1997. Así como también se debe a su intervención el éxito de la visita de Juan Pablo II a Jerusalén. Por estos y muchos otros motivos, al sanatorio Jeanne-Garnier en París, donde vivió sus últimos días, los principales responsables de la comunidad judía —incluyendo al presidente del Congreso Judío, Israel Singer— llegaron a su cabecera. Ahí expiraba una de las más grandes conciencias religiosas de los últimos años.

Como ser excepcional Jean-Marie Lustiger pudo combinar su esencia judeo-cristiana hasta el último momento. En el curso de sus tres últimos meses de vida, una de las personas que más vio fue a Simone Veil, superviviente de Auschwitz, gran personaje de la comunidad judía francesa así como la del mundo de la política, de la cultura y de la salud en Francia, gran amiga del difunto cardenal a la que jamás le reprochó las leyes que procuró —como ministra de Salud— a favor del aborto y anticonceptivos.

Por otra parte, el historiador y académico Max Gallo afirmó: "El fue el mejor discípulo del papa Juan Pablo II. Debido a una complicidad nutrida por sus raíces polacas, su fuerza de carácter y por la misma visión del catolicismo". Lustiger será el artesano celoso de esta nueva evangelización como la nueva proyección de la fe católica

"Inmortal" antes de morir —así le llaman los franceses a los miembros de la Academia— Lustiger ingresó en la famosa institución el 14 de marzo de 1996, no sólo por haber escrito más de veinte obras, sino por toda su labor humanística y religiosa. Su producción literaria versó sobre su singular recorrido espiritual. Dos de sus títulos fueron Le Choix de Dieu, publicado por la editorial Fallois en 1987, y La Promesse, en editorial Parole et Silence en 2002.

En 1997 reunió un millón de jóvenes sobre los campos de Longchamp con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud. En tanto, Lustiger creó Radio Nôtre-Dame, y luego la primera televisión católica, KTO, en París. "Tanto el Papa como el cardenal aprendieron a utilizar los medios modernos de comunicación para su misión. Su forma de comunicarse nos pareció revolucionaria", convino André Vingt-Trois, el sucesor de Jean-Marie Lustiger en el arzobispado de París.

Lustiger tenía en su escritorio una fotografía de Edith Stein, la filósofa judía convertida al catolicismo —junto con su hermana— y muerta en el campo de exterminio nazi.
Jean-Marie hizo todo lo posible para doblar la página negra del antisemitismo cristiano y actuó activamente en el acercamiento entre judaísmo y cristianismo.

Vía: revista Siempre

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